Alohomora

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Lily no dejaba de charlar con Isadora, al parecer le había caído bien y se podía decir que era mutuo. Cuando llegó la hora del postre los rayos y refucilos se hicieron presentes en el techo encantado, los truenos eran ensordecedores, como si la tormenta se encontrara dentro del gran comedor. El corazón de Isadora comenzó a latir con fuerza, como queriendo salírsele del pecho. Se despidió de Lily apresuradamente prometiendo charlar con ella luego.

Al llegar a su baúl en la torre de Gryffindor respiró hondo y abrió la caja. Para su deleite en el interior de la botella se encontraba una poción rojo sangre. Escondiéndose de los demás habitantes del castillo y aprovechando el momento del postre corrió hasta los límites del bosque prohibido.

- Amato Animo Animato Animagus – Con suerte sería la última vez que repetiría ese conjuro. Bebió la poción. Comenzó a sentir el repiqueteo de dos corazones en su interior junto con un agudo dolor que le hizo llevarse la mano al pecho; su mente fue invadida por la figura de un fabuloso y enorme caballo, su pelaje era blanco y gris, se asimilaba a nubes de tormenta debido a los remolinos irregulares que describían ambos colores; la crin y la cola eran negros como el cielo nocturno cuando está despejado. Con esa hermosa imagen en su cabeza, concentró cada célula en ser el animal de sus pensamientos. Quiso hablarse a sí misma, pero al escucharse sólo oía el relinchar de un caballo. Trotó alrededor de los árboles para comprobar que se sentía a gusto. Sin perder demasiado tiempo visualizó su figura humana y se apresuró a regresar al castillo antes de que algún profesor notara su ausencia.

- ¿Dónde te habías metido? – preguntó Lily cuando la vio llegar a la sala común.

- Andaba por ahí – explicó ella encogiéndose de hombros.

- Como digas – Replicó Lily poco convencida. – Ah, ella es Alice – Presentó a la chica que estaba a su lado.

- Un gusto, Isadora Lamperouge. – le extendió la mano. – Tú también eres de Quinto, ¿no?

- Así es. Lily me ha contado que estás en cuarto, pero que les diste una paliza a Sirius y James – Soltó una risita – Aún sin saber qué hicieron, se lo merecían de seguro. – Isadora sonrió.

- No esperen que esto quede así – advirtió James sonriendo y asomando la cabeza en la conversación con Sirius a su lado.

Sirius Black: el velo de la muerte¹Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz