Capítulo 19: Trapitos al sol. (1/2)

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—Perdón—le dije a Walter, que iba sentado en silencio en el taxi que tuvimos que llamar al quedarnos solos en la calle.

Él no respondió.

—Mañana temprano vamos al Tecnológico, —continué, intentando animarlo— buscamos a Netor y le pedimos disculpas, se ve que es buena gente.

—Ya no tienen clases —comentó Walt. —olvídalo, no va a estar ahí.

—A su casa entonces—dije—¿Sabes dónde vive?

—Ya—suspiró Walt. —por favor.

—¡Pero no fue mi culpa!—dije, porque podía sentir la recriminación en su voz

—No—contestó, volviendo la mirada hacia mí, con el ceño fruncido— ¡Fue mi culpa, de Diego, y tuya también, fue culpa de todos! ¡Y luego se preguntan por qué no nos invitan a ningún lado!

Luego ya no dijimos nada, nos quedamos cada uno mirando por la ventanilla del taxi, hasta llegar a la escuela, en donde nos debatimos. No quería irme a dormir sabiendo que Walt, mi único amigo después de Lorena, estaba enojado conmigo, y parecía que a él le pasaba lo mismo.

Lo convencí de subir a mi cuarto, en donde luego de un momento, se le pasó el enojo.

—¡La estábamos tan pasando bien! —dije, dándole un ligero empujón en el brazo, a modo cariñoso. Estaba fingiendo, por supuesto, no estaba feliz, estaba inquieta, asustada. La cabeza me daba vueltas, todo me parecía extraño.

Nos encontrábamos en el suelo, recargados en la base de la cama.

No le quise preguntar nada de lo que había dicho Netor sobre Diego, porque sabía que en ese momento Walt no quería saber nada de él, pues era el causante de que Netor se fuera tan enojado. Además estaba bien segura de que no era cierto, no podía ser verdad.

—Tengo sueño—comentó Walt, inclinándose sobre mí para besar mi mejilla—me voy a dormir.

—Buenas noches—dije, mientras lo miraba ponerse de pie y acercarse a puerta, pero antes de llegar, ésta se abrió, y no fue Lorena la que entró.

Unos intensos ojos verdes y una cabellera negra atravesaron la puerta. Me puse de pie de un brinco, asustada, y corrí a refugiarme a lado de Walter, porque lo que vi en esos ojos, era algo violento.

—¡Si le pasa algo, —exclamó Alejandro, ya dentro de la habitación, señalándome con el dedo —va a ser tu culpa! ¡Cualquier cosa que le pase a Diego va a ser por causa tuya!

Lorena entró después de él, con la misma cara de preocupación.

—¡Cálmate!—contestó Walt, levantando la mano, pero él no le hizo caso, siguió mirándome, con esos ojos que recriminaban cosas que no solo eran para mí.

—¡No está en su cuarto—continuó, Alejandro —no está desde la mañana, no contesta su teléfono, y alguien de la carrera de dibujo me dijo que lo acaba de ver peleándose en una fiesta!

Walter y yo nos quedamos callados, pálidos.

—¡Si recae, o si le pasa algo puedes estar contenta! —Exclamó —¡Porque es tu puta culpa!

Walter, Lorena y yo nos quedamos callados, con la cara inexpresiva. Me pregunté si había escuchado bien, no entendía que quería decir con recaer, Diego ya tenía el ánimo por los suelos, no podía referirse a eso.

—¿Cómo recaer? —me atreví a preguntar, luego de varios minutos, con los labios temblorosos. No podía evitar pensar en todo lo que había pasado ese día y la manera en que vi a Diego, tan violento, tan fuera de sí. Era normal para mí ver a Alejandro así, él era una entidad oscura, arrasadora, pero no Diego. —¿Recaer de qué?

Sueños de tinta y papelWhere stories live. Discover now