Aplicada bajo las sábanas

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APLICADA BAJO LAS SÁBANAS

¿Existía alguna forma precisa de describir lo que Sebastian le hacía sentir casa vez que estaban juntos?, no lo creía.

Pero si sabía que su amante conocía la manera de encenderla con solo mirarla de esa manera pervertida que revolucionaba todo su ser.

Sucedía algo demasiado curioso en sus últimos encuentros y era que Julieta siempre terminaba abalanzándose sobre él para comer su boca, así comenzaba toda esa locura apasionada a la que Sebastian últimamente había llamado: hacer el amor.

La joven ya no reconocería aquella chica decidida pero un poco tímida que entró en la habitación por primera vez para iniciarse en las artes sexuales extraordinarias de la mano del mejor amante del mundo.

Nerviosa, acomplejada con su delgado y blanquecino cuerpo y sobre todo preocupada por saber que tenía que hacer.

Ahora era muy diferente, se había tomado un mes para descubrir lo que a su amante más le gustaba a la hora de hacer el amor y luego de un magnifico orgasmo, cuando su cordura le permitía tomar nota, repetía lo aprendido como también buscaba nuevas maneras de experimentar como podía aumentar el placer de la sesión anterior.

¿Quién diría que una chica de veintitrés años la cual nunca tuvo interés por encaminarse al mundo sexual iba a sentirse tan abrumadoramente adicta a la piel del hombre que la inició en esa nueva faceta endemoniadamente lujuriosa?

Sebastian tenía razón, era la caja de pandora, pero no solo su persona sino todo lo que descubrió de sí misma una vez que se entregó a sus más bajos instintos.

¿Existía un hombre más dedicado, apasionado y salvaje en la cama?, a pesar de solo tener experiencia con un hombre podía afirmar que Sebastian era el mejor amante del mundo.

Julieta podía llamarse a sí misma maestra en desabrochar jeans con una sola mano y a pesar de que ya tenía un poco más de experiencia aún se los quitaba de manera torpe y apresurada para descubrir ese elevado bulto debajo de su ropa interior.

A veces no le quitaba la remera, a veces lo hacía solo para admirar su torso desnudo mientras se proponía meterse todo su miembro en la boca, aunque nunca pudo hacerlo por completo.

Le excitaba tanto verlo vulnerable ante sus atenciones que su autoestima estaba por los cielos, ¿Sabría Sebastian que ella conocía como hacerlo gemir haciéndole sexo oral gracias a sus gestos?, a Julieta le gustaba demasiado leer y el cuerpo de su amante era el libro más extenso y complejo que había leído.

Ayudándose por las expresiones de su cara la joven aprendía como avanzar, retroceder, aumentar la velocidad o realizar ese pequeño toque mágico que un día descubrió experimentando y el resultado fue bastante feliz.

El mejor momento para ella era cuando Sebastian la observaba inclinando la cabeza solo para descubrir que lo estaba disfrutando tanto como él.

Luego venía una señal implícita que hacía con su respiración la cual Julieta interpretaba como que debía volver a besarle y recostarse junto a él.

Adoraba el momento siguiente en el cual su compañero se proponía desvestirla. Hacerlo solitariamente era una tarea aburrida pero cuando un par de ojos lujuriosos se paseaban por su cuerpo quitando cada prenda con parsimonia era todo un espectáculo.

-Me encantan tus conjuntos.

Murmuró Sebastian y Julieta sonrió, la chica era un poco fanática de la lencería, pero desde que tenía una vida sexual activa sus visitas a las tiendas eran frecuentes debido a que quería tener varias opciones, de todos modos, la ropa interior nunca le duraba demasiado tiempo puesta.

Luego de unos segundos sus labios volvieron a unirse y su amante le dio la vuelta con un movimiento rápido para penetrarla, el sexo duro era demasiado placentero y más cuando podía observar a Sebastian concentrado y sumido en placer.

Cuando tuvo su primer orgasmo de la noche el hombre cambió de posición para pellizcar sus senos y bajar por su vientre hasta su femineidad ... ¡demonios!, ¡iba a usar la lengua ahí!

La joven jadeó y arqueó su espalda instantáneamente, ¿Cómo podía hacer eso?, sus piernas hormigueaban dejándola inmóvil, vulnerable y una presa fácil para otro intenso orgasmo.

El hombre separó la boca de su sexo observándola con una lujuria aumentada mientras sus labios demostraban que la había devorado hasta dejarla sin voz.

-Date la vuelta.

El pedido no era algo nuevo pero las piernas de Julieta no respondían a los estímulos de su cerebro. Ya estaba desconectada del mundo cuando apoyó las palmas de sus manos en el suelo dejando su torso en la cama.

Sebastian abrió sus piernas y recorrió su sexo para introducirse un poco más atrás, ¿Cuántas mujeres tenían el sexo anal como un tema tabú?, para Julieta era algo totalmente permitido y natural, después de todo su amante la hacía sentir una diosa sexual y no había nada que pudiera negarle a ese par de ojos pervertidos que la desvestían con la mirada cada vez que llegaba a su apartamento.

Siendo complacida una vez más llegó el turno de Sebastian quien se corrió de placer bajo la atenta mirada de su amante quien observaba de cerca cada reacción que tenía al llegar al orgasmo, la expresión que más le gustaba de su compañero de cama porque no existía nada más sensual que sentirse plena y deseada.

Una vez que su amante cayó rendido de espaldas sobre el colchón la chica se mordió el labio para adorarle como cada vez que él cerraba sus ojos y podía mirarle tranquilamente para comenzar a contar sus lunares otra vez, ¿Dónde se había quedado?, la joven sonrió y decidió comenzar otra vez sabiendo que se quedaría dormida en el intento pero no había problema con ello ya que tendría mucho tiempo para contarlos todos.

Estaba haciendo bien su trabajo y lo sabía ya que Sebastian casi siempre coordinaba con ella la próxima vez antes de que la chica dejara su apartamento, pareciera que Julieta también podía ser una alumna aplicada bajo sus sabanas. 

El Maestro del SonidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora