Capítulo 6: Tal vez. (1/2)

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A la mañana siguiente me desperté temprano, cuando los rayos cálidos de la mañana ya bañaban una sección del piso de la habitación. Eran casi las ocho y aun así encontré a Lorena ya instalada en su escritorio tecleando de vez en cuando en su PC mientras observaba las fotografías que había tomado la noche anterior, y a pesar de ser domingo parecía llevar ahí desde que el sol despuntó.

La observé en silencio por un par de minutos, luego salí con languidez de la cama y la saludé.

—Buenos días —susurré soñolienta, me restregué un ojo y puse los pies sobre el suelo frío.

—Hola— me respondió ella, al tiempo que volvía la mirada con una sonrisa cálida en su rostro, como todas las suyas —¿Cómo amaneciste?

—Bien —dije, incorporándome de la cama para entrar al baño y cepillar mis dientes, ahí permanecí hasta despabilarme un poco y luego regresé a la puerta en donde me asomé para verla, aun sosteniendo el cepillo de dientes en la mano.

—¿Qué tal les fue anoche? —pregunté desganada, al cabo de los segundos.

Lorena se volvió a mirarme y torció el gesto haciendo que sus delicadas facciones se volvieran graciosas. Ella era pequeña y hermosa, las muecas de desagrado no iban bien con su personalidad.

—No tan bien después de que te fuiste— comentó— Alejandro es un tarado, siempre hace ese tipo de cosas.

Cambié el peso de un pie a otro, y me recargué en la puerta, ahora con cierta intriga por preguntar el porqué de su actitud, ya que fue ella quien empezó a hablar del tema, aquel que comenzaba a interesarme aún más luego de la noche anterior.

—¿Cómo qué?—pregunté como quien no quiere la cosa— ¿Qué más hace?

—Cualquier cosa que crea divertida—dijo, mientas apartaba por un momento la mirada de su PC. —Y Diego lo sigue a donde sea.

Y con esa simple mención recordé todo lo que había ocurrido la noche anterior al mismo tiempo que enrojecí de vergüenza. Después de meditarlo bien, me di cuenta de que había sido mala con él, demasiado, pues no había sido su culpa sino de su hermano, él incluso trató de convencerlo para dejarme bajar del carro. Diego no se merecía mis gritos aquella noche.

—¿Y él regresó? —Pregunté, casi en un susurro—quiero decir, Diego.

En mi mente ya comenzaba a llamarlo así, Diego, por su nombre real, no aquel apodo que tenía, con el que solo lo llamaban los muchachos de su clase, algunos chicos fuera de la escuela y Alejandro cuando estaba enfadado con él. Para mis adentros me hacía sentir más cercana a él llamarlo así.

—No, —contestó ella, sin mirarme—no regresó aunque Alex lo llamó un montón de veces. Fue por eso que volvimos antes, ni siquiera entramos a la fiesta de Damián, sólo estuvimos dando vueltas por ahí en el carro y luego nos aburrimos.

Asentí, mientras volvía al interior del baño para seguir alistándome para el día, y aquello fue todo lo que hablamos del súbito incremento de palpitaciones que mi alma sufrió aquella noche.

El resto de la semana permanecí apartada de los muchachos, sólo conversé con las chicas, y un par de veces con Walt, pero de los hermanos me mantuve alejada y aquello parecía que no les molestaba así que lo seguiría haciendo aunque me fuera complicado ya que tanto Lorena como Ángela adoraban su compañía, era como si entendieran su locura y no me dijeran cual era el secreto. La semana sin ellos fue triste, fría y lenta, pero aun así pasó, con todo eso pasó. Mi alma se encontraba otra vez como antes, enfocada en mis tareas, en crear mis mundos, que otra vez carecían de color, estos parecían no querer fluir.

Sueños de tinta y papelWhere stories live. Discover now