Lunático, Colagusano, Canuto y Cornamenta

13.2K 1.1K 87
                                    


Filch se detuvo frente a la armadura e Isadora ya no podía contener más el aliento debido a la agitación.

- Confundus – Susurró Sirius apenas moviendo los labios. El celador se alejó arrastrando los pies, el rostro del apuesto muchacho alcanzaba a verse mediante la débil luz de las escasas antorchas que iluminaban los pasillos. - ¿Qué haces aquí? – Preguntó entre asustado y molesto.

- Pues buscándolos a ustedes, pensé que había sucedido algo, ¿Qué es lo que te molesta?

- No deberías andar en los pasillos a estas horas.

- Mira quien lo dice – espetó – Lamento haberme preocupado por ustedes entonces, ¿Tu qué haces aquí en tal caso?, ¿Cómo me encontraste?, ¿Dónde están los demás? – Su tono de voz se elevó más de lo que debería, Sirius volvió a llevarse el dedo índice a los labios. – Lo siento – murmuró ella. Él la observaba como si estuviese librando una guerra interna.

- Tú eras ese caballo... - dijo con un hilo de voz, mirando a la nada.

- ¿Qué has dicho? – Su corazón se estrujó y sintió un vacío en el estómago. Lo sabía. Sirius la tomó suavemente por los hombros.

- Eres una animaga, lo he visto. – declaró como sintiéndose orgulloso de su capacidad de raciocinio. – No diré nada, pero tú...

- Yo tampoco diré nada si me dices por qué se fueron de la torre. – Isadora se cruzó de brazos determinante. Él suspiró, miró en todas direcciones tratando de tomar una decisión. Finalmente se acercó a ella, su rostro estaba a escasos centímetros del de la chica, podía ver la mezcla de colores de sus ojos pardos, decorados con largas, gruesas y espesas pestañas que parecían agitar el aire cada vez que pestañaba.

- ¿Sabes guardar un secreto? – concluyó resignado. Ella asintió enérgicamente. – Te echaré una maldición si...

- ¡Ya déjate de misterios, cielos, no diré nada! – soltó, exasperada. Sirius le hizo un ademán para que lo siga por un túnel que se encontraba escondido en uno de los pasillos, era pequeño y polvoso, y lucía improvisado.

- Necesito que te transformes, Isadora – Sintió un cosquilleo en estómago al oírlo pronunciar su nombre. – Por nada vuelvas a tu forma humana, no hasta que estés lejos de Remus.

- Aguarda – Pidió ella - eras tú...

- Qué observadora – halagó Sirius con una sonrisa de lado mientras se deshacía de su forma humana y un enorme perro negro tomaba su lugar.

¿Hasta que esté lejos de Remus?, aún confundida obedeció el consejo del muchacho, dejó atrás sus piernas humanas y se transformó en la yegua de crin y cola negras.

Con su nuevo cuerpo apenas entraba en el túnel, debía agachar incómodamente el cuello para no golpearse la cabeza con el techo, mezcla de piedra y tierra. Llegaron a lo que parecía, era una desvencijada puerta de madera, aunque no estaba segura se calificarla como puerta ya que tenía unos rudimentarios goznes y no poseía picaportes. El perro que resultaba ser Sirius, empujó la improvisada puerta. Detrás de esta se encontraba una habitación, oscura, vieja y estropeada; No se divisaba ni un mueble que estuviese sano.

Una rata correteó por encima de un sillón desvencijado hasta detenerse en una enclenque mesa de madera con la pintura descascarada. Era Peter Pettigrew. Aún no salía del asombro que le había ocasionado darse cuenta que podía comunicarse con los demás animagos mientras se encontraban transformados. Un ciervo empujó bruscamente la segunda puerta que había en la habitación utilizando sus astas, pudo reconocer a James avanzando cautelosamente hacia ella mientras el último animal hacía su entrada. O al menos creyó que era un animal, para desengañarse dos segundos más tarde cuando un hombro lobo se plantó en el umbral, detrás del ciervo. Entre las toscas facciones de la criatura, creyó reconocer a Remus.

Casi se encabritó al sentir el roce de unas manos humanas en contacto con su pelaje. Se detuvo en seco, visualizando su figura original.

- ¡Remus! – Exclamó ni bien tuvo la habilidad de articular palabras. El la observaba apenado - ¿Qué sucede? – preguntó al notar su expresión.

- Lamento que hayas pasado la noche aquí – se disculpó.

- Oye, fue mi decisión – informó ella con el tono más amable del que fue capaz.

- ¿No le dirás a nadie verdad? – James la observaba con interés.

- No, claro que no – dudó un instante - ¿Lily y Alice lo saben?

- Sólo Lily – respondió Sirius. Isadora asintió.

- ¿Hace cuánto que eres animaga? – quiso saber James.

- No mucho, me llevo bastante tiempo dar con una tormenta eléctrica.

- Hubo una el día que llegamos a Hogwarts – recordó Remus. Ella asintió con una sonrisa.

- Creo que ahora mereces un nombre – Remus parecía más contento. Peter Pettigrew, que dormía en el raído sillón. se desperezó y se puso de pie.

- Yo soy Colagusano – comunicó el muchacho rechoncho de ojos llorosos.

- Verás – explicó James – Cada uno adquirió un apodo en relación con su forma animal. Lunático, Colagusano, Canuto y Cornamenta – Dijo señalando a cada uno y por último a él mismo. – Tú podrías ser...

- Sky – propuso Sirius, inusualmente tímido. – Su pelaje parecen nubarrones grises, como cuando se está por desatar una fuerte tormenta – trascurrieron unos incómodos segundos de silencio en los cuales los demás chicos observaron a Canuto con curiosidad.

- O... Tormenta – opinó Peter.

- Mmm... Sky me gusta, sí, creo que me lo quedo – confirmó ella.

Sirius reprimió una sonrisa.


Sirius Black: el velo de la muerte¹Where stories live. Discover now