Capítulo 20: Con olor a hierba (2/2)

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Indecisa, entre si debía darme la vuelta o no, aunque eso me dolería más que seguir intentando, una de las muchas puertas del pasillo se abrió. Levanté la mirada de prisa y noté que era justo la suya. Todos mis músculos se tensaron y mis ojos se abrieron sobremanera. El miedo me recorrió la piel, erizando los vellos de mis brazos, pero solté el aire, aliviada al notar que no era él, era el compañero de cuarto de Diego, Kike.

Aunque estuve a punto de echar a correr, me quedé en donde estaba, no tenía caso correr, el chico ya me había visto. Llevaba consigo una pequeña maleta de color gris, seguro sólo cargaba con lo necesario para pasar unos días en su casa. Kike tenía mi edad, estaba en el primer año de la carrera de pintura, y sus padres eran personas muy pobres, por ello, a pesar de vivir muy cerca de la escuela lo mantenían como interno, pues les resultaba mejor a su economía. Era mucho más alto que yo, y por ello, cuando se acercó a mí, sentí un estremecimiento recorrerme la espalda. Él no era amigo de Diego, era mucho peor, era admirador de su trabajo, adoraba sus cuadros, siempre hablaba bien de él, y trataba de aprender todo lo que podía de su compañero de cuarto.

—¿A dónde vas? —preguntó, y yo bajé la mirada, no pude verlo más que un par de segundos. Era un chico delgado, moreno, nada imponente, pero sabía que todos los que apreciaban a Diego de alguna forma, me tenían cierto resentimiento. Además no había conversado con el chico más que en una ocasión, así que era en realidad un desconocido.

—Voy con Diego —Contesté en un murmullo.

—Pues él no está—contestó, con voz monocorde.

—Yo sé que está ahí—seguí, y ahora me atreví a levantar la cara. —Hablé con él por teléfono, y dijo que podía venir —mentí.

Kike asintió sin dejar de mirarme.

—¿Y por qué es que no te creo?

—Pues no me importa si me crees—dije, ya fastidiada, el chico me obstruía el paso. —Es asunto de él y mío.

E intenté apartarlo, pero me detuvo, aunque sin tocarme.

—Pues resulta que también me incumbe—contestó Kike, y yo lo miré con ojos de rendija —Desde el momento en que mi compañero se comporta como un pendejo, se queda en la cama todo el día, y tiene el cuarto hecho una porquería, también es asunto mío.

Volvía a bajar la mirada, sus argumentos eran buenos.

—Mira, lo siento—dije, ya derrotada—si me dejas pasar intentaré solucionarlo ¿Sale? Hasta voy a ordenar el cuarto. Cuando vuelvas de vacaciones encontraras todo limpio.

Esas palabras parecieron atenuar la dureza en el rostro del chico, cambió el peso de un pie a otro, y puso la maleta en el piso.

—Está hecho una porquería—contestó.

—No importa, lo limpiaré—dije, pero el chico negó con la cabeza.

—No el cuarto,—dijo— él. Se encierra en el baño por largo rato, no quiere comer, no quiere hablar con nadie desde hace como tres días, ni con su hermano.

—No importa—repetí, y un pequeño gemido se escapó de mi garganta—lo arreglaré.

Kike se quedó un momento frente a mí, sólo mirando el gesto miserable que le ofrecía, rogando en silencio porque me dejara pasar, hasta que al fin, metió la mano en la bolsa delantera de su pantalón y de ahí sacó un pequeño llavero.

—Yo no te di nada—dijo, mientras sacaba una sola llave del aro de metal—ni he hablado contigo, esa no es mi bronca.

Asentí con fuerza, mirando la llave que ponía frente a mí.

Sueños de tinta y papelTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang