Capítulo 4: Personalidades (2/2)

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Luego de la tención inicial todo volvió a la normalidad, como aquel día en que comimos en los Alegres. Walter tomó una bolsa blanca que estaba en uno de los escritorios y de ahí sacó platos desechables con una rasión de tacos, cada uno tomó el suyo, y yo suspiré aliviada al ver que eran seis platos y no cinco, eso quería decir que sí estaba incluida desde el principio, después Riverita se ofreció a servir el refresco en unos vasos desechables que tenían en un cajón del otro escritorio y de ese modo todos nos pusimos a cenar, ahí sentados y desparramados en el suelo como estábamos, y aun así, me pareció la cena más hermosa e interesante que había tenido en años.

Mientras estábamos en eso, Walter se levantó del suelo, fue hacia su escritorio y de ahí sacó su computadora personal, regresó con nosotros y la puso en el suelo en medio del círculo, la abrió y buscó en youtube un programa de noticias y política conducido por un joven mexicano que se dedicaba a gesticular y lanzar palabrotas al aire mientras nos informaba sobre cosas que debíamos saber y nos hacía reír al mismo tiempo. Era un programa que no había visto antes, pero me parecía genial, pues del modo en que estaba creado llamaba la atención de los chicos a los que las noticias y la política les venían importando un cacahuate.

Reímos alegres mientras escuchábamos el noticiero, hasta que comenzó una nota sobre unos políticos cerdos, como les decía el conductor, posibles responsables de desvío de recursos. Alejandro de inmediato se disgustó, dejó de reírse y el semblante se le oscureció. Se quedó callado mientras sus ojos abiertos como faros estaban clavados en la pantalla, y en algún momento explotó, se inclinó hacia la PC y de un manotazo la cerró.

—¡Apaga esa porquería! —Exclamó, mientras apartaba la mirada de todos nosotros y se alejaba de Riverita. Recogió una pierna y recargó el mentón en la rodilla, con gesto pensativo —Pon un capítulo de los Simpson o algo así. —continuó, ahora con un tono de voz más bajo, decaído.

Walter de inmediato hizo lo que le pidió, mientras Riverita nos dedicaba una mirada de disculpa. En ese momento me di cuenta de que era Alejandro quien llevaba el control sobre esa amistad, si se le podía llamar así, cualquier cosa que le molestase, o incomodase se los hacía saber y los otros de inmediato lo complacían, y no era porque no pudieran hacer lo contrario, no, sino que lo hacían con gusto, les gustaba complacer a Alejandro, cualquier cosa que él quisiera se tenía que hacer, y estaba comenzando a creer que ni ellos mismos se daban cuenta de ello, era como si Alejandro ejerciera un campo magnético que les hiciera actuar de esa manera.

Mientras veíamos las caricaturas amarillas, Walter soltó una risita y le pateó el zapato a Alex para llamar su atención.

—¿Y qué te dio por ser amable? —preguntó. —¿Desde cuándo eres tan buena onda?

Alejandro frunció el ceño, confundido. Aún parecía enojado por lo del vídeo y no ponía atención en nada más, ni en las bromas que de tanto en tanto hacían sus amigos a costa suya.

—¿Por qué compraste cena para todos? —le aclaró Walter, señalando los platos desechables que yacían atiborrados en una bolsa de plástico. Aún nos encontrábamos en el suelo, todos en semicírculo alrededor de la PC.

El aludido se encogió de hombros.

—Hoy es martes, —contestó, con un poco de fastidio—hay promoción del dos por uno. No creas que se me da eso de ser buen samaritano.

—¡Mierda! —se rió Riverita, apartó la mirada de la PC y la llevó a su hermano, lo agarró por lo hombros y comenzó a sacudirlo —¡Entonces nos diste tacos de perro, de pastor alemán, que culero, güey!

Alex soltó una risita muy a su pesar pero Ángela se volvió de inmediato, enojada.

—¡Cállate, imbécil! —Exclamó —¡Voy a vomitar si dices eso!

Sueños de tinta y papelWhere stories live. Discover now