Sé que he cometido un error. Emily es una chica divertida y me la pasé muy bien, pero no he sentido la magia que Camille es capaz de provocar en mí tan sólo con una simple mirada.
Hemos ido a escalar unas cuantas rocas. Lo que me atrae de Em, es que tiene el mismo espíritu aventurero que yo. No se ha quejado de nada, y mucho menos titubeó cuando llegamos a la punta más alta del muelle de Santa Mónica.
Acelero.
Quiero llegar a casa y tirarme en el sofá, tal vez a ver algún partido de béisbol y beber un poco del tequila que descansa en la alacena.
Cuando finalmente llegamos a la acera que está en frente de mi casa, un alivio se apodera de mí. Bajo de la motocicleta en completo silencio, no me apetece charlar de nuevo.
Contemplo a la rubia que me sonríe pretenciosa. Esquivo su mirada. No quiero darle falsas ilusiones. Todavía no estoy preparado para salir con alguien más.
Ella sigue en mi sistema.
—Te acompaño —musita, haciendo un gesto con la cabeza hacia el edificio.
Sonrío.
—Estoy bastante cansado, pero gracias por salir conmigo. Me he divertido mucho.
Se encoge de hombros. Acerca su rostro a mí y besa mi mejilla, correspondo el gesto, pero en mi interior ruego para que se aleje, se separa de mí y le sonrío. Finalmente se gira y sale contoneando de manera exagerada sus caderas.
Ha sido extraño salir con alguien tan distinta a mi princesa. No dejé de pensar en ella en ningún segundo.
Diablos... ¿qué fue lo que me hizo?
Suelto un suspiro. Camino por el corredor y vislumbro un ramo de rosas al lado de un retrato de mi rostro. Esto me daría miedo si no supiera quién ha estado aquí.
Levanto las flores y las huelo, imaginando que es ella la que está conmigo. Aunque no quiero, se me dibuja una sonrisa en el rostro y el simple hecho de saber que sigue pensando en mí, hace que el corazón se me alborote de manera intensa.
Cierro la puerta con la punta de mi pie, ya que el cuadro es grande. Al estar dentro, lo dejo todo en la mesa para leer la tarjeta que sobre sale dentro de las flores.
El pulso se me acelera al ver que en el papel, descansa su preciosa caligrafía.
—¿Por qué me haces esto? —pregunto, siendo consciente que solamente estoy yo en la habitación. Revuelvo mi cabello y maldigo por lo bajo.
¡Ay, preciosa! Yo también te quiero.
Te quiero con toda el alma.
Pero... no puedo darle otra oportunidad.
Me rehúso a perdonarla tan fácil.
¿Creé que con un bonito ramo de rosas ya estará todo solucionado?
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Cuando eras mía©
RomanceSecuela de "Cuando era tuya", para poder leerla tendrás que haber leído el primer libro. Dicen que el primer amor nunca se olvida; dicen que donde hubo fuego cenizas quedan, pero Camille está convencida de que ha olvidado a James Scott, el hombre...