Trigésimo primero

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Stella

— Oigan, ¿está bien si invito a un amigo a merendar? — despego la vista del celular para verlos, ellos me ven quizás algo confundidos.

— Claro, está bien pero ¿lo conocemos? — papá pregunta.

Ellos saben que casi no tengo amigos aquí, por no decir que ninguno. Les he hablado de varias amistades que he tenido cuando estudiaba la universidad pero el tiempo ha cambiado. Cuando hay visitas en casa, casi siempre es porque los amigos de Daniel nos visitan pero vamos, son más sus amigos, quieren verlo a él más que nada.

— No, es un amigo nuevo.

— ¿Lo conociste ayer? ¿o qué? — suelta él una risa, volviendo su vista al periódico que estaba leyendo.

— No — negué — Ya llevamos varios meses conociéndonos. Les agradará, es muy buena persona.

— De acuerdo, no hay problema querida — dice mamá.

— Bien. Le enviaré la dirección — sonreí, luego volví a mi celular.

Harry es muy bueno, sabe escucharte. Sería genial que conociera a mis padres y se llevaran bien. Les mencionaría que él es que me hace los chequeos mensuales pero prefiero que él se lo diga bajo sus propias palabras. Habla muy serio y correcto, pero me gusta oírlo hablar sobre su profesión. Le envié el mensaje con la dirección y esperé a que me contestara, cosa que después de varios minutos hizo. Él vendría.

— Listo, llegará en un rato — les avisé.

— Pues preparé algo, quizás un postre — dijo mi mamá con toda la intención de ir a la cocina, pero yo me apresuré en levantarme del sofá.

— No mamá, no te molestes. Iré yo a hacer algo.

— Pero hija, son los invitados — me miró raro.

— Nada de eso, mamá. Además yo lo invité, les haré mi especialidad — intenté que volviera a sentarse, ya después lo hizo luego de que la convenciera.

— Bueno, pues anda — suelta un suspiro derrotado.

— No tardo — corrí hacia allá.

Mamá no cocina tan bien, por eso iría yo a cocinar algo para que el doctor Harry no se espante. No tenía una especialidad pero haría una tarta de limón que era fácil de hacer. Así que fui al almacén y empecé a sacar los ingredientes necesarios, pero luego me di cuenta que faltaba un par de cosillas esenciales. Solté un bufido, eso me detiene a prepararlo. Como Harry ya venía, decidí apurarme para ir a la tienda más cercana para conseguir lo que faltaba.

Caminé aproximadamente cinco cuadras para llegar a la tiendita y rápidamente tomé una lata de leche condensada, un par de limones y fui a pagarlas. El señor se tardó de más en cobrarme, pero cuando finalmente lo hizo, yo salí a pasos rápidos. Esa cosa tenía que refrigerarse un rato.

Harry

Estacioné el auto afuera de una casa blanca con barandal negro, era el mismo número que me indicó, entonces tiene que ser ésta. Estaba algo intrigado, no es la dirección de su hogar por lo que suponía varias teorías. Lentamente toqué el timbre, y no tardaron en responder. Un señor ya grande se asomó, debía ser su padre, era la casa de sus padres.

— El barandal está abierto, pasa hijo — me informa, yo lo hice.

El señor vuelve a su hogar, pero deja la puerta principal abierta para que yo entrara. Al hacerlo, él estaba a unos metros de mí.

Dr. StylesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora