EPILOGO

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 SUEÑOS DE TINTA Y PAPEL.

A veces pienso en mi vida antes y después del Instituto Salazar, y lo mucho que significó aquella época en mi desempeño literario de años posteriores. Todos mis amigos y mis amores se quedaron en alguna parte de mi vida, unos dolieron más que otros, y cada uno por razones distintas. Mi querido Walter, después de nuestra despedida del Salazar, que no fue dramática en absoluto porque nuestras vidas ya lo eran, consiguió su preciada beca en bellas artes, más tarde logró estudiar en el extranjero por medio de becas y a pesar de la distancia que nos separaba, siempre tuvimos tiempo para contarnos nuestras vidas. Él a diferencia de lo que yo pensé en algún momento, fue mi alma gemela, pues siempre coincidimos en la vida con alegría, de una u otra manera.

Ángela es una de las que no me gusta mucho hablar, terminamos bien nuestra etapa en el instituto Salazar, y por ello jamás entendí su distanciamiento unos años después. De eso hablé con Walt varias veces y ambos coincidimos en que se debía a nuestras amistades comunes y la decisión de no entrometerse en lo ocurrido, que equivocados estábamos para pensar que su comportamiento se debía a una actitud claramente infantil de elegir bandos. No fue por eso, fue para evitar fracturas abruptas, y a pesar de que estábamos distanciadas cuando el desenlace llegó, dolió, y siguió doliendo. Y me hubiese sentido mejor de estar ahí en ese momento, o por lo menos estar con los que en algún momento compartimos los cielos y las estrellas en la playa. Aun hoy duele.

El dolor descrito antes, no imaginé que pudiera ser superado, y aunque así fue, fue por razones distintas. Y esto, tengo que describirlo tal como pasó, porque de otra forma es difícil, incluso para mí.

Era la primera vez que pisaba el país desde que lo hubiese dejado, así como a Diego. El aire me parecía mío, las calles y su gente, mi felicidad parecía ir a tope. Mi primer libro estaba en los estantes de las librerías y esa era la razón de que yo estuviera ahí, para realizar la promoción, y a pesar que siempre me imaginé teniendo éxito en libros juveniles este era ficción general, un género que en realidad no era mi fuerte y un tema que no era de mi especial agrado, y en eso, una vez más, había parte de mi tiempo en el Salazar. Había estado ya dos semanas en México, la primera fue exclusiva para mi papá y su esposa, a quienes yo había perdonado hasta el cansancio. Habiendo terminado con mi redención con ellos, me preparé mentalmente para mi arduo pero merecido trabajo, las entrevistas no habían sido tantas ni en tantos lugares, era algo relativamente pequeño, el revuelo era notorio al igual que las ventas pero nada que no pudiera manejar.

Ese día había terminado con una entrevista y una lectura en una librería bastante reconocida de la ciudad, aun fantaseaba con las respuestas que podía haber dado respecto de algunas preguntas y me recriminaba unas que habían sido escuetas. Mi mente se dividía aún en la entrevista y la persona que me esperaba en el hotel en donde nos hospedábamos. Y aquí ahondaré un poco sobre esa persona, pues ocupaba gran parte de mi vida, mi esposo, Jean. Lo había conocido durante mi estadía en la escuela de bellas artes en Francia, a donde había ido a parar después de dejar a Diego, no estoy orgullosa de decir que apenas un año después me encontraba completamente a merced de este nuevo y maravilloso ser. Y es que en él encontré una tranquilidad infinita, y también encontré comprensión, pues él era arquitecto, así que entendía mi locura por las letras que tan solo era equiparable con su pasión por las estructuras. Durante nuestros años escolares viajamos a diversos lugares que él estudiaba y en donde yo encontré mucha inspiración y disipación. Así que nos complementábamos, éramos un par de jóvenes viviendo la vida bohemia que ninguno imaginó. Hasta que nos casamos, justo al terminar la escuela. Llevaba siete años con él, cinco de novios y dos de casados, y pensaba en él, como debía ser, cuando el destino me dio una bofetada, de esas que te cierran los ojos y te marean por el dolor.

Sueños de tinta y papelWhere stories live. Discover now