Sexagésimo cuarto

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Stella

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Stella

Transcurriendo la noche, nos quedamos en su cálida habitación como lo habíamos acordado. Ya casi era medianoche, por lo que nos estaba ganando el sueño. Nada más lo que hicimos al llegar aquí, solo fue ver un poco de televisión en su recamara para distraernos de todos los problemas de hoy. O mejor dicho, para yo despejarme de mis propios aprietos. Pero nos aburrimos de aquello al instante, así que apagamos el televisor, y entonces comenzamos a charlar. Empezamos platicando de otros temas, no lo de que pasó momentos antes porque si tocábamos ese sensible punto, yo volvería a ponerme mal. De nuevo entraría en una crisis emocional, y ya no estaba para volver a sentir aquello. 

—¿Te sientes mucho mejor? —preguntó con interés, y apreciaba un montón su preocupación hacia mí porque él solo quería verme feliz y tranquila. Y es que estando con él, estaba logrando sentirme bien como es de costumbre con tan solo percibir su presencia. 

—Así es, solo que ya me entró apetito —sonreí con algo de timidez. De pronto, él se levantó de la cama cuando yo mencioné eso— ¿A dónde vas?—me reincorporé para verlo.

—A la cocina, te voy a preparar algo para que comas —me volteó a ver— ¿Vienes? —preguntó con una leve sonrisa y yo asentí aceptando su invitación.

Bajamos las escaleras juntos y al mismo paso. Al estar ya abajo en la planta principal, Harry prendió las luces que momentos atrás ya había apagado. Por otra parte, González al escucharnos, se levantó con rapidez del sofá y volvió a recibirnos con bastante alegría. Pasando eso, seguimos nuestro camino a la cocina, y al entrar, Harry fue al fregadero para primero lavar sus manos. 

—¿Y qué vas a cocinar mi querido chef? —tomé una silla y me senté frente al mostrador, observándolo reír ligeramente por lo que dije. 

—La verdad no tengo idea —abrió el refrigerador— Pero dime, ¿de qué tienes hambre? —volteó a verme— Puedo hacerte lo que quieras. 

—Algo sencillo. ¿Qué tal un sándwich? —alcé una ceja, y él volvió a mirar hacia las cosas que habían en el refrigerador. 

—De acuerdo, tengo los ingredientes para hacértelo —comenzó a sacar el jamón, el queso, la lechuga, absolutamente todo. Puso todo en el mostrador, y al verme nuevamente, sonrió confundido— ¿Por qué estás riéndote así de la nada? —fue al gabinete para tomar un plato.

—No sé, me causó gracia, "hacértelo" —volví a reír, aunque podía sentir mis mejillas algo sonrojadas. Me causaba algo de vergüenza, pero al mismo tiempo no tanta, porque me sentía en confianza con él.

—¿Nuevamente estás sexual? —sonrió con gracia, regresó al mostrador y comenzó a preparar mi cena.   

—No ahora por supuesto, pero momentos antes creo que sí lo estaba. Supongo por el calor que se creó en tu auto, tus lindas palabras, no sé pero no entendiste mi referencia allá y está bien porque no iba a pasar de todas maneras —dije todo eso mientras veía sus manos elaborar el sándwich. 

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