Expecto Patronum

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La enorme casa que se cernía entre suaves colinas cubiertas de espesa pastura y flores amarillas diminutas poco tenía que ver con el lúgubre número doce de Grimmauld Place, la ancestral casa de los Black, un lugar sombrío y mohoso. La diferencia más notable para Sirius, era que su hogar ahora no estaba plagado de objetos encantados que le recordaban cuan poco bienvenido era; como el retrato de Walburga Black o el árbol genealógico del cual había sido eliminado por su déspota e intolerante madre.

Su hogar ahora era luminoso, con altos ventanales en los que ondeaban cortinas blancas larguísimas que decoraban las aberturas de una hermosa madera lustrada al igual que los pisos. Las paredes al igual que lo demás eran de colores claros y suaves, como si todos allí tuviesen aberración por lo sombrío, como si lo hubiesen padecido, y así era.

Buckbeak, el hipogrifo, corría entre los árboles frutales, esperando que Sirius le lanzara uno de los animales muertos que llevaba. Detrás de Sirius una niña de cabello negro y rasgados ojos grises, intentaba observar al hipogrifo escapándose de su padre que se interponía entre ella y la bestia.

- Agáchate, así – Sugirió Sirius inclinándose en frente de hipogrifo – No dejes de mirarlo a los ojos. – Ella se acercaba al animal inclinando la cabeza y tratando de mantener los ojos fijos en Buckbeak, Sirius la observaba tenso, con su varita firmemente sujetada. Buckbeak se inclinó frente a ella y dio un paso hacia adelante.

- Despacio, despacio – murmuraba ella extendiendo el brazo para tocar la cabeza del hipogrifo, apoyó su mano y comenzó a acariciarlo mientras el animal cerraba los ojos ante el contacto.

- ¡Excelente hija! – Animó Sirius, riendo orgulloso. Ayudó a Raphaella a montar – Cuidado con sus plumas – dijo subiendo detrás de ella.

Minutos más tarde los tres volaban alrededor de la casa a toda velocidad. Un grupo de siluetas que se acercaban a la casa llamaron la atención de Sirius, por lo que decidió descender.

- Ven cielo, creo que tu padrino está aquí – Dijo Sirius.

- ¿Podremos volar más tarde otra vez? – preguntó la niña, tenía en cabello revuelto y sus bucles pendían desordenados en su espalda.

- Todas las veces que quieras – respondió él – pero tienes que esperar tu turno, tus hermanos querrán montar también.

Raphaella entró corriendo a la casa y de un salto estiro los brazos hacia Remus, quien la sujetó en el aire.

- ¡Hola brujita!, esto es para ti, ¡no te las termines todas! – dijo él dándole una bolsa de ranas de chocolate y guiñándole el ojo.

Todos los 31 de agosto, el día antes de volver al castillo de Hogwarts, Remus Lupin pasaba a visitar a su ahijada y al resto de los Black, llevando ya con él su baúl con las iniciales RJL, listo para empezar un nuevo ciclo lectivo como profesor de defensa contra las artes oscuras. 

Sirius Black: el velo de la muerte¹Where stories live. Discover now