Vigésimo segundo

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Harry

Tomé mi maletín y salí de mi consultorio, cerrando por último la puerta de éste. Estaba por dar mi pase de salida cuando la enfermera Camille me llama por mi nombre.

— Harry, ¿te quedaste unas horas más? — volteo para verla, allí estaba ella frente a mí.

— Sí, hoy tuve más trabajo de lo normal — dije mientras daba mi pase.

— Ya veo — dice comprendiendo — No es de dudar, tú siempre te quedas un rato más ayudando.

— Sí — vuelvo a verla — ¿Te vas a quedar un rato más?

— Un par de horas, sí. Estaré en la sala de partos atendiendo.

— Por supuesto — asentí — ¿Y cómo te fue hoy?

— Bastante agitado por todo el montón de trabajo, pero estuvo bastante bien — encoge sus hombros al terminar con su oración —... ¿y a ti? No te vi en todo el día más que en la sala de eventos.

— Todo estuvo bien — miré mi reloj que estaba ajustado en mi muñeca — Bueno si me disculpas me tengo que ir, Camille.

— Sí, no te preocupes. Descansa, Harry.

— Hasta mañana, con permiso — le doy una última mirada antes de marcharme.

Le prometí a mi madre llegar más temprano, aunque no estaba de acuerdo con eso, ya que tenía bastantes cosas por hacer en el hospital, no quería que se preocupara por mí aún cuando le confirmaba que todo estaba yendo bien. De todos modos me di mi tiempo conduciendo de regreso a casa, pensando en todo los pendientes que me faltaban por terminar. Como tenía la radio prendida, una canción conocida empezó a sonar, era Ruby Tuesday de mi vieja banda preferida. Todos mis pensamientos sobre el trabajo se esfumaron y se concentraron en la melodía que hace años no escuchaba. Solía dedicársela, ahora no sé si burlarme de eso.

Llegué a casa, el cielo ya estaba oscureciendo. Introduje mi llave y entré a mi hogar, mirando a mi madre junto a mi hermana y mi pequeña sobrina, todas riendo en la sala. Alcé una ceja bastante confundido al verlas. No es que nunca vinieran, solamente me tomó por sorpresa.

— ¡Tío Harrry! — saludó la pequeña Holly muy emocionada al verme.

— Al parecer hacen fiesta cuando no estoy, y encima en mi propia casa — bromeo, ellas ríen. Cerré la puerta detrás de mí y me acerqué a mi pequeña niña y la recibo cargándola en mis brazos.

— Te extrañamos mucho tío Harrry — dice Holly, mirándome.

— Y yo a ustedes — las miré con una sonrisa — Y bien, ¿y qué hacían? — bajé a mi sobrina.

— Pues hermanito, hacíamos la cena, que por cierto ya está lista — anuncia Gemma, levantándose del sofá — Así que andando, te estábamos esperando.

Mamá, Gemma, Holly y yo fuimos a la cocina, donde nos sentamos en el comedor luego de servirnos unos exquisitos ravioles que mi hermana había cocinado. Mi sobrina nos contaba una anécdota sobre su paseo escolar por el museo del niño. Creo que en ese momento había olvidado por completo mi trabajo y disfruté demasiado su compañía como siempre cuando estaba con mi familia.

Por la noche, estaba sobre mi cama sin poder conciliar el sueño. Estaba mirando el techo tratando de poder descansar pero no podía cerrar los ojos.

Me puse a pensar cuando decidí comprarle un detalle a mi paciente. He regalado libros sobre maternidad a otras pacientes pero jamás le había dado a alguien detalles para sus bebés hasta ahora. No lo tengo en claro, quizás porque la salud del bebé de Stella me mantiene en duda. El bebé está sano, claro está. Pero hay algo más que no puedo descifrar.

— Estás idiota Harry, ya estoy pensando en otras cosas absurdas — me murmuré a mí mismo, ¿por qué no podía dormir cuando usualmente siempre caigo derrotado?

-:-:-:-

Llegué al centro comercial un poco dudoso en no saber cuál sería lo indiciado. Pasé primero a la librería ya que eso siempre termina siendo el detalle correcto. Fui al área de maternidad y decidí comprarle un libro diferente de lo que usualmente estoy acostumbrado a darle a otras pacientes. Cuando lo pagué, salí del sitio, e iba irme porque nada más había venido por esto. Pero de pronto pasé por una tienda para bebés y decidí darle una cosa más porque no podía darle solamente eso.

— Buenos días joven — me saluda la encargada de la tienda, yo asiento con mi cabeza en forma de saludo.

La tienda estaba sola, el único mirando cosas era yo.

— Idiota — suspiré, recordando que aún no sabía el sexo de su bebé, no sabría que regarlarle.

— ¿Pasa algo joven? — la señora se acerca a mí.

— Oh no, no. Todo bien — la miré con una tímida sonrisa.

— ¿Quiere que le ayude en algo? — vuelve a sacar una pregunta.

— Por ahora estoy viendo, gracias. 

— ¿No sabe qué regalar, cierto? — preguntó sabiendo mi respuesta — Mire, ¿de qué sexo es su pequeño?

— No es mi bebé pero sí de... una amiga. Todavía no nace, está casi en su cuarto mes — avisé, pensando que tal vez fue una mala idea venir aquí pero realmente quería algo para su bebé.

La señora sonrió al instante.

— En ese caso, regalar juguetes no está de más. Lo llevaré al área de accesorios para bebé, venga acompáñame — me indica a que la persiga.

Me llevó a dicha área y me dejó a mi libre elección, dejándome solo. Había tantas cosas pero los ositos de felpa llamaron mi atención, por lo que tomé el más bonito del lugar. Por mi mente me llegaron posibles escenas del bebé de Stella con este oso en sus pequeños brazos. Sonreí al instante, sabiendo que éste era el indicado. Decidí comprarlo, espero no parecer tan raro cuando se lo entregue.

-:-:-:-

Sí le gustaron mis detalles, eso me sacó de gran alivio. Aún sigo nervioso por lo que ella piense de mí, no quiero ser entrometido.

Stella

— Buen chico, González — acaricié su pelaje, oí la puerta principal ser abierta — Espérame aquí.

Salí del patio para ir a la sala, mirando a Daniel llegar de su trabajo. Él me mira con cierto arrepentimiento en su rostro. Yo cruzo mis brazos, tragando silenciosamente saliva, no sabía qué decirle. Ninguno de los dos nos habíamos disculpado, creo que las cosas siguen tensas entre nosotros.

— Amor, lo lamento — de pronto suelta.

— Daniel...— suspiré profundamente — Yo también lo lamento.

— Actuamos como idiotas, no volveré a comportarme de esa manera — se acerca a mí para tomar mi cintura entre sus manos.

— Eso espero. Y yo prometo educar más a González.

— Eso suena bien — sonríe, su mano baja a mi pequeño vientre abultado — ¿Cómo te fue en tu último día de clases en el hospital, linda?

Una duda creció en mí, decidiendo en mi mente si debería o no debería decirle a Daniel sobre los regalos del doctor Styles. No me gusta ocultarle cosas, y de hecho jamás le he escondido nada, pero a él no le agrada el doctor y siento que se encabronaría al saber que él me regaló un par de detalles.

— Bien, me fue muy bien — sonreí nerviosamente.

— Qué bueno — me besa, tomando mis mejillas entre sus manos, luego se aparta — Como me sentí tan mal por haberte hecho enojar, pasé a comprarte unas cosas para compensarlo.

— ¿Así? — alcé una ceja, mirando que él sacó una bolsa que estaba en el pasillo.

— Ajá — él mismo lo saca — Te traje un par de películas y... como estaba en el centro comercial, pasé por una tienda especial y ¡mira, cariño! — mi sonrisa se quita al ver lo que sacó de la bolsa — ¡Vi éste e inmediatamente pensé en nuestro bebé!

Me entrega el mismo peluche que el doctor Harry me había dado esta mañana. 

Dr. StylesΌπου ζουν οι ιστορίες. Ανακάλυψε τώρα