Empatía

579 54 5
                                    


EMPATÍA

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

EMPATÍA

Julieta volvía a casa luego de esa celebración de seis meses juntos diferente, suspiró pensando en aquella reservación de mesa en el bar donde se vieron por primera vez al que no asistieron anoche.

Sebastian no había visto sus mensajes a tiempo, además de eso no comprendió que volvería temprano de aquella fiesta, le podría pasar a cualquiera.

Esa parte de su psiquis exigente y perfeccionista estaba hecha una furia, pero estaba ahogada por todas las emociones positivas que Sebastian alborotaba dentro de su mente.

En su cerebro se disputaba una discusión enorme, pensamientos como, "¿y si lo hizo a propósito?", "¿ya se habrá aburrido de mi después de seis meses?"," ¿desde cuándo soy así de insegura?", confrontaban directamente con otros como "estaba más lindo que la última vez que lo vi, ¿si algún día dejo de verlo por algún tiempo voy a poder reaccionar como una persona normal al reencontrarle?, ojalá eso nunca ocurra", "Sebastian es el mejor amante del mundo, soy la persona más afortunada de todas", "miró mi trasero mientras yo caminaba hacia la ventana para correr las cortinas, le gusto".

La ventanilla del bus mostraba ese recorrido que se sabía de memoria, pero no le prestaba atención, su cerebro alborotado se debatía entre frases sin sentido tratando de desentrañar si Sebastian no quiso cenar con ella por desinterés o verdaderamente fue un error, no podía pensar con claridad si no había pasado ni dos horas desde que estuvieron piel contra piel, el aletargamiento de sus sentidos continuaría por un tiempo más hasta que se le fuera un poco los efectos de la droga "Sebastian".

Recordó la despedida en la parada de bus ubicada frente a la puerta de su edificio, Julieta tomó su labio superior con fervor para comenzar un apasionado beso y Sebastian se dejó hacer a pesar de que a veces cortaba un poco esas situaciones románticas en público, no sabía si era por vergüenza, por lo efusiva que se mostraba Julieta o simplemente porque aparentaba ser una adolescente llena de vitalidad y jovialidad como dulce al extremo pero no podía comportarse de otra forma luego de esos despertares que la dejaban tan feliz, los mágicos mañaneros. Pensó en ese sexy lunar sobre su labio y sonrió, los había contado todos pero su favorito sin dudas era aquél, el que la distrajo desde el primero de octubre donde trataba de evitar mirarlo fijo para poder hablar como una persona normal.

El lunar sobre su labio... ¡Oh, tengo que bajar!, Julieta suspiró, se había perdido la parada del bus sumida en sus pensamientos. No podía jurar que eso no volvería a pasar, pero trataría de que no sucediera.

Después de un par de horas la joven volvió a salir de su hogar para dirigirse a la iglesia junto a su amigo Ricardo quien era mucho más devoto que ella ya que asistía frecuentemente a misa cosa que Julieta no realizaba porque realmente podría dormirse en unos minutos apenas comenzada la celebración.

El Maestro del SonidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora