Rictusempra

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La luz de amanecer, se asomaba y teñía toda la habitación de dorado; era la primera vez en semanas, desde que habían salido de Hogwarts que un sol radiante anunciaba el nuevo día, puesto que ya eran recurrentes los tiempos inusualmente fríos y nublados.

Como todas las mañanas, y con el típico exceso de energía que lo caracterizaba, Sirius se levantó de un salto y se dispuso a hacer el desayuno antes de que Isadora despertara. Pasados unos minutos una bandeja con comida que flotaba en el aire mágicamente, se depositó en la mesa de luz. Un enorme perro negro subió en la cama con torpeza y comenzó a caminar encima de la chica, lamiéndole la cara y despeinándole el cabello sin querer con las patas delanteras.

- Sirius Black – dijo cansinamente Isadora - ¡Deja de mandar a tu pulgoso yo a despertarme! – se cubrió la cabeza con las mantas para protegerse.

- ¡Oye!, ¡Ya no tengo pulgas!, creo... – exclamó la versión humana de Sirius, haciendo reír a la chica. Y aunque se divertía regañando a Sirius, internamente ella admitía que ya no se imaginaba las mañanas de otra forma.

- ¿Hay comida? – preguntó asomando una porción del rostro por debajo de la frazada.

- Desde luego – repuso Sirius dejando con cuidado la bandeja en la cama – café sin azúcar para ti y galletas con chispas.

- ¡Genial! – exclamó Isadora descubriéndose, tenía el largo y negro cabello enmarañado culpa de Sirius – ¿Qué era eso que querías mostrarme en el periódico? – Sirius estiró un brazo hacia a mesa de luz para asir El Profeta

- Es una nueva poción, se llama Matalobos; estuve pensando que ayudaría a Lunático, aunque es muy difícil hacerla...

- Ya lo creo aquí dice que si te equivocas puede ser muy peligroso... ¡No me mires así!, ya sé lo que estás pensando. Si me equivoco podría matarlo, Sirius. – suspiró y miró a Sirius que ponía cara de pobrecito. – De acuerdo, le diré a Lily si quiere participar.

- ¡Excelente!, ¡Te amo, eres la mejor! – exclamó tumbándola de nuevo sobre el colchón y derribando la taza de café al mismo tiempo.

Faltaban escasos días para el comienzo de las clases en Hogwarts, Isadora y Lily se encontraban dándole los últimos toques a la poción Matalobos cuando Albus Dumbledore llamó a la puerta. El profesor vestía una túnica azul eléctrico con hermosos patrones que no pasaba desapercibida entre los transeúntes que lo observaban desde la vereda, pero a él no pareció importarle en lo más mínimo.

Luego de aceptar una copa de Hidromiel comentó el motivo de su visita domiciliaria.

- No, profesor, no volveré a Hogwarts este año. No quiero ofenderlo, pero no me serviría de nada, usted sabe que no hay ninguna de las actividades de séptimo año que no sepa hacer – recitó Isadora como si ya se lo hubiese repetido un millón de veces. Es que tal vez no se lo había dicho a Dumbledore, pero sí a Lily y Alaric cada vez que le preguntaban por sus planes.

- Estoy al tanto de tus habilidades – coincidió sorpresivamente Dumbledore – y no planeo que pierdas el tiempo, de hecho vengo a ofrecerme como profesor, al igual que Alastor, creemos que serías más que valiosa como Auror, he hablado con el ministerio.

- De acuerdo – dijo Isadora tras meditarlo unos segundos sin salir de su asombro – Supongo que eso si será de ayuda.

- ¡Excelente, excelente! – Dumbledore se levantó de su silla con prisa – Comenzaremos mañana, enviaré un Patronus. – Y sin más cruzó el umbral de la puerta para desaparecer al llegar a la calle.

Lily vertió las últimas gotas de poción en el sexto frasco y las juntó en una caja de madera. Había suficiente como para dos o tres lunas llenas, y era un alivio, puesto que era la primera vez que daban con las cantidades exactas de cada ingrediente. Pero los esfuerzos habían dado sus frutos, Remus podría por fin pasar las lunas llenas sin el impulso que le hacía querer infectar a los demás.

Sirius Black: el velo de la muerte¹Donde viven las historias. Descúbrelo ahora