Alarte Ascendare

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El Séptimo Año en Hogwarts había llegado para Lily, Alice y los merodeadores. Aunque Isadora trataba de no hacerlo ver, se sentía sola incluso antes de que ellos se fueran.

El gran grupo de amigos había pasado las MHB con notas fabulosas, pues aunque los merodeadores eran famosos por sus travesuras, eran igual de diestros en el arte de la magia. Sirius, por su parte, había pasado ese verano en casa de los Potter y no había vuelto a su, si es que se lo podía llamar así, hogar de Grimmauld Place.

Esa fría mañana de octubre Lily y James llegaron tomados de la mano hasta el gran comedor donde se encontraban Remus, Sirius, Peter, Isadora y Alice, la cual se hallaba sentada al lado de su novio Frank.

- Buenos días tórtolos – Saludo Remus a los recién llegados. Sirius tomó el un ejemplar del Profeta de una lechuza del correo. Y al cabo de leerlo por encima lo dejó en medio de la mesa.

- ¿Han visto esto? – Dijo señalando las primeras hojas del periódico – Ha habido otra desaparición, un mago nacido de muggles. - el grupo de amigos se sumió en un silencio sepulcral, hasta que James se decidió a romperlo.

- Han sido los mortífagos, no hay duda – Opinó. – Sólo que en el ministerio lo niegan continuamente.

- ¿Por qué harían eso?, magos y muggles desaparecen todos los días. – Dijo Lily.

- Porque no saben controlar la situación – añadió Remus – Dumbledore ha reforzado la seguridad del castillo, aunque no creo que se atrevan a atacar Hogwarts. Al mirar hacia el sillón donde debía estar sentado el director, Isadora no lo encontró allí.

La primera clase de la mañana resultó ser D.C.A.O, una materia que a Isadora se le daba bastante bien. El tema del día eran los encantamientos patronus.

- El encantamiento patronus... – Comenzó a explicar el profesor – Es una gran defensa contra las artes oscuras. No basta sólo con conjurarlo, deben pensar en un recuerdo feliz. Y recuerden: el encantamiento persiste el tiempo que estén concentrados en ese recuerdo. Un patronus corpóreo es muy poderoso. Cada uno tendrá una forma especial, un animal distinto, ese es su sello. – Señaló a los alumnos – Pueden comenzar – añadió.

Esa mañana no se prestaba, particularmente, para concentrarse en un bonito recuerdo. Las noticias del profeta de ese día no habían sido para nada alentadoras respecto a lo que estaba por venir, la incertidumbre y la preocupación inundaban las aulas.

Isadora alzó su varita y dibujando círculos en el aire recordó una anécdota divertida que sus amigos habían contado la noche anterior. Un delgado hilo de plata salió de su varita y al cabo de unos segundos desapareció, igual de débil. El profesor Creighton no pasó desapercibido el intento de conjurar el hechizo, y al ver que había sido la única alumna que luego de una hora había podido hacer aparecer un mínimo destello de su varita, se acercó a ella.

- Aquí he visto un avance – Avisó al resto de la clase. – Señorita Lamperouge, repita el hechizo, por favor. Ésta vez concéntrese en un nuevo recuerdo, más fuerte, más feliz. – Para su profesor era sencillo decirlo cuando la clase entera no estaba esperando algo de él.

Cerró los ojos e intentó imaginar una de las noches en las que acompañaba a Remus en una de sus transformaciones junto con los demás, una particularmente divertida. Luego recordó un juego de Quidditch con sus amigos.

- Expecto Patronum – Susurró.

Un haz de luz más poderoso que el anterior salió de su varita y se mantuvo en el aire unos segundos. De pronto, recordó a sus padres, y sus semblantes preocupados ante el advenimiento de un nuevo año en Hogwarts, parados al borde del andén, con la misma incertidumbre y desinformación que padecía todo el mundo mágico. El haz de luz se disipó nuevamente y su rostro se contrajo ante los nuevos recuerdos, extrañaba a sus padres, quería decirles que estaba bien y que volvería en las vacaciones a verlos, quería abrazarlos para aliviar sus inquietudes. Pensándolo bien, ella necesitaba un abrazo.

Y lo recordó.

Recordó a Sirius abrazándola luego de aquel baile de navidad, recordó cuando le prestó su abrigo, cuando tomó un castigo por y con ella...

- Si no se siente bien puede descansar, ha estado muy bien – Dijo Amún, su profesor, en un intento de interrumpir sus recuerdos.

Pero ahora la invadían. Él la invadía.

- Expecto Patronum – Dijo tímidamente, pero con voz clara.

Una yegua plateada apareció ante los ojos de toda la clase, galopando a un palmo del suelo. Las manchas apenas perceptibles del animal se asemejaban a las suyas cuando tomaba su forma animaga. El profesor Creighton aplaudía enérgicamente. El resto de los alumnos observaba al brillante equino con los ojos desorbitados.

Aún sentía que respiraba el perfume de su amigo, cuando por fin el animal se disipó. Agradeció internamente que nadie pudiese ver cuáles eran los recuerdos que habían logrado conjurar el patronus.

- ¡Excelente, veinte puntos para Gryffindor! – ordenó el profesor.

La hora restante de clase hubo escasos avances, algunos compañeros habían logrado aparecer unos débiles hilos plateados, pero no más que eso. Aunque se sentía feliz de haber podido conjurar el hechizo, y de haber sido la primera y única del día, debía admitir que estaba en deuda con Sirius, pues él le había proveído el recuerdo que funcionó.

Cuando salía del aula de D.C.A.O un miembro de Ravenclaw se le acercó, un muchacho alto con el cabello lacio, rubio y ojos color miel.

- Oye, eso fue increíble. – Dijo con una sonrisa. – Alaric Radburn – se presentó extendiéndole una mano, la cual ella tomó.

- Me llamo Isadora...Gracias – respondió ella restándole atención.

- ¿Cómo lo has hecho? – ella lo miró confundida – Al encantamiento – Aclaró - sólo logré un deprimente patronus incorpóreo, si es que le puedo llamar así.

- Bueno, tal vez tendrías que hurgar más en tus recuerdos, buscar alguno que de verdad sea poderoso, a mí me ha funcionado. – Isadora deseaba que el muchacho no le preguntara sobre su recuerdo.

- Lo intentaré – afirmó Alaric. - Tu siguiente clase también es Encantamientos, ¿Verdad? – Isadora asintió. – Podemos ir juntos, bueno, si quieres...

- De acuerdo – dijo ella al ver que Alaric comenzaba a titubear.

Apenas si Isadora pudo prestar atención a la clase de Encantamientos, había pasado al menos veinte minutos de ésta charlando con Alaric sobre sus vidas, hasta que la profesora les pidió silencio por segunda vez.

- Y, ¿Qué planeas hacer cuando termines el séptimo año en Hogwarts? – preguntó él, mientras la escalera en la que estaban cambiaba mágicamente de dirección.

- Bueno, quiero ser Auror – admitió Isadora, mientras tomaba otra escalera en dirección al vestíbulo. – Pero... la situación actual es bastante desalentadora. Se trata de ocultar el caos y la incertidumbre, si voy a ser realista no sé qué pasará cuando lleguemos a séptimo.

- Lo lamento, fue una pregunta estúpida – Se disculpó Alaric. – Igualmente me agrada tu elección, y de ser posible llevarla a cabo, serás magnífica como auror.

- Oh, gracias – respondió Isadora encogiéndose de hombros. Habían llegado al gran comedor para la hora del almuerzo, ella logró distinguir a sus amigos de entre la masa de alumnos que se encontraban en la mesa de Gryffindor y caminó hacia ellos con Alaric a su lado.

- Debo ir a mi mesa – informó éste.

- Oh, claro... Ha sido un gusto conocerte – dijo Isadora tendiéndole la mano. Sus amigos observaban al dúo, expectantes.

- Igualmente – respondió Alaric. Amagó a dar un paso hacia adelante pero se detuvo y giró hacia donde estaba Isadora. – Oye... - Isadora se giró sobre su silla – me preguntaba si quisieras que nos juntáramos a estudiar para el próximo examen de encantamientos, ya sabes, el que es dentro de dos semanas. – el muchacho se rascó la nuca, nervioso.

- Sí, claro... Luego podemos arreglar los horarios – respondió la pelinegra con una sonrisa.

Alaric sonrió complacido y se enfiló hacia la mesa de Ravenclaw.

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Sirius Black: el velo de la muerte¹Where stories live. Discover now