Tergeo

6.4K 595 160
                                    

Muchas cosas pasaron a medida que el verano y el otoño dieron lugar al invierno. Isadora había potenciado increíblemente sus habilidades, y no era para menos, ya que sus profesores eran excelentes y ella poseía un talento nato para realizar magia avanzada. Dumbledore había accedido a prestarle libros de la biblioteca de Hogwarts, incluso los que se encontraban en la sección prohibida, algunos eran útiles, otros simplemente macabros, pero Isadora consideraba que no podía dejar que nada se le escapara en la materia de Artes Oscuras, así que pasó largas horas leyendo, como era su costumbre.

Por otro lado, James le había pedido a Sirius que sea su padrino de boda, y Lily y su entusiasmo respecto al tema eran una montaña rusa, ya que cada vez que llegaban malas noticias se cuestionaba si era correcto hacer una celebración o no, por más pequeña que fuese.

- No puedes cumplir todos los caprichos de Dumbledore, Isadora. Siempre que necesita que alguien de la Orden arriesgue el pellejo al ir tras los mortífagos eres la primera en acudir, y ahora quiere que guardes tú parte de la información de la Orden, sólo porque la maldición Imperio no te hace efecto.

- Yo me ofrecí a ayudar, Sirius, es lo menos que puedo hacer. Además siento que les retribuyo a mis pad...

- ¡No le debes nada nadie! – estalló Sirius – Incluso pones más de ti que los demás.

- No veo nada malo en eso – respondió ella cruzándose de brazos.

- Terca insufrible – dijo Sirius exasperado a lo que Isa respondió.

- Pesado insoportable – chilló ella.

- ¡Necia!

- Besa mi trasero, Sirius – remató Isadora y furiosa se giró y le dio la espalda. Sirius habló calmado como si nada hubiese sucedido.

- No me obligues, cielo, sabes que no hay nada que no haría por ti – dijo esbozando una sonrisa maliciosa. Isadora bufó fingiendo estar ofendida, pues le había hecho gracia el ridículo comentario del muchacho y, aún de espaldas, rio en silencio.

- Sabes que puedo ver tu reflejo en el cristal de la ventana, ¿Verdad, amor?

- ¡Eres un tramposo, se supone que discutir no es divertido! – Dijo ella mirándolo de nuevo.

- ¿Y eso quien lo dice? – preguntó el guiñándole un ojo, con su típica sonrisa de lado – No me sale enojarme contigo – agregó encogiéndose de hombros.

Luego del intento de pleito y para darse un respiro, ambos pasaron lo que quedaba de la tarde en la cama abrazados entre caricias, café y chocolate, observando por la ventana el aguanieve que caía dejando el suelo blanco, disfrutando de las charlas y de los relajantes silencios y un poco también de las risas y las cosquillas; por un puñado de horas llegó a parecerles que nada disiparía ese absoluto estado de paz y felicidad.

Cuando el patronus con forma de ciervo llegó, habían perdido la noción de cuanto rato llevaban viéndose a los ojos, sintiendo la piel del otro sobre la propia. El animal pateado sólo dijo tres palabras con la voz de James Potter <Voldemort está aquí> y se esfumó. Luego de un segundo que les pareció eterno, ambos se vestían a la velocidad de la luz.

Isadora montó en sus hombros la capa de viaje y le dio la mano a Sirius para aparecer en el Valle de Godric, pero al llegar allí sólo silencio encontraron. Corrieron hacia la casa de los padres de James, desde el exterior pudieron ver que había más gente de que usualmente encontrarían allí. Llamaron a la puerta y no se extrañaron de que al abrirla todos los apuntaran con las varitas al pecho.

- Sus patronus – requirió Remus. Sirius observó a Isadora unos segundos, sonrió al encontrarse con sus ojos pardos, e inmediatamente un resplandeciente perro plateado salió de la punta de su varita. Sin esperar que Isadora conjurara el suyo les dejó paso.

Sirius Black: el velo de la muerte¹Where stories live. Discover now