32. Un corazón que late a pesar del dolor

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Aterrizo en México a las cinco de la tarde

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Aterrizo en México a las cinco de la tarde.

Esta vez no vengo con el propósito de volver a comenzar. Lo único que quiero es pensar y reflexionar bien mis estúpidas acciones. No ha estado bien la forma en la que he actuado. Que lástima que me he dado cuenta demasiado tarde.

Lo he perdido.

Y todo por mis dudas e inseguridades.

No lo culpo. Yo me hubiera mandado al demonio desde hace mucho. Ni siquiera entiendo como es que pudo aguantar tanto tiempo a mi lado. Soportando las malditas emociones que tenía hacia James. 

Tomo un taxi y pido que me dejen en el hotel de Rocío. Sé que con ella tengo garantizado un fin de semana tranquilo. Es el único sitio en donde podría sentirme segura. Y hoy más que nunca, necesito esa comodidad. Tengo el corazón destrozado, pero esta vez asumo mi culpa.

La ventana del coche se empieza a empapar de pequeñas gotas de agua. Ayer creí que James era mi tormenta y Josh los relámpagos, ahora me doy cuenta de que era totalmente lo contrario. Josh terminó siendo el ojo del huracán, y el otro... bueno, un simple remolino que se forma con el más pequeño soplido de aire.

Estoy hecha un desastre. Siento como si me hubiesen arrancado el alma.

Cuando el chófer me indica que hemos llegado, le pago con un billete de veinte dolares.

Al ver el imponente portón, tomo aire para prepararme a entrar. Me preguntarán por él. Lo sé. Así que respiro con fuerza para no desmoronarme al escuchar su nombre. Con lo que pasó hoy en la mañana, toda mi fuerza interior se ha desvanecido.

Su cuerpo me pedía a gritos que me acercara, pero sus ojos decían que me alejara.

Josh me detesta por completo.

Dejo de divagar y finalmente toco el timbre, me estoy empapando. Al escuchar que unos pasos se acercan, mis manos empiezan a sudar y mi corazón a latir con fuerza. Y cómo no. Este lugar me trae tantos recuerdos, algunos malos y otros buenos, sin embargo, todos me llevan de vuelta a él.

—Bienvenido al hotel Danifer ¿En qué puedo servirlo? —dice Rocío, antes de reconocerme. Al ver mi rostro, suelta un grito de emoción. Me abraza con cariño. Yo correspondo el gesto—. ¡Camille! ¡Pero que sorpresa! ¿Has venido tú sola o esperamos también a Josh?

La miro a los ojos y hago un gesto con el rostro dándole a entender que no lo mío con el castaño no ha funcionado. 

—Oh, cariño. Lo lamento, tanto —Acaricia mi espalda con ternura—. Adelante, adelante, sabes que aquí tienes tu casa.

Espero que un niño baje corriendo y se abalance contra mí. Rocío se da cuenta de mi expresión de sorpresa, así que antes de que pregunte por sus hijos, ella responde:

—Llegarán el domingo por la mañana. Se han ido a casa de su abuela. La señora se ha puesto un poco delicada y me ha pedido que los dejará con ella y su tía un par de días. Así que están ahí —me cuenta—. ¿Quieres una taza de café? Estás temblando.

Cuando eras mía©Where stories live. Discover now