Torpeza acumulada

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TORPEZA ACUMULADA

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TORPEZA ACUMULADA

Julieta despertó con una mano caliente en su trasero sabiendo que Sebastian por fin había despertado.

Con un rápido movimiento buscó el abdomen de su amante y sin querer le golpeó en el brazo debido a que no había luz en la habitación, ¿Cuánta torpeza acumulaba Julieta en sus cincuenta kilogramos?

Sebastian se quejó, pero luego rio al escuchar las siempre repetidas y nerviosas palabras de disculpas proporcionadas por la chica que siempre metía la pata en alguna que otra situación.

Es que Julieta no tenía mala suerte, solo era torpe, torpe era una palabra que no acumulaba todo lo que quería expresar acerca de su particular forma de actuar, ¿impericia?, ¿imprudencia?, ¿ineptitud?

En fin... si se puede expresar con un ejemplo lo describiría como que no podía coordinar sus pies y manos en muchas ocasiones, eso aumentaba con frecuencia cuando su cerebro estaba haciendo cosas más importantes que sostener una cosa o simplemente poner un pie delante del otro para caminar.

Claramente existía algo que aumentaba la potencialidad para realizar desastres, tenía nombre y apellido Sebastian Fuentes Otero.

Cuando Julieta veía a su amante no existía una manera segura de que sus pensamientos y acciones coordinaran, como la vez que tuvo que comprar un nuevo aceite para masajes porque el anterior cayó en su mesa de luz. El motivo de la torpeza de ese día fue el apuro que tenía la joven por embadurnar la espalda de su chico con esa sustancia.

Sebastian había alzado una ceja y ella salió disparando para limpiar la escena del crimen maldiciéndose por dentro porque en vez de mirar donde se encontraba el aceite todos sus pensamientos fueron a parar en cuantos lunares de su espalda podría sumar a la lista de los que ya había contado.

¿Por qué era aún más torpe cuando estaba en presencia de Sebastian?, ¿acaso su dignidad desaparecía cuando estaba enfrente del músico y no coordinaba ni su equilibrio?

Tenía que sumar a la lista de prevenciones ante accidentes el hecho de que no utilizaba tacones cuando salía con su amante, el motivo era muy simple, Julieta observaba de reojo a Sebastian mientras caminaba. Primeramente, había que coordinar sus pies con los tacones y el desnivel de sus pies, segundo tratar de no caer estrepitosamente al piso cuando su cerebro no enviaba la señal de caminar sin tropezar porque estaba más ocupado en saber si su acompañante la estaba observando durante el trayecto hacia algún lugar o no.

Así que, en definitiva, aunque Julieta se esforzara siempre existía la posibilidad de que pudiese cometer alguna imprudencia como golpear sin querer a Sebastian, incluso en el sexo a veces su torpeza la perseguía sobre todo para mantener el equilibrio.

De todas formas, el justificativo de tener al hombre que consideraba el más hermoso que había visto bastaba para disculpar internamente a su cerebro desconectado hasta en las cosas más cotidianas.

La chica ocultó su cabeza en el cuello de su amante para luego bajar su mano por el abdomen y llegar a la masculinidad de su acompañante haciéndole dar un corto suspiro.

Por la ventana entraba una luz tenue, aun así, Julieta tuvo que tantear el terreno antes de poder bajar por el cuello de Sebastian hacia su pecho para no golpearle accidentalmente debido a que no podía ver con claridad como también el hecho de que excitada era aún más propicia a cometer torpezas.

Tiró las sabanas a un costado haciéndose lugar entre las piernas de su compañero y metió su sexo de lleno en su boca, ¿Cuántas veces podría repetir esta acción apenas despertaba?, ya sabía de antemano que Sebastian disfrutaba enormemente de las atenciones lo que la llevaba a ese estado de expectación al éxtasis cuando su amante decida devolverle el favor.

Minutos después Julieta se encontraba con las manos apoyadas en el suelo y su cuerpo sobre la cama mientras su compañero se introducía en ella una y otra vez con cierta vigorosidad.

Gozar era algo esencial, cada vez que sus cuerpos desnudos se unían generaban placer reciproco y la joven aun no aprendía a coordinar su fuerza o equilibrio cuando todo su ser estaba en un estado superior a todo lo que ella podía controlar humanamente.

Esa conexión de alma, cuerpo y mente la elevaba a un extremo donde se sentía demasiado completa, pero a duras penas podía coordinar sus pensamientos, su cabeza estaba en blanco.

Los gemidos se hacían más sonoros cuando Sebastian arremetía fuertemente sobre su cuerpo y las manos le fallaron para mantener el equilibrio.

-Me estoy cayendo.

Se rio Julieta con medio cuerpo en el suelo y el peso de su amante quien por inercia también estaba casi en la misma situación.

Sebastian la ayudó a incorporarse sobre la cama y su risa acompañando la suya le hizo sentir esa unión aún más fuerte, él era una especie de amigo, confidente y amante, esa conjunción extraña sin nombre fijo que tanto adoraba.

No necesitaba grandes pechos ni subir fotos provocativas en las redes, solo necesitaba su risa, un par de manos y una mirada boba estar en la cama del chico más lindo que había conocido en toda su vida, ¿le había conquistado con su torpeza?, la pregunta más idónea sería... ¿le había conquistado?

Julieta sonrió, le gustaba cuando el sexo era divertido y con Sebastian nunca había dejado de serlo.

- ¿Dónde nos quedamos?

Preguntó la chica mordiéndose el labio y su amante se encogió de hombros sonriéndole de vuelta.

Sin mediar palabra la joven recostó al hombre en la cama para subírsele encima, no sin antes mirar los objetos sobre la mesa de luz con la esperanza de no tirar o romper alguno.

Observó la mirada pervertida de su amante y en ese mismo instante se olvidó de todo lo que estaba pensando, a veces Julieta asumía los riesgos y en esta ocasión tenía un excelente justificativo.

El Maestro del SonidoWhere stories live. Discover now