Focus

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Ya había pasado el mediodía e Isadora aún albergaba la esperanza de que Sirius la encontrara. Todo lo que había vivido unas horas atrás le parecía tan irreal que le costaba pensar que haberlo visto no había sido un sueño. Pero tampoco había sido lo que ella esperaba. Sí, Pettigrew había escapado, y pensarlo le hacía hervir la sangre; pero lo que más le dolió fue ver a Sirius tan raro con ella.

Mientras acariciaba a Orion y meditaba con un café en la mano terminó convenciéndose de que las circunstancias también eran extrañas, que el tiempo había pasado para todos y no había sido nada piadoso. Hasta la lechuza que Sirius le había regalado estaba maltratada por los años, sus plumas brillaban cada vez menos y estaba cada vez más ermitaña.

Pero más allá de todo, sentía un alivio que no podía describir con palabras y tanta energía que le era imposible dormir. Sí, las magulladuras que Remus le había dejado al empujarla seguían allí, dejándose notar cada vez que movía un músculo, pero hasta eso era vivificante.

Unos discretos golpecitos a la puerta trasera de su casa la sacaron rápidamente de sus cavilaciones. Su mente fue invadida por la imagen de Sirius plantado en el umbral y se apresuró a comprobar si estaba en lo cierto.

- ¡Remus! – exclamó con desenfrenado entusiasmo a pesar de no haber acertado. Se arrojó a éste con tanta fuerza, que ambos se tambalearon.

- ¡Cielos! – dijo él con los ojos como platos por la sorpresa y correspondiendo el abrazo. – Pensé que no vería esto nunca otra vez – agregó riendo.

- ¿A qué te refieres? – preguntó Isadora sin soltarlo.

- Pues a verte a ti feliz. Ya no recuerdo la última vez que te vi sonreír así.

- Bueno... aunque todo esto no sean noticias completamente buenas, es más de lo que imaginé la verdad. Puedo preocuparme más tarde.

- Si, por supuesto... - en la voz de Remus había una nota de humor. – Sabes, a mí me agradan los abrazos, pero si quieres puedes soltarme e invitarme a pasar.

- Claro, lo siento... - dijo ella dándole paso – ¿Quieres un café tú también? – ofreció agarrando su taza nuevamente – Tengo chocolate.

- ¿Café y chocolate a esta hora?... de acuerdo – aceptó encogiéndose de hombros.

- ¿Cómo tuviste tiempo de venir hasta aquí, Remus? ¿Alguien te vio venir? ¿Cómo arreglaste lo tuyo? - preguntó Isadora mientras le entregaba un café; de pronto había caído en la realidad, en que había muchas cosas inconclusas.

- Esto también se lo debemos a Dumbledore, se las arregló para hacerles creer que yo quise salvar a Harry, Ron y Hermione. – tomó un poco de café – Renuncié a Hogwarts. A Severus se le escapó que yo soy un hombre lobo. Para ahora deben saberlo los padres de todos los alumnos del colegio. No tenía opción. – Isadora pensó que Remus tenía razón, por más inofensivo que él fuese, ningún padre iba a querer a alguien con esa condición en el mismo lugar que sus hijos – Es una lástima, de verdad me gustaba estar allí. Es el único de mis trabajos que me ha gustado. ¡Y tendrías que conocer a Harry!, ya sé que lo viste, pero cuando lo conoces... Vaya, es igual a James, no puede no meterse en problemas... – ambos rieron nostálgicamente – Fueron ellos, Isa, liberaron a Sirius – Isadora se ahorró el escepticismo, aunque desconocía de qué forma lo habían logrado – Harry y Hermione usaron un giratiempo... - dijo Remus, respondiendo a la pregunta que no había formulado.

- ¡Por eso creyeron los demás que estaban encerrados! – exclamó ella. Remus la observó un tanto confundido así que Isadora le contó todo lo que recordaba a partir del momento en que él se transformó.

Sirius Black: el velo de la muerte¹Where stories live. Discover now