Confesiones

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Recomendación para escuchar mientras lees este capítulo: "Las transeúntes"- Jorge Drexler

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Recomendación para escuchar mientras lees este capítulo: "Las transeúntes"- Jorge Drexler.

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CONFESIONES



Para Julieta en una situación romántica había algo mejor que el beso mismo, la sensación que aparecía justo después del instante donde la pareja se separa para observarse con una sonrisa cómplice. A ella casi nunca le había ocurrido, ésta era de las pocas ocasiones en que si lo pudo sentir y maravillosamente no hubo alcohol en su torrente sanguíneo para que eso pudiese pasar, aun no podía creérselo.

Despegarse de Sebastian le resultó difícil, lo más gracioso fue que se sentía una rebelde sin causa, estaba besuqueándose en la puerta de una estricta residencia universitaria católica y no tenía muchas ganas de entrar a casa, al parecer su acompañante tampoco quería marcharse de allí.

Con solo una mirada ambos comprendieron que pensaban lo mismo y emprendieron un nuevo rumbo para sentarse en uno de los bancos de la plaza cercana al hogar de Julieta.

La madrugada siempre le daba un aire turbio a ese sitio, pero bajo las luces amarillentas de la plaza encontró un nuevo color en los ojos de Sebastian, ¿De qué color eran realmente sus ojos?, a veces parecían oscuros, a veces claros entre el verde y marrón, ahora eran algo así como grises destellando un poco de amarillo cuando la tenue luz de la plazoleta enfocaba su bello rostro.

Frente al banco había una fuente de piedra que la chica nunca se había detenido a ver, todos los días pasaba por allí para ir a la facultad como un autómata y todavía no comprendía el encanto de ese lugar.

Ahora iba a ser muy diferente, reconocería ese sitio como su primera cita más que exitosa con el chico de Nappn quien ahora no era un desconocido, sino que sumaba más puntos en esa lista imaginaria escrita en la mente de la muchacha, habían nuevas palabras agregadas a ese registro: gran besador.

Sebastian tomaba sus manos mientras que ella se deleitaba observándole de cerca, sobre su labio superior tenía un pequeño lunar que a Julieta le pareció adorable, acto seguido inició una guerra de besos apasionados que ni ella misma creía que podía haber comenzado.

Porque Julieta era recatada, bastante puritana y hasta dedicaba parte de su tiempo en dar charlas de ética y moral en la residencia donde vivía.

¿Podía desaprobar lo que estaba haciendo ahora?, no, definitivamente estaba muy contenta con estar besuqueándose como si fuese una adolescente en un banco de una plaza a media luz con un hombre que conocía hace menos de un mes.

El dialogo no existía, solo bocas encontrándose una y otra vez hasta el cansancio mientras sus cuerpos se unían tratando de fundirse sin mucho éxito.

El Maestro del SonidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora