Cobarde

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Un día como hoy, pero hace casi un año atrás la verdadera Julieta tendría que haber estado mentalmente preparada para la revolución fisica, emocional y mental que desató un completo desconocido llamado Sebastian, el muso inspirador de esta novela.

COBARDE


Caminando de vuelta a casa Julieta observaba de reojo a su amiga. No podía decirle que estaba ofendida porque no fue esa su reacción, tampoco estaba enojada pero el comentario le hizo sentir algo similar al mal humor...entonces cual era el sentimiento que albergaba dentro de ella, ¿vergüenza?, no lo sabía con claridad, pero esa sensación que le incomodaba no se había ido.

La manera en que miraba a Sebastian... la forma en que lo observaba... ¿era tan evidente que estaba muriendo por él?, ¡tonterías!, el problema era que Rebecca la conocía, de ninguna manera iba a aceptar esas palabras, ella observaba a Sebastian como a cualquier hombre que le gustaba, no existía nada diferente, nada.

- ¿Qué ocurre?

Preguntó Rebecca sacándola de sus cavilaciones y esta negó con la cabeza dedicándole una falsa sonrisa.

-Nada, estaba pensando en que ahora voy a su casa para saludarle, ¿Qué harás tú?

-Iré a casa de mi novio. Me estas mintiendo. Piensas en lo que dije, ¿Cuál es el inconveniente que te sientas enamorada?

-No estoy enamorada Rebecca, le quiero, es diferente, ahora cállate, estoy segura de que Jessica está esperándonos adentro.

Dijo la chica sacando sus llaves para abrir la puerta. En efecto, su otra amiga estaba sentada esperándolas con una sonrisita insulsa.

- ¿Y?, ¿Cómo estuvo eso?

Rebecca sonrió y dejó su cartera sobre la mesa para comenzar a hablar.

-A mí me gustó, estuvo entretenido, luego fuimos a cenar.

-Y ahora vamos a salir las tres a bailar.

Dijo Jessica y Rebecca miró de reojo a Julieta, sabían que ahora vendría un gran sermón.

-Yo voy a saludar a Sebastian.

-Y yo a la casa de mi novio.

Ambas se encogieron de hombros y una Jessica ofuscada se puso de pie entre ambas.

-Ah bien...déjenme tirada...hace tiempo lo hacen.

- ¡No es así!, no he visto a Sebastian en semanas.

-Él se ha visto con otras chicas de Nappn seguramente.

-A mí no me importa, él sigue saliendo conmigo.

Rebecca huyó de esa situación, pero no llegó a mayores debido a que Julieta caminó hacia la habitación para elegir que se pondría esa noche, deseaba volver a los brazos de su amante cuanto antes.

Había comprado un vino tinto, un malbec, el favorito de Sebastian, iba a ser una noche inolvidable, un fogoso rencuentro, la forma de saciar todas las ganas que tenía de estar con el acumuladas por un cruel verano.

El vestido sobrio que eligió lucía bonito, arregló su cabello y nuevamente decidió dejar su rostro al natural, ¿Cuándo fue la última vez que se había puesto maquillaje?

Se subió al bus y sonrió, faltaban pocos minutos para que él le abriese la puerta con esa sonrisa picaresca y ella depositara un casto beso en sus labios, le abrazaría, tenía que hacerlo para manifestar físicamente toda esa añoranza acumulada.

Lo que se imaginaba ocurrió, un poco más tarde subían por el ascensor de su edificio poniéndose al día. El verano le había sentado bien, estaba más hermoso que nunca, Julieta trató de no hundirse en sus pensamientos de tonta y centrarse en la conversación perdiendo olímpicamente cuando luego de un pequeño cumplido Sebastian sonrió mostrando todos sus dientes, ¿existía la manera de que no se le detuviese el corazón cuando él hacía eso?

Descorchó la botella y sirvió en dos copas, Julieta no perdió de vista a su adorado amante, volvía a verle, a tocarle, a besarle, la completa felicidad.

¿Sabrá Sebastian que le quiere?, ¿Qué ese sentimiento confuso y vergonzoso vivía oculto dentro de ella y la convivencia no era la mejor?

Esa sensación la deprimía un poco pero no podía dejar de pensar en que justo hoy su amiga se dio cuenta de algo imperceptible por si misma.

Julieta no se daba cuenta de cómo hablaba de Sebastian, de cómo le miraba, de cómo lo trataba, solo sucedía, no sabía cómo controlarlo. A duras penas podía concentrarse en el mundo real cada vez que se ponía a pensar en todas las emociones nuevas que había aprendido con él.

Brindaron por un nuevo año, Julieta sonrió, le había pedido a Santa Clara que su romance no se terminara en el cruel verano y se cumplió, debería llevarle unas flores por lo agradecida que se sentía de continuar con el hombre que le hacía tanto bien.

Una de las metas que se propuso para el nuevo año fue hacer el amor en todas las estaciones del año, le faltaba el invierno y el otoño, ¿Cuántas aventuras más iban a tener? Esperaba que el número fuese incalculable.

Los besos no faltaron, quizás estaba siendo muy melosa, pero quería manifestar todo lo que había guardado para este encuentro.

Se desvistieron, se tocaron, se rieron, se volvieron a besar y en poco tiempo comenzaron a gemir de placer, a ser uno otra vez, a saciar esa abstinencia acumulada, encendieron en llamas la habitación de Sebastian, la que era testigo de tantas madrugadas de gemidos.

La joven se recostó agotada por una buena dosis de sexo, Sebastian cerró sus ojos y ella le contempló de esa forma que le avergonzaba, pero si él no la miraba podía hacerlo tranquila.

Le besó en los labios y preguntó si podía apagar la luz, las emociones vividas en tan solo un día la agotaron tanto que no podría concentrarse en intentar finalizar el conteo de los lunares en la piel de su amante, ese resultado que tanto deseaba saber, ser la primera persona en contarlos todos.

-Te quiero Sebastian.

Susurró en la oscuridad, justo en ese momento que tenía completa certeza de que el se encontraba profundamente dormido.

¡Eres una cobarde! Le gritó la voz de su conciencia sabiendo muy bien que esas palabras jamás hubiesen salido de su boca si él se encontrara consciente.


El Maestro del SonidoWhere stories live. Discover now