Avada Kedavra

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La huida del Dumbledore del ministerio había dejado a la Orden del Fénix sin cabecilla. Entre otras cosas Fudge se había encargado de dejar en claro que Dumbledore quería derrocarlo y tomar control del ministerio, y lo que era igual o peor, Dolores Umbridge había sido nombrada directora de Hogwarts. Más que a dirigir el colegio, la bruja se dedicaba a hacerle la vida imposible a Harry y todos quienes simpatizaran con él; aún más desde que descubrió sobre "El ejército de Dumbledore"

Esa tarde, Isadora había cometido el error de pasar junto a la oficina del ministro y éste obviamente le había delegado una tarea tediosa que no le correspondía a su departamento.

- ¡No soy su secretaria para andar llevando recados y papeles! – se quejó Isadora cuando estuvo con sus amigas – les advierto, no toleraré a esa mujer por mucho tiempo sin embrujarla.

- ¡Genial!, ¿Podemos ir a ver? – preguntó Tonks.

- ¿Qué necesita Umbridge del ministerio de todos modos? – inquirió Allie

- No lo sé, alguna estupidez sobre los MHB, mejor me voy, cuanto antes llegue antes terminaré con eso.

Isadora tomó un puñado de polvos Flu y se introdujo en una chimenea indicando la palabra "Hogwarts". Inmediatamente después de poner los pies sobre el piso de piedra se dio cuenta que no haber especificado la oficina había sido una mala idea. Había aparecido en el salón de adivinación, la torre más aislada de todo el castillo. Usó la puerta trampa para salir y maldijo la mitad del camino por las escaleras movedizas mientras vigilaba el suelo en busca de escalones evanescentes.

- ¡Ah, ahí estás! – dijo una voz aguda y desagradable

- Pues, sí – contestó Isadora – Fudge manda esto, hasta luego. – le extendió varios rollos de pergamino y giró en U.

- Un momento, quiero ver que esté todo en orden – Isadora se volvió con irritación.

- Si sabe leer no sé por qué me necesitaría para revisar eso.

- Sólo en caso de que tengas que volver con el resto – explicó Umbridge con condescendencia.

- Tengo cosas más importantes que hacer; irme, por ejemplo.

Isadora no se despidió de Umbridge ni tampoco le dio tiempo a responder, pues se montó en una escalera que cambio de rumbo y se alejó de ella lo antes posible. Recorrió los pasillos hasta llegar al salón de transformaciones el cual tenía la chimenea más cercana. Golpeó la puerta y una voz familiar la invitó a pasar.

- Ah, hola, Isadora, qué raro verte por aquí.

- Cosas del ministerio, profesora – respondió con cansancio.

- Ya no soy tu profesora, puedes llamarme Minerva – dijo la mujer con una sonrisa mientras movía la cuchara de su taza de té mediante magia.

- Es la costumbre, prof... Minerva. ¿Podría usar su chimenea para volver al ministerio?

- ¡Por supuesto! – exclamó Minerva - ¿Quieres una taza de té antes?

- Supongo que no habrá problema con que me demore unos minutos – respondió Isadora acercando una silla la escritorio. McGonagall hizo aparecer una taza de porcelana blanca con lazo dorado y un patillo debajo.

- ¿Se sabe algo sobre Albus?

- No, lo siento. Ninguno en la Orden sabe en dónde está, pero supongo que no saber es algo bueno, significa que el ministerio no tiene la menor idea.

- Oh, claro – coincidió – Sólo desearía un reemplazo menos desagradable.

- Ni que lo diga, profesora, aunque debo admitir que no tener a Umbridge en el ministerio es un sueño hecho realidad – Minerva sonrió y le acercó una bandeja a Isadora.

Sirius Black: el velo de la muerte¹Where stories live. Discover now