Sirius Black: el velo de la muerte¹

Expulso

Una terrible tormenta se desataba alrededor del expreso de Hogwarts, el agua y el viento azotaban con fuerza las ventanas, el aire era inusualmente frío para el verano. Isadora pensó que el clima reproducía perfectamente sus sentimientos en ese momento. El compartimiento estaba abarrotado ya que todos sus amigos se encontraban en él, pero el silencio era sepulcral. Podía oler la estela de perfume que Sirius dejaba cada vez que le acariciaba el cabello o se acercaba a darle un beso en la mejilla, era lo único que la devolvía al presente desde sus pensamientos que iban, venían y se arremolinaban en su cabeza; algunos recuerdos felices y otros escenarios espantosos producto de su imaginación. Al contrario de ella, sus amigos sólo veían a una muchacha con los brazos cruzados sobre el pecho y los puños alternando entre contracción y relajación de acuerdo a lo que pasara por su cabeza; su expresión era ausente, veía sin mirar los hilos de agua que resbalaban por el cristal..

Frank y Alice se hallaban sentados junto a James y Lily; todos ellos sin saber exactamente qué decir. Peter y Alaric miraban por la ventana cómo queriendo ver lo mismo que Isadora encontraba interesante en la lluvia; Sirius alternaba su mirada entre ella, James y Remus, mirando a éstos últimos con expresión de súplica, esperando que alguno pudiera sacar a la chica del silencioso trance en que se encontraba. Remus revolvió el bolsillo de su campera y le extendió a su preocupado amigo una tableta de chocolate a lo que éste respondió con una media sonrisa.

- Ten – ofreció Sirius provocando que Isadora se sobresaltara ligeramente – Lo siento, es que llevas dos horas mirando esa ventana – se disculpó acariciando su mejilla.

- Si necesitas un momento podemos irnos y nos dices cuando regresar – sugirió James.

- No queremos molestarte, pero tampoco dejarte sola, Isa, es que nos preocupas – explicó Lily

- No, chicos no quiero que se vayan, es sólo mi cabeza que no para de pensar – Isadora engulló un bocado de chocolate – Quiero saber quién los mató – declaró – Dumbledore apenas me contó qué fue lo que sucedió, ni siquiera hablé con mis abuelos, no sé cómo están ni cómo organizaremos el funeral, ni... - se alborotó el cabello con las manos, preocupada por todas sus dudas – Me cuesta asumir que los veré... ya saben... - dijo sin poder terminar la frase.

El tren llegó a King's Cross, la mañana se encontraba horriblemente húmeda y gris, no ayudando en nada a su ánimo. El numeroso grupo de alejó del tren escarlata llegando a la zona que era visible a los muggles. Isadora se detuvo en seco y al verla sus amigos hicieron lo mismo, sus padres no irían a recibirla ese año al llegar de Hogwarts, pero en su lugar pudo ver a sus abuelos plantados en el espacio que separaba las plataformas 9 y 10, denotando profunda tristeza. Ella soltó la mano de Sirius y se corrió a abrazarlos fallando en contener las lágrimas al igual que ellos. Pasados unos segundos sus amigos consideraron prudente acercarse y saludaron a la pareja alzando una mano.

- Arreglamos todo lo necesario, el funeral será este mediodía – dijo su abuelo acariciándole la mejilla – no queríamos que pasaras tú por todo eso sola – Lo lamento, hija – Isadora asintió.

- Puedes venirte con nosotros cuando todo termine, nos iremos esta misma noche, allá estaremos más seguros – sugirió su abuela. Sirius miró instintivamente a su novia, esperando la respuesta.

- Gracias, abuela, pero me quedaré aquí en Londres.

- ¡Pero corres peligro aquí!, ¡En esa casa! – se escandalizó la anciana.

- No me quedaré allí – informó tomando la mano de Sirius – además estuve hablando con Dumbledore y...

- ¡Isadora, no me digas que a ti también te ha convencido con lo de esa condenada Orden!, ¡Es muy peligroso! – chilló la mujer - ¿No ves lo que les pasó a tus padres? – preguntó con furia. Antoine pidió calma con un ademán y advirtió como todos los jóvenes fruncían el ceño ante la actitud de Maggie, mientras que Sirius además la rodeaba con un solo brazo afirmándola contra él.