Capítulo 26: Sueños de tinta y papel. (1/2)

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Diego estaba a mi lado, y como la mitad de las veces, no me miraba, su atención era para alguien más. Alejandro era el centro de atención, pero esta vez no sólo de nosotros, sino de las doscientas personas que ocupaban el auditorio de la escuela, las luces eran tenues, sólo el escenario estaba iluminado. Era sencillo, una plataforma forrada de madera y un fondo de cortinas rojas de terciopelo. Alejandro estaba ante un precioso piano negro de cola, vestía un traje azul marino muy oscuro, casi negro, y la corbata que era del mismo color, se la había atado Diego. Estuvimos con él justo antes de salir al escenario, le sonreímos, lo alentamos, y ya no podíamos hacer nada, solo esperar que todo saliera bien.

En la primera fila se encontraban todos los maestros, los que decidirían si Alex era lo suficiente bueno para que el gobierno lo financiara.

Desde donde nos encontrábamos lo podíamos ver bien, aunque no tanto como nos hubiese gustado, pero el sonido era bueno, era perfecto, se distribuía bien por todo el lugar, el silencio era absoluto, solo se rompió cuando las primeras notas de la canción de Alejandro resonaron por las filas. Ya conocía la música, la reconocería en donde sea, la había escuchado solo un par de veces, pero era ese tipo de música que me parecía que yo misma podría escribir, era música para gente como nosotros. Si las almas tuvieran una melodía, las nuestras tenían la misma. Y era esa.

A veces no entendía como alguien podría seguir adelante en la vida luego de acontecimientos determinantes, acontecimientos violentos o tan difíciles, pero había gente que tenía la capacidad de hacer eso, tenían ese don increíble de hacer amigos a donde fueran, de sonreír y de perdonar, pero Alex no era de ese tipo, él era de la clase de los que se ahogan en sus lágrimas en silencio, que congelan su alma y su cuerpo, de los que por años se revuelcan en la misma cosa, de los sensibles, de los incapaces de comprender el mundo. Y es que el mundo nos costaba tanto trabajo, el mundo era demasiado para nosotros, o eso me parecía mientras escuchaba su canción. Solo podía pensar en eso, en la empatía que sentía por él, porque yo sentía lo mismo. No podía dejar de pensar en eso, en lo desgraciada que había sido mi suerte.

Pero mientras pensaba en eso mi atención era solo para él, cada parte de mi cuerpo y cada uno de mis sentidos estaban pendientes de él, por eso supe el momento exacto en que falló. Diego me apretó la mano, la presionó con tanta fuerza entre sus dedos que me hizo daño. Solté una pequeña exclamación, en parte por dolor, en parte por asombro.

La canción de Alejandro llegaba al final, en algún momento la caída debía detenerse. Él tenía que darse cuenta de que era un ave, que podía volar y alejarse de esos feísimos recuerdos, que podía perdonar, extendía las alas y volaba, comenzaba a retomar el vuelo. Pero no fue eso lo que pasó, la canción siguió su curso, la caída no paraba, el suelo se acercaba y ya no podía detenerlo. Sus dedos titubearon un segundo, un segundo en que el silencio fue tan absoluto que no hubo forma de disimularlo, después continuó, continuó cayendo, no le quedó de otra, y la canción finalizó como estaba previsto, o como lo había estado. Alejandro terminó estrellándose con el suelo. Jamás levantó el vuelo, como había prometido.

Cuando Alex se levantó del banquillo del piano para dar la pequeña reverencia a los maestros y al público, su rostro estaba enrojecido, sus ojos irritados y su semblante roto. Él sabía que lo había arruinado, sabía que aquel error no se podía perdonar, en especial frente a otros veinte chicos que lo habían hecho tan bien.

Diego se levantó de su asiento tan rápido que se olvidó de mí, pero no necesitaba llamarme para que lo siguiera, yo tenía las mismas intenciones que él, de ir a donde se encontrara Alejandro. Lo encontramos detrás del escenario, bajaba las escaleras con una expresión terrible, tenía las manos en la corbata y tiraba de ella como si se estuviera ahogando, su rostro era de un rojo alarmante, y las lágrimas le pendían de los ojos.

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