1. Su primer amor

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Los doctores han dicho que Camille podría despertar en días, semanas o incluso meses

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Los doctores han dicho que Camille podría despertar en días, semanas o incluso meses. Le han inducido el coma para que se recupere luego de la segunda cirugía que ha tenido hace unas cuarenta y ocho horas. Todavía no despierta, así que sólo me ha quedado acercarme a Dios para que Cam pueda abrir los ojos. 

Da igual que no consiga su perdón, sólo quiero ver sus ojos una vez más. 

Si yo me hubiera casado con ella. Si tan sólo no hubiese hecho lo que hice, ella y yo estaríamos en alguna parte de Londres, tal y como lo habíamos planeado. 

Los dos juntos y felices. 

Sin hospitales. 

Y por supuesto que sin Josh. 

Aunque odie su presencia,  debo admirar el hecho de que no se ha movido de aquí en ningún momento. Se ha quedado postrado al lado de su cama noche y día, al igual que un maldito perro faldero, pero no puedo reprocharcelo. Él, al igual que yo está enamorado de ella.

Hago un esfuerzo enorme por no estrellarlo contra la ventana al ver que toma su mano y se la lleva a la boca.

Maldita sea.

Yo lo único que puedo hacer es venir a verla cuando alguien de la familia de mi chica se retira. No quieren que me acerque a ella, mientras que ese idiota puede estar todo instante pegado a Camille si él así lo quiero. 

—Creo que me toca cuidarla —digo tenso, mientras abro la puerta.

Me fulmina con la mirada, pero de igual forma se levanta. No le queda de otra, sabe que si nos volvemos a pelear, el hospital nos vetará a ambos. 

Veo como se acerca hasta su inmaculado oído y le susurra las dos palabras más sinceras que he escuchado desde hace mucho tiempo.

—Te amo, princesa.

Le da un beso en la frente y sale a toda prisa.

Una vez más me contengo para no asesinarlo. No me gusta ver como la toca o la mira. Su suave piel es sólo mía. Aunque él sea su actual novio, no le da derecho a tocarla... y mucho menos si es delante de mí.

Cierra la puerta y me apresuro a llegar a su lado, jalo la silla para sentarme y estar a su altura. Coloco mi mano en su rostro para acariciarlo con sumo cuidado. Su piel está tibia y eso me da una alegría inmensa, pero sus mejillas han perdido por completo su rubor natural. 

Tomo aire y me animo a decir lo siguiente:

—Despierta,Cam. Tienes que hacerlo. Hay mucha gente que te necesita. No puedes quitarnos el privilegio de no volver a escuchar tu risa o mirar aquellos ojos que brillan cuando logras encontrar el tono exacto de pintura que deseas —Sonrío al recordar cada uno de sus detalles—. Yo te necesito. 

La miro, la miro y la vuelvo a mirar. Su belleza es inaudita o al menos eso a mí me parece. Su cabello es más corto de lo que recordaba. Amaba que sus ondas le llegaran a la altura de su cintura, la hacía ver jodidamente sexy.

Cuando eras mía©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora