Cuarto

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Stella

Solamente a mí se me ocurre ir al supermercado cuando el cielo estaba súper gris de lo nublado. Pensé que no tardaría nada en comprar un par de cosillas como pan, leche y cereales, pero me equivoqué, ya que la fila estaba enorme. Ahora me encontraba de regreso a casa corriendo con mis bolsas, siendo mojada por una fuerte lluvia. Lo que más me dio miedo fue cuando empezó a tronar, justo cuando ya estaba oscureciendo. Paré en una parte techada para descansar. Aún me faltaba un par de cuadras y llegaba a casa, pero ahora estaba un poco cansada y esperé a que la lluvia mínimo disminuyera.

— Ughh odio estar empapada por la lluvia — miré dentro de mis bolsas y un gruñido salió de mi boca — Mierda, todo lo que compré está mojado. Ni cubriéndolo pudieron salvarse. 

La lluvia parecía no calmarse.

Un trueno resonó y yo apreté mis ojos. De pronto oí un aullido cerca de mí. Miré y vi a un perro empapado intentando refugiarse detrás de un bote de basura. Parecía asustado, y cómo no, la lluvia y los truenos parecían nunca terminarse.

No pude dejarlo ahí, así que me acerqué a él y verifiqué si tenía una clase de placa. Y no, no lo tenía. Además estaba un poco flaquito, para mí que estaba abandonado. Mi corazón no pudo dejarlo de esa manera y aunque pareció asustado de mí, todavía así se dejó que lo llevara en mis brazos. Corrí a como pude debajo de la lluvia y llegué finalmente a casa. El auto de Daniel aún no estaba por lo que supuse que todavía seguía trabajando.

— Bien perrito, bienvenido a tu nueva casa — cerré la puerta, sonreí un poco cansada y dejé las cosas sobre la mesa.

El perro seguía asustado, no quería moverse. Hasta temblaba un poco.

— Supongo que tienes frío — le miré, así que rápidamente corrí hacia el baño y cogí una toalla del almacén. Volví a él y lo envolví en ella — También supongo que has de tener hambre.

Le saqué la toalla y con ella sequé su pelaje. Este perro era un Golden retriever, fácilmente lo supe. Lo llevé a la cocina y le serví un poco de avena en un plato sopero, éste rápidamente lo come con gusto. Con el paso de los minutos, su pelaje parece estar completamente seco. Cuando terminó de comer, yo acaricié su cabeza.

— Eres un perro tranquilo — sonreí, él disfrutaba de mis acaricias — ¿Quién podría dejarte? — murmuré un poco triste, dándome cuenta que como él había muchos perros abandonados — Tranquilo, yo te cuidaré. Estás en casa ahora.

No sé si realmente captó mis palabras porque lo siguiente fue que lamió mi mejilla una y otra vez. Sonreí y tomé su rostro para acariciarle.

— Te llamaré González — besé su frente.

Nunca tuve un perro en mi vida. Mi mamá era ese tipo de madres que no quería tener desastres en casa, así que por más que le rogaba, jamás me concedió eso.

Llevé a González arriba a mi habitación y lo dejé descansar en la cama. Él cayó en cuestión de segundos dormido. Yo aproveché ese momento para bañarme y ponerme la pijama. Mientras cepillaba mis dientes, un grito y unos ladridos se escucharon en el cuarto. Enjuagué mi boca y salí del baño, mirando a Daniel con la cara confusa y a González en el suelo ladrándole.

— Tranquilo, tranquilo, él es mi amor Daniel, tu padre — le dije al perro, agachándome a su altura y acariciando su pelaje. González se tranquilizó al tenerme.

Daniel no entendía nada.

— ¿Qué diablos Stella? — arruga su frente, yo me paro y quedo frente a él.

— Fui al supermercado y me atrapó la lluvia. Este pequeño estaba intentando refugiarse en un espacio diminuto y además estaba muy asustado, así que decidí traerlo aquí y adoptarlo — encogí mis hombros.

— ¿No tiene dueño? — lo inspeccionó.

— Al parecer no. Míralo, está algo flaquito — le vi, haciendo un puchero.

— No lo sé Stella — me mira — No creo que podamos tenerlo. Es decir, tenemos muchas vueltas y además con lo de nuestro bebé y mi trabajo...

— Yo no trabajo, Daniel — suspiro — Tengo el tiempo para él también. No lo dejaré solo, créeme que no. Es solamente un perrito inofensivo sin hogar. Yo lo cuidaré, ¿me oyes? Si no vas a ayudarme lo haré yo sola, no me importa.

Daniel me besó.

— Se quedará, tranquila — me sonríe, yo por inercia lo hice también — Pero tenemos que llevarlo al veterinario porque no sabemos si él tiene una enfermedad o algo.

— Es lo que haré, eh. Mañana lo llevaré para que lo vacunen y lo desparasiten — afirmé.

Él asintió de acuerdo y se acercó a él para acariciarlo pero González le ladró cuando mi esposo intentó tocarlo. Me miró, haciendo una mueca.

— Creo que me odia.

— ¿Cómo crees? — a mí sí me dejó acariciarle — Todavía no se siente en casa, dale tiempo y te amará.

~*~*~

A la mañana siguiente me levanté muy temprano ya que me sentía muy mal. Y no, no eran síntomas del embarazo. Al parecer tenía gripe y estaba demasiado enferma. Tenía mucha temperatura y muy apenas podía hablar. Todo me indica que por culpa de la lluvia de ayer agarré un resfriado.

Daniel sabía que no podía tomar medicinas estando embarazada, por lo que me llevó al médico.

— Cielo, ¿no llegarás tarde al trabajo? — sorbí mi nariz con un pañuelo, mi voz sonaba congestionada.

— Sí, pero no me importa. Stella te vez muy mal — acaricia mi mejilla, ambos estábamos en la sala de espera — Estás muy pálida y además tienes mucha fiebre. ¿No sientes algo más?

Iba a hablar, pero empecé a toser de una manera descontrolada. Daniel sobó mi espalda y yo me calmé. Sí, estaba mal. Mientras seguíamos esperando nuestro turno, que ya por cierto no faltaba casi nada, me dio mucha pena que el doctor Styles pasara por ahí y me viera en esta condición. Al parecer se sorprendió un poco porque dejó de mirar su tabla de notas y no dudó en acercarse. 

Dr. StylesHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin