Confringo

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I

Isadora desde luego no tardó en recibir noticias de Sirius. Ella había decidido suscribirse a El Profeta para mantenerse al tanto, aunque obviamente no tenía esperanzas de encontrarlo o de que él la encontrara y no se necesitaba ser demasiado astuto para saber que el ministerio seguramente vigilaba su casa en caso de que Sirius decidiese aparecer. La primera pista llegó poco después del comienzo año escolar; luego de que Remus le comentara mediante una de sus cartas que Dumbledore le había dado el puesto de profesor de D.C.A.O. . Según El Profeta, Sirius había sido visto en Hogsmeade.

Esa misma noche decidió que no podía quedarse en su casa durmiendo cómodamente mientras él era perseguido por prácticamente todos los aurores del ministerio. Casi a medianoche tomó su varita y con las luces apagadas intentó abrir la puerta trasera. Miró a su alrededor unos segundos y se asomó para poder ver mejor todo el jardín. La calma duró demasiado poco, ya que una corriente gélida inundó el ambiente, el aire se le congeló en los pulmones y una insoportable sirena chillaba sin parar aturdiéndole los pensamientos. Al ver a las dos figuras encapuchadas se estremeció. Hacía quince años que no podía producir un encantamiento patronus.

No probaría suerte en ese momento, decidió que lo mejor era desaparecerse antes de que se acercaran, pero no pudo hacerlo. Intentaba recitar el hechizo para repeler el encantamiento anti-desaparición, pero cada vez se concentraba menos. ¡¡NO!! ¡ES MENTIRA!, ¡SIRIUS! – la voz se le quebraba de tanto gritar, era tan impresionante escucharla que Remus, quien estaba detrás de ella se estremeció - ¡SUÉLTAME REMUS! ¡DÉJAME! ¡ES INOCENTE! – gritó desesperada y temblando con violentas sacudidas, sintió la piel de sus manos arder, Remus la soltó de inmediato... De pronto la luz la cegó y un animal de luz que no podía identificar alejó a los dementores. Alguien la quiso ayudar a ponerse de pie, pero ella se alejó bruscamente con la varita en alto.

- ¿está bien señorita Lamperouge? – preguntó uno de los Aurores. Ella recorrió los cinco pares de ojos que la miraban, no sabía sus nombres, pero ellos no habrían podido llegar tan rápido. Ya estaban allí desde antes del ataque. Se quitó la cortina de cabello de la cara y recuperó la compostura.

- Bla... - se arrepintió de corregirle - ¿Se puede saber que hacen todos ustedes en mi casa? – preguntó tratando de conservar la calma a pesar de que acababa de confirmar que la vigilaban constantemente.

- Vimos los dementores demasiado cerca – respondió uno rubio.

- ¿Ah sí? – dijo en tono sarcástico - ¿Desde sus casas o justo pasaban? – Ninguno parecía querer responder.

- Es por su seguridad...

- ¡POR MI SEGURIDAD!, ¿POR MI SEGURIDAD?, MIREN SI ESA ES LA EXCUSA DEBERIAN HABER AVISADO QUE IBAN A PONER UN ENCANTAMIENTO CUAL TOQUE DE QUEDA EN MI CASA, ¿DE VERDAD CREEN QUE SIRIUS BLACK VA A APARECERSE ACÁ?, ES LO MAS RIDICULO QUE HE ESCUCHADO – murmuró algo para sí y agitó la varita en dos direcciones. Luego se apareció exitosamente entre dos de los aurores. – Cómo dije, es ridículo, no quiero que vuelvan a poner esa maldita cosa en mi casa. – Los cinco hombres alzaron también sus varitas y uno de ellos le pidió severamente que les entregara la suya. Ella sonrió con sorna y la dejó sobre la mesa. – No la necesito para hacer magia– se burló.

- Mire – comenzó el que le pidió la varita – no le dé motivos al ministerio para creer que está ayudando a Black. Tenemos la autoridad para vigilar esta casa.

- ¿Me está amenazando? ¿O qué?

- Sólo le estoy diciendo que el ministerio tomará acciones inmediatas si entorpece su operación.

- ¿Y cómo estoy haciendo eso? ¿por salir de mi casa?, además si quisiera ayudar a... Black, ya lo sabrían, me observan desde que escapó, ¿o no? Y yo no tengo por qué estar encerrada por su culpa. Búsquenlo a él en todo caso. Y llévense de aquí a esos bichos – señaló al cielo, dónde suponía estaban los dementores.

Sirius Black: el velo de la muerte¹Where stories live. Discover now