Cuadragésimo tercero

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Stella

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Stella

Durante el resto de la fiesta fingí estar bien, todo por los invitados. Cuando terminó finalmente el festejo pude irme a descansar a mi cama. Daniel ya se encontraba dormido a mi lado pero yo seguía despierta a estas horas de la madrugada. Ahora sí no pude contener mis lagrimas al recordar a Harry. Yo no quise correrlo de esa manera, solamente me había asustado al escuchar su confesión. Cuando terminé de decirle "ahora vete" fui yo la primera se que marchó para no verlo ir. 

Por la mañana me encontraba jugando con González en el patio. Era una forma de distraerme y así también no ver a Daniel arreglando su maleta para el viaje. Mañana era la quinta cita y yo no estaba segura de asistir. Pensé en faltar pero no podía hacerlo, tenía que hacerlo por mi bebé y quizás también debería afrontar el problema y pedirle unas sinceras disculpas a Harry. 

Entré a mi hogar.

— ¿Ya te vas? — murmuré triste al verlo bajar con su maleta.

— En un par de horas — suspiró —, de verdad lo lamento.

 — Está bien — bajé la vista.

 — ¿Que tal si me esperas? Sería una semana nada más y así iríamos juntos a la esperada cita — tomó mis manos — ¿Qué dices?

Yo sonreí levemente y me acerqué para besarlo. Cuando nos separamos yo lo abracé con fuerzas y lo sentí acariciar mi espalda. 

— Te amo Daniel — lo miré a los ojos.

— Yo te amo más — me sonrió.

Pasamos las últimas horas juntos y después lo despedí para que se pudiera marchar. Siendo sincera no iba a esperarlo, tenía asuntos por arreglar y sería mejor que él no estuviera presente. Ahora no sé con qué cara iría a la consulta sin sentir vergüenza frente a él. 

Por la noche intenté dormir pero me fue imposible estar tranquila. Cuando el despertador me levantó sentí que había dormido muy poco. Tomé una ducha y me arreglé para ir al hospital. Tomé las cosas y antes de marcharme le di de comer a González. Durante el camino me la pasé pensando maneras de iniciar una conversación sin incomodar. De verdad estaba nerviosa y no soportaría tenerlo frente a mí sin tambalear, ni siquiera tenía cabeza para pensar qué sexo vendría siendo mi bebé. Entrando al hospital llegué justo a la hora de la cita y me pareció extraño pero me mandó llamar una doctora como de unos treinta años.

— Buenos días... señorita Stella Griffin — dijo al ver su tablero, después me miró con una ligera sonrisa — Pase al consultorio.

Dr. StylesWhere stories live. Discover now