Séptimo

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Harry

Llegué finalmente a casa luego de una larga jornada de trabajo. Mi hora de salida fue horas antes pero decidí quedarme un par de horas más ayudando a otros médicos. Cerré la puerta y vi la luz encendida de la cocina. Solté un suspiro cansado, imaginándome que ella estaba allí esperándome. Sin dudarlo me fui acercando hacia la cocina. Ya le había dicho demasiadas veces que no tenía por qué esperarme hasta estas horas de la noche, ella bien podía estar descansando. Y sí, ahí estaba, sentada en una de las sillas del comedor con los ojos cerrados.

— Ma, ¿qué haces aquí esperándome? Mírate, estás cansada. Deberías irte arriba a descansar — dije suavemente, ella abrió lentamente los ojos y una sonrisa agotada me dio.

— Hijo...— murmuró y se levantó de la silla para recibirme con un cálido abrazo que yo obviamente recibí — Mi vida sabes que tu vieja madre siempre se preocupa por ti, incluso cuando sabe que ya no eres más un niño. Pero me preocupas hijo, pasas más tiempo en el trabajo que de costumbre. Entiendo que quieras ayudar a otros pero date tiempo a ti también. Descansa, relájate. Aún eres muy joven, no tienes por qué quebrarte tanto la cabeza con tantas obligaciones.

Siempre era la misma charla. Amaba a mi madre, ¿cómo no?, esa mujer es lo más importante para mí además de mi hermana. Cada noche volvía más tarde del trabajo y eso la preocupaba, pero no tenía por qué estarlo, yo solamente estoy allí en el hospital para dar lo mejor de mí y colaborar con otros doctores que necesitan ayuda. Mis horas extras ahí eran por mi propia voluntad, me gustaba ayudar.

— Mamá ya hemos hablado sobre eso — me quito la bata para colgarla sobre una silla — Necesitan mucho apoyo en el quirófano y yo les he dejado claro que con mi ayuda cuentan. Estaré bien, aquellas horas extras las hago por voluntad propia.

Sabía que entendía pero por su mirada reflejaba angustia, y yo sé por qué razón.

— Mi niño... — comienza a decir, pero primero se acerca a mí para sobar lentamente mis brazos — Mira...— suelta un largo suspiro — Estoy muy orgullosa de ti por lo dedicado que eres. En serio, no me cabe duda que he criado un hombre responsable y muy trabajador. Pero... ya tienes 27 años, hijo. Sal, búscate a una novia, que no todo es el hospital aunque parezca así. También eres humano, disfruta de la vida. ¿No piensas algún día casarte?

Me alejé de ella, no quería parecer molesto pero realmente sí lo estaba. Me doy la vuelta, quedando de espaldas. Uno de los miedos de mi madre es que me quede solo. Lo entiendo, es cualquier miedo de una mamá, saber que su hijo no tiene a nadie a su lado, pero por ahora no tengo cabeza para buscar a una enamorada. Tenía muchas cosas que hacer en el hospital, siempre tengo demasiado trabajo y salir a divertirme ha sido cosa del pasado.

— Mamá no tengo tiempo para ello, sinceramente — dije con dureza, no quería sonar así pero ya es muy noche y solamente quiero descansar — Hay demasiadas cosas que tengo que resolver en el hospital, muchas cosas por hacer por mis pacientes y los trabajadores.

— Pero Harold...— vuelve a suspirar — Te amo demasiado mi vida, pero te estás consumiendo mucho en tu empleo y claro está que lo entiendo, pero no te claves mucho en eso. No quiero que te sientas solitario en un futuro. Podrás tener el mejor empleo, el mejor sueldo, lo que sea, pero ¿de qué te sirve si no eres feliz?

Apreté mis dientes ante eso último.

— Mamá — me giré a verla ahora sí con el ceño fruncido, ella lucía triste — Que esté haciendo mis responsabilidades no significa que no soy feliz.

— Pero... pero... ¿no piensas algún día casarte y tener hijos?

— Si quieres nietos ahí está Gemma. Cuando esté listo te diré, ¿me entiendes? — rápidamente salí de la cocina y me fui a mi habitación para dormir de una buena vez.

No es fácil encontrar a una persona que te haga sentir completo. Tal vez no tenga a una pareja desde hace demasiado tiempo, pero cuando esté preparado para enamorarme de la persona correcta, yo se que será maravilloso. En cambio, soy feliz con mi trabajo, de eso no hay duda. El momento adecuado pasará cuando tenga que pasar.

Stella

— ¡Muy bien González! — exclamé con emoción, le había estado enseñado algunos trucos y él los había estado captando muy bien, es un perro listo — ¡Tenga su premio!

Le di una galleta especial para perros, él las amaba. Acaricié su pelaje y su cola se movía con rapidez al sentir mis acaricias. Me hace feliz saber que González está contento con su nuevo hogar. Pronto, oigo unos pasos detrás de mí.

— ¿Qué haces en el patio a estas horas? — alcé mi cabeza para ver a Daniel.

Yo estaba en el césped sentada junto a González frente a mí. Nada más él al ver a mi marido, se pone a ladrar. Daniel intenta tranquilizarlo con un par de "sshh" mientras se sentaba a mi lado. Eso pone a González más furioso. Yo reí un poco y lo acaricié, de inmediato se relaja pero sigue tenso con la presencia de Daniel.

— Estaba entrenando a Gonzy, además jugaba un rato con él que creo que no medí el tiempo — le respondo a su pregunta, él asiente con su cabeza e intenta acariciarlo pero de nuevo le ladra — Tranquilo, amigo.

— Tal vez deberías entrenarlo para que le caiga bien, ¿no? — dice bromeando, yo estallo en risas — Ese perro me odia.

— Tal vez pero es un perro muy lindo. Deja que se acostumbre a ti, te amará — apoyé mi cabeza en su hombro.

— Eso espero — ríe un poco y levanto mi cabeza para verlo — Y cariño, ¿cómo te fue con el idiota de tu doctor?

Yo ruedo mis ojos al oír cómo lo llamó. Sin duda Daniel nunca iba mencionarlo con respeto, por lo cual se me hacía muy infantil su actitud.

— Bien. Ya se le ha formado los ojitos al bebé, parece un pez — dije entre risas — Ahí en la sala tengo la foto por si la quieres ver.

— Ahorita que vaya a cenar la veo — besa mi sien.

— Pero en serio, Daniel. No hables así del doctor, él es una persona muy amable — mencioné y él rodó los ojos.

— Es solo un creído. A mí me pareció muy serio — me miró — Pero dime, ¿ya estás defendiendo a ese tarado? 

— Solo está haciendo su trabajo — fruncí mi frente — Y sí, lo defiendo, pues no ha hecho nada malo con nosotros. 

— Como sea, ya no quiero hablar de él — deja de verme.

— Bien, ¿y a ti? ¿cómo te fue en el trabajo? — termino preguntando.

— Nada fuera de lo común. Un par de juntas con la nueva marca que se nos ha presentado y ya — me dice, tomando luego mi mano para entrelazarla junto a la suya — Se espera firmar el contrato el viernes.

— Eso es bueno — sonreí.

— Sí — me devuelve el gesto — Oye mi amor, Chelsea me habló para invitarnos a ver un juego de hockey este sábado. ¿Quieres que vayamos?

No soy muy fan de los deportes y Daniel lo sabe. Me entretiene verlos pero sigo sin ser muy fan. Chelsea y a él les encanta pero a mí no, por lo tanto no quiero arruinarles su juego por mi flojera.

— Dile a Chels que me disculpe pero no voy. Ve tú, a ti encanta, sabes que no soy muy metida en ello. Además las náuseas y las ganas de hacer pipí me molestarán a cada rato que ya me lo imagino. En serio, ve tú — digo con sinceridad, Daniel suspira.

— Está bien amor, pero si cambias de opinión házmelo saber, ¿de acuerdo?

— Sí, no te preocupes — sonreí, tocando mi vientre.

De pronto Daniel voltea mi rostro con su mano y me besa. Yo cierro los ojos al sentirlo. Seguramente seguiré sintiendo lo mismo hasta que tenga ochenta años. Estaba enamorada y estoy en un punto de mi vida que esta felicidad nadie me la quita. 

Dr. StylesWhere stories live. Discover now