Felicidad

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FELICIDAD

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FELICIDAD


Hacer el amor fuera de la habitación de Sebastian era una experiencia nueva y excitante que estaban experimentando ahora mismo.

Cuanto había extrañado su piel, sus besos, su sonrisa perversa que escrutaba cada centímetro de su cuerpo y luego regresaba a su rostro para indicarle que aún no estaba desnudo del todo.

La chica sonrió, ya sabía que hacer y se sentía demasiado animada como para tomar el toro por las astas e iniciar la acción tumbando a su amante sobre la cama del hotel y desvestirlo completamente.

Lo montó encima para volverse una con él y el vaivén ansioso de sus caderas no se hizo esperar. El hombre reaccionaba a sus atenciones con esos gestos de placer que tanto conocía y poco a poco la abstinencia había desaparecido.

Sebastian tomó un antifaz y se lo colocó en la cabeza cubriendo sus ojos mientras Julieta seguía con la tarea de cabalgarle insaciablemente, pero a los pocos segundos no le dio el visto bueno a la acción, se sentía impersonal, quería verle mejor el rostro, encontrarse con esos ojos que ardían en llamas cada vez que tenían intimidad.

-No, no, sácatelo.

Murmuró la chica y volvieron a verse los rostros para detectar que la pasión había aumentado demasiado.

Sebastian se colocó por detrás y comenzó a embestirla con ferocidad, desafío, a Julieta le sabía a añoranza debido a que estuvieron unas semanas sin tocarse.

El tiempo no existía en aquella habitación, la luz del sol entraba por la ventana, era un día demasiado caluroso pero encerrados en aquel lugar para desatar sus más bajos instintos con el aire acondicionado encendido no parecía importarle el hecho de que luego irían a la playa a calcinarse bajo el sol.

Tumbada de espaldas sobre la cama Julieta gemía enérgicamente, aunque un poco censurada por la mano de Sebastian quien recostado sobre ella daba las ultimas embestidas que la llevarían a un delicioso orgasmo.

Jadeante salió de su cuerpo y la chica tomó su miembro para masajearlo enérgicamente y meterlo dentro de su boca, pasó muy poco tiempo para que su amante se corriera exhausto y observara el espectáculo realizado por Julieta cada vez que le hacía una buena mamada, la complicidad estaba de vuelta.

La chica se recostó entre los brazos de Sebastian y dejó que su cuerpo descansara de la locura explosiva desencadenada por la espera de estar juntos otra vez.

Ahí estaba Julieta, la misma chica que en diciembre sonreía de esa manera torpe y embelesada por el hombre que la había hecho descubrir un mundo nuevo de emociones y sensaciones que jamás imaginó que fueran mejores que su experiencia leyéndolas en libros.

Besó su hombro muchas veces mientras Sebastian miraba al techo con una sonrisa de satisfacción.

-Tenías todo preparado, por eso no llevabas el traje de baño debajo de la ropa.

Dijo con una risita bromista y la joven alzó una ceja.

-No estaba en mis planes, realmente no lo pensé, pero estuvo genial no habérmelo puesto si íbamos a terminar así.

- ¿Vamos a la playa ahora?

Julieta asintió con la cabeza a pesar de saber que no tenían ninguna sombrilla, estaba demasiado feliz y el sol quemando su piel no era nada comparado con lo que se había encendido dentro de esa habitación.

Se vistieron acostumbrados a verse desnudos entre charlas y miradas cómplices para luego bajar a la playa.

Caminaron por la arena con tranquilidad hasta encontrar un lugar tranquilo frente al mar.

Sebastian quien estaba releyendo los libros de Harry Potter nuevamente comentaba sus observaciones y Julieta compartía su opinión. ¿Existía un tema más genial y extenso que la historia su saga favorita?

La chica se quitó la ropa para lucir su bikini con un poco de pudor. ¿Por qué tantas mujeres sentían esa vergüenza interna de mostrar tanta piel en la playa?, la respuesta más certera es la inseguridad.

A pesar de que Sebastian era la persona que más conocía su cuerpo la muchacha observó hacia abajo simulando distracción, pero sabía muy bien que estaba siendo escrutada por su acompañante.

A Julieta no le gustaban sus pantorrillas delgadas, en si era una mujer flaca, piernas, brazos, huesos definidos en sus costillas...no era algo que viera como el estereotipo femenino que todos aprobaban con creces, a pesar de que la joven defendía la diversidad, mostrarse con semejante hombre a quien consideraba el más hermoso que jamás había visto la hacía sentir pequeña, diminuta.

Una pareja perfectamente bronceada pasó cerca de ellos caminando cerca del agua y Julieta miró su piel pálida, era la versión juvenil de Morticia Adams sentada en la playa junto a un chico sexy. Suspiró y trató de quitar un poco su inseguridad femenina para escuchar un poco más sobre las historias de su amante mientras tomaban mate observando el mar, aunque Julieta estaba demasiado concentrada en mirarle de reojo, era uno de sus pasatiempos favoritos

Cuando comenzó a atardecer volvieron al hotel para tomar una ducha juntos luego de un segundo round de sexo donde dejaron un poco de arena sobre las mantas.

La joven aun no podía creer su suerte, tenía a Sebastian exclusivamente para ella, no tenía obligaciones de la vida cotidiana. Solo él, ella y una pequeña ciudad turística para recorrer y disfrutar de a dos. La chica visitaba el balneario todos los años junto a su familia, pero desde ahora tendría un significado diferente, nunca iba a olvidar el día en que la ciudad se convirtió en el escape romántico perfecto.

Salieron por las callecitas hacia el centro para recorrer las calles llenas de turistas, puestos de artesanos, restaurantes y heladerías.

Un pequeño parque de diversiones llamaba la atención de muchas personas que miraban a niños y adultos subir a las diferentes atracciones. Julieta le contó a Sebastian como su sobrina podía subir a todos los juegos sin miedo mientras ella era moría de nervios cuando tenía que acompañarla en alguno de ellos.

Eligieron un restaurante, se sentaron afuera, ordenaron comida y bebieron una cerveza bajo la agradable noche.

Siempre se sentía nerviosa cuando estaba junto a Sebastian, su belleza física a veces le intimidaba, pero con el tiempo se acostumbró a esa sensación de hormigueo en sus manos y estómago, los efectos secundarios de salir con el hombre más interesante del universo.

Frente al restaurante había una heladería y decidieron tomar el postre allí. Julieta se llevó uno de banana Split y Sebastian quiso innovar un sabor diferente, entre la lista de sabores se encontraba uno de cerveza, una extraña elección y lo peor fue que su consistencia no era buena por lo que la experiencia no fue del todo agradable, pero fue una graciosa anécdota.

Llegaron a una plaza tomados de la mano y se quedaron a mirar un show de artistas callejeros.

¿Sabría Sebastian que esta era la mejor cita que habían tenido?, se besaron intensamente por algunos minutos y la chica de olvidó del mundo otra vez.

Le miró con felicidad acumulada y pensó en decir un "Te quiero" pero los labios de Sebastian llegaron de nuevo a los suyos para nublar sus pensamientos emocionales.


El Maestro del SonidoWhere stories live. Discover now