La primera carta

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LA PRIMERA CARTA

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LA PRIMERA CARTA


El viaje hacia la capital jamás fue tan corto, Julieta se sentó al lado de la ventanilla y miraba el paisaje como si estuviese dentro de una película, o, mejor dicho, una novela.

Todos esos pasajeros que la acompañaban dentro de aquel vehículo tenían diferentes vidas, diferentes sueños, diferentes metas, pero ninguno de ellos quienes estaban durmiendo, revisando sus móviles o simplemente dejando que el día los sorprendiera sabía que la joven de cabello rizado y mirada perdida había cumplido una de sus máximas existenciales.

Julieta siempre quiso enamorarse de verdad, desde niña, miraba esas películas románticas donde se fijaba en cada detalle de los actores y lo que el director quiso demostrar mientras se preguntaba si ese sentimiento podría ser tan puro en la vida real. Al crecer como una ávida devoradora de libros leyó sobre amor escrito por muchos autores, nunca olvidaría cuando un ejemplar de "Orgullo y Prejuicio" cayó en sus manos cuando solo tenía seis años.

Todos los lectores apasionados tienen un motivo especial para convertir su hobby en algo recurrente, la distracción, los sentimientos que pueden percibir por lo que comprenden sobre el texto o simplemente conocer nuevos lugares y mundos, pero para Julieta leer o escribir era más que eso.

Debido a su problema físico al caminar Julieta tuvo una intervención quirúrgica a temprana edad, estar en una aburrida y solitaria cama de hospital con un yeso que impedía jugar fue el punto de partida para que su cerebro se diera cuenta que tenía que sacar algún provecho a la situación, tener tres años y no poder salir a pasear no le resultaba agradable.

La historia de cómo Julieta aprendió a leer siendo tan pequeña era el orgullo de su madre, y no podía tener mucho crédito por ello ya que lo hizo sola una tarde mientras la mujer estaba sentada con un periódico en su mano y su hija aburrida en la cama mirando por la ventana hacia el exterior, no era fácil mantener a Julieta de buen humor dentro de un hospital, ella detestaba ese sitio y sobre todo a los doctores, en ese entonces les temía demasiado.

"- ¿Qué dicen las noticias de hoy?, ¿sabrán que día nos iremos de este feo lugar?"- había preguntado la niña.

"-Hasta que el doctor no te de el alta no será posible Juli, ten un poco más de paciencia"- respondió la progenitora sabiendo que su hija estaba cansada, hacía más de dos semanas que se encontraban en aquella cama de hospital y su inquietud infantil crecía a cada hora, en ese momento ninguna de las dos sabía que se gestaba un problema mental en Julieta, la ansiedad social crecía cada día más debido a sus situaciones cotidianas, a Julieta no le gustaba esperar, no le agradaba la incertidumbre ni adivinar que pensaban las personas a su alrededor, más si eran extraños, la gente nueva hacía que sus nervios aumentaran, era tan molesto tener que disimular estar bien mientras su mente repetía "quiero estar con mis amigos y mi familia, aléjate de mí, no me hables, no quiero tener ningún contacto social contigo, eso me aburre." Pero lo disimulaba con una sonrisa complaciente cada vez que una enfermera le hablaba como si fuese una bebé o peor aún, que tocaran los rizos de su cabellera por considerarlos adorables, por eso y por muchas más cosas Julieta odiaba los hospitales, no era un sitio seguro para sus pequeñas grandes manías cerebrales que crecían junto a ella.

El Maestro del SonidoWhere stories live. Discover now