Fianto Duri

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- ¡Gryffindor! – gritó finalmente el sombrero seleccionador, luego de señalar las aptitudes que podrían haber hecho que Isadora Lamperouge perteneciera las demás casas. << A ver tienes habilidad en artes oscuras, admirable inteligencia, sed de justicia y una lealtad indiscutible...>> explicaba el sombrero mientras examinaba a la niña de once años que miraba hacia arriba impaciente.

Corrió a la mesa de Gryffindor, para sentarse eligió un lugar cualquiera, ya que aún no conocía a nadie. Recordó a su madre diciéndole que se arrepentiría de no ir a Beauxbatons como ella había hecho. Aún no entendía que había querido decir el sombrero seleccionador, ¿Artes oscuras?, de sólo pensarlo la estremecía.

Dos años y medio pasaron e Isadora no era aún muy popular. Cursando su tercer año en Hogwarts y siendo brillante en todas sus materias, excepto historia de la magia, la cual le parecía aburrida y tediosa, se pasaba tardes en la biblioteca con la nariz entre polvosos libros. Era una chica preciosa, alta y esbelta, continuamente mantenía una postura envidiable que le proporcionaba un aire majestuoso y elegante, tal vez su aura imponente, y sus gestos solemnes alejaban a los demás. Su rostro era delicado con ángulos exquisitos, su cabello negro se arremolinaba en bucles hasta su cintura, lo llevaba apartado del rostro por dos gráciles torsadas. Sin duda su rasgo más resaltante era su dulzura y amabilidad, aunque la mayoría de sus compañeros lo ignoraran.

Una tarde lluviosa y fría de diciembre sin nada mejor que hacer que leer hechizos avanzados, se topó con un título que rezaba << Animagos: procedimientos y reglamentaciones >>, cautivada por la posibilidad de ser un animal dedicó sus vacaciones de Navidad a comenzar con el procedimiento. Resultaba sencillo llevar una hoja de mandrágora continuamente en la boca, puesto que no era de las chicas que hablaba demasiado, ni con muchas personas.

Lo más duro fue conseguir sin duda alguna había sido la cucharita de rocío, la cual debía ser recogida de un lugar que no hubiese sido tocado por la luz del sol ni por pies humanos durante siete días; y la crisálida de una polilla esfinge de la calavera.

Ese mes los nervios iban y venían con cada persona que se acercaba a hablarle, incluso pensó que era alguna especie de broma que tantas personas quisieran entablar una conversación con ella. Sin duda, una de las personas más interesantes con las que se encontró, fue Severus Snape, quien también era un mago de pocas palabras, era un año mayor que ella, pero aun así había elogiado su habilidad más de una vez.

- Se supone que los de Slytherin detestan a los Gryffindor – observó ella. Severus sonrió sarcásticamente.

- Se supone que los de Gryffindor odia a los Slytherin.

- Yo no odio a nadie – concluyó ella alzando los hombros. – No tendría por qué determinar las amistades la casa a la que pertenezcas.

- Me recuerdas a una amiga – Dijo él – También es absurdamente dulce.

- ¿Crees que estará nublado esta noche? – preguntó ella.

- ¿Por qué quieres saber eso? – Isadora volvió a encogerse de hombros, disimulando su ansiedad. – No lo sé, supongo. – El comentario la había desilusionado más de lo que dejaba ver. Si aquella noche no se veía la luna, tendría que arrancar el proceso desde cero y seguramente no lograría ser animaga antes del verano.

Esa noche antes de cenar corrió hasta la pajarera donde se encontraban todas las lechuzas, aún con la hoja de mandrágora en la boca. La luna se encontraba cubierta por nubes, las cuales se desplazaban débilmente. En cuanto la luna pudo escapar de una pequeña nube que la cubría, Isadora guardo todos los ingredientes en un frasquito de cristal con un cabello suyo. Volvió a su cuarto y escondió el frasco debajo dentro de una diminuta caja que guardó en su baúl. Sólo faltaba esperar la tormenta.

Se encontraba especialmente animada durante la cena. Ni siquiera se molestó cuando Lily Evans, de cuarto año, volcó una jarra llena de zumo de calabaza en su túnica.

- ¡Lo lamento mucho! – Se disculpó – Yo lo arreglaré: ¡Fregotego! – exclamó.

- Gracias – dijo Isadora.

- No hay problema, fue mi culpa... ¡Ya cállate James! – Chilló Lily al ver como el chico de anteojos se burlaba de su torpeza.

Sirius Black: el velo de la muerte¹Where stories live. Discover now