Tercero

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Stella

Hoy nos visitaría Chelsea, por lo tanto estaba cocinando algo de pasta para que cuando viniera, comiera con nosotros. Ella es una gran chica y es la mejor amiga de Daniel. Ellos llevan un largo tiempo siendo mejores amigos, siempre han sido muy unidos y además es muy linda conmigo.

— Hermosa, ¿qué cocinas? — me pregunta mi esposo, abrazándome por detrás. Yo sonreí y volteé hacia él para darle un corto beso en la mejilla.

— Pasta y pollo — respondo, volviendo a mi postura anterior. Estaba por terminar y cuando cocino realmente me concentro en ello para que nada salga mal.

— Sabes...— empieza a decir pero el timbre lo interrumpe — Ha de ser Chels. Deja voy a abrirle.

Se separa de mí para irse a la puerta principal y atender a Chelsea. Yo termino de cocinar y apago la estufa para así quitarme el mandil y colgarlo en su debido lugar.

— ¡Stella! ¡Me da gusto verte! — exclama ella con bastante emoción, yo le miro con la misma felicidad y me acerco a ella para abrazarla.

— También me da gusto — sonreí, Daniel llega a la cocina para quedar junto a nosotras — Llegaste justo a tiempo, la comida está lista.

— Excelente — sonríe, sus ojos viajan a mi panza — Mira esa pequeña pancita abultada — toca mi vientre — Increíble Stella, se que tienes poco de estar embarazada pero realmente no se te nota nada.

— Lo sé, pero pronto crecerá — ella se alejó y yo acaricié mi vientre con pequeñas acaricias.

— Sí... ¿quieres ver la fotografía de nuestra primera ecografía? — dice Daniel entusiasmado, ella asiente con obviedad — Mira ven.

Ellos se van a la sala, ya que yo enmarqué la foto en un pequeño cuadro y lo puse sobre una mesilla. Mientras ellos hablaban sobre eso, yo acomodé rápidamente la mesa y serví la comida en los platos. Les hablé para que vinieran a comer y al instante vienen.

— Es tan pequeñito — dijo Chelsea sonriendo y sentándose en un lugar de la mesa — ¿Cuándo fue su cita con el médico?

— Hace una semana — respondí, sentándome a un lado de Daniel — Fue muy amable, nos regaló la fotografía.

— A mí me pareció muy serio — dice él, dándome la contraria.

— ¿Así? — la rubia alza una ceja.

Daniel sin mirarla asintió con su cabeza, comiendo, y negándose a ver mi cara de frustración.

— No fue así, solamente estaba haciendo su trabajo — la miré, ella tomó de su bebida, creyendo en mis palabras — Fue muy amable, siendo sincera.

Mi esposo me miró con una cara dura. Ya estaba harta de sus inútiles celos, no tenía por qué comportarse de esa manera tan ridícula.

— Ya basta Daniel — murmuro cansada, ya sin verle, comí de mi platillo.

Mientras comíamos en silencio unas increíbles náuseas me inundaron. Solté mis utensilios de golpe sobre la mesa, provocando que me miraran, y como si mis piernas estuviesen controladas, salí corriendo hacia el baño para vomitar sobre el escusado.

De todos los síntomas vomitar es el peor. Le bajé al escusado mientras me paraba del suelo, a los pocos segundos llegaron Daniel y Chelsea para mirarme.

— ¿Estás bien? — pregunta ella con preocupación.

— Sí, es normal — sonreí un poco y abrí la llave para lavarme la boca — En unos minutos regreso, ustedes vuelvan a comer — dije con el agua en la boca.

Como dije, ellos decidieron hacerme caso y se fueron al comedor. Cerré la llave y me quedé pensando un rato. El hambre se había ido y lo único que quería hacer era recostarme un rato en mi cama. La cabeza me dolía y dormir un poco siento que sería lo mejor para mí.

Por la mañana, Daniel se había ido al trabajo como de costumbre. Miré la hora en mi celular y éste me decía las 8:34 am. Me gustaría quedarme un rato más haciendo flojera en mi cama pero las inmensas ganas de orinar no me dejaban en paz. En total había ido como cinco veces por la madrugada, así que andaba un poco cansada por eso. Aprovechando que estaba en el baño, decidí bañarme luego ya que iría a un rápido mandado. Salí envuelta en una toalla y me puse unos jeans junto a una cómoda y gruesa sudadera negra. Por lo que veía en la ventana, el día estaba nublado.

Bajé al comedor y desayuné rápidamente un pan tostado con mantequilla, espero que las náuseas no se les ocurra llegar en el medio de la calle. Volví a subir para lavarme los dientes y terminando salí de casa. Cerré la puerta bajo llave y metí las llaves de la casa en mi bolso. El clima estaba demasiado frío, el otoño se hacía presente. Me gustaría poder manejar pero tristemente no sé y me tocaba ir caminando.

Hoy iría al hospital por unas vitaminas especiales para el embarazo, no sé por qué me quejo si no tardo casi nada caminando. En fin, la flojera está en mis venas.

— Muy buenos días — saludé a la enfermera cuando llegué, ella me atendió amablemente y me dio vitaminas B, dijo que me harían bien — Gracias, muy amable.

Me di la vuelta y logré visualizar al doctor Styles hablando con una enfermera a unos cuantos metros. Ella se va y el doctor la ve ir, pero como la señora pasa por mi lado, él me mira. Supongo que no me reconoció ya que vamos, no soy su única paciente.

— Buenos días señorita... ¿Griffin? — pregunta dudoso y se acerca a mí. Al parecer sí lo recordó, genial no soy tan invisible.

— Sí, buenos días doctor — sonreí un poco.

— ¿Qué te trae por aquí? — mete sus manos dentro de su bata.

— Vine por unas vitaminas — le mostré la cajita, agitándola un poco, él asiente con su cabeza.

— Muy bien, ¿y cómo se ha sentido? — pregunta curiosamente. Es serio, tiene razón Daniel, pero de vez en cuando sacaba una pequeña sonrisa y no creo que sea serio porque sea grosero, al contrario, es amable y como digo, profesional.

— Estoy bien pero ya sabe... los síntomas — reí nerviosamente — Pero todo bien, gracias por preguntar.

— Sí, cuídense mucho — saca su mano de su bata para tenderme la mano y yo la estrecho para luego soltarnos — Pues bueno, tengo que marcharme, pero la veo dentro de tres semanas. Salúdeme a su esposo, y tómese sus medicinas. Hasta pronto.

Lo veo marcharse, supongo que siempre está ocupado. En fin, no entiendo la razón del por qué Daniel no le cae bien si es muy buena gente. 

Dr. StylesWhere stories live. Discover now