28. Las estrellas del tejado

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 Decido ocultarle lo del beso

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 Decido ocultarle lo del beso. Y aunque preferiría contarle, ya ha tenido suficiente con haberle confesado que aún sigo sintiendo algo por James. 

Sí, sigo sintiendo algo por él, pero el amor que le tengo al castaño es más fuerte. Y a pesar de que James supo jugar muy bien sus cartas, después de la noche de ayer, sé que desaparecerá por completo de mi vida y de la de Josh. 

O al menos eso espero. 

Caminamos por la playa como la feliz pareja que eramos hace un par de meses. Nadie dice nada, pero no importa, estar a su lado es lo único que me compensa. Las estrellas brillan sobre nosotros y las olas nos acompañan en nuestra tormentosa reconciliación. 

—Josh, te amo —suelto, sin dejar de verlo—.  Te amo mucho. 

Él se voltea y esboza una mueca melancólica.  

—Ven, vámonos de aquí —dice, ignorando mis palabras—. Muero por mostrarte algo. 

Frunzo el ceño. 

—¿Ahora? 

—Sí. Ahora... —Revuelve su cabello—. Al menos que tengas planes con alguien más. Si es así, de cualquier forma vendrás conmigo. 

No me gusta el tono con el que me lo dice, pero no le contesto. No tengo el privilegio de echarle algo en cara y mucho menos si se trata de algo tan banal. En cuanto asiento, el castaño empieza a correr sin soltarme de la mano. Trato de seguirle el paso pero me es imposible. Es mucho más veloz que yo y también tiene las piernas más largas.  

Suelto un grito cuando estoy a punto de tropezar con un castillo de arena que seguramente un niño dejó construido. 

—Creí que eras buena corriendo —agrega con burla. 

—Que gracioso... eres —digo entrecortadamente. 

—De acuerdo, respira profundo y volvamos a hacerlo. 

Aspiro por la nariz y exhalo por la boca. Repito el gesto en diferentes ocasiones pero sigo sintiendo que el corazón me atravesará el pecho. Josh se da cuenta y decide extender mi mano. Sin pensarlo la tomo con la esperanza de que no me hará volver a correr con la misma intensidad que tiene un maratón. Al parecer, escucha mis suplicas y empezamos a caminar con tranquilidad. 

Al llegar a donde ha aparcado la motocicleta esbozo una pequeña sonrisa.

—Ten —susurra al tenderme su casco. 

Frunzo el ceño al percatarme de que él no se pondrá uno. 

—¿Y tú? —pregunto preocupada. 

—Descuida, no pasará nada. Me doy por servido con que tú estás protegida. 

Lucho un par de veces para que él sea el que se lo ponga, pero termino perdiendo. Resoplo un poco y me trepo detrás de Josh. Paso mis manos al rededor de su cintura y recargo mi cabeza en su hombro. Susurro que estoy lista y ambos salimos disparados  hacia las calles de Santa Mónica. 

Cuando eras mía©Where stories live. Discover now