CAPÍTULO 37

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CEPEDA

-Aitana, te vas a ir. Y cuando vuelvas, dentro del tiempo que sea, seguiremos la relación donde la dejamos. 

-No te entiendo, Luis, ¿no quieres que me quede?

¿En serio me estaba haciendo aquella pregunta? Claro que quería que se quedara, pero debíamos ser conscientes los dos de que esa no era la prioridad en este momento. 

Lo malo vino cuando respondí, y ella pareció no entenderme. O no querer hacerlo, aún no lo tengo claro. 

-No, no quiero que te quedes. 

Ella debería haber entendido a qué me refería. Debería haber sabido que lo que pretendía con eso no era decirle que se fuera porque no quería verla a mi lado, sino que su futuro era más importante en este momento. 

Debería haberle explicado que cuatro meses no eran nada en comparación con la vida que nos esperaba. Además, en ese tiempo yo también tenía trabajo, tenía compromisos que me mantendrían ocupado. 

El lanzamiento del disco había ido bien. Disco de oro en apenas unos días, mis canciones siendo las más escuchadas en iTunes, mil firmas que hacer, ciudades que conocer. Aunque quisiéramos, aunque Aitana renunciara a ese viaje, no podríamos estar tanto tiempo juntos como nos gustaría. Y me hubiera encantado poder explicarle todo eso a ella. 

Pero no fue así. 

-Mira, no debería haber venido. Me voy.

Podía notar cómo las lágrimas luchaban, agolpadas en sus ojos, para no salir. Para no mostrar una debilidad inexistente. Llorar no te hace débil. No decir la verdad, no encontrar las palabras para no hacer sentir a tu novia como la mierda... Amigos, eso sí que te hace débil. 

-Aiti, venga, vamos a hablarlo. -le dije cuando ella recogía su maleta del suelo, dispuesta a irse. 

-Mi avión sale mañana desde Barcelona. Cogeré el primer tren que salga.

Recuerdo que me acerqué a ella, aparté la maleta de su mano, volviendo a dejarla en el suelo. Las lágrimas ya no luchaban, y las mías tampoco. Estábamos teniendo una ruptura poco convencional, y creo que ninguno de los dos fue consciente de eso en el momento. 

También recuerdo que discutimos y dijimos más cosas, pero mi cabeza ha intentado ignorar la mayor parte de aquella noche. 

-Quédate en Madrid... Esta noche. 

Aquel título de la canción de Mecano estuvo resonando toda la noche en mi cabeza junto con el ruido que hizo la puerta al cerrarse, dejándome solo, en mitad de mi pequeño piso y sin apenas poder moverme. Mi cuerpo no fue capaz de obedecer las órdenes que mi cerebro le mandaba, y mira que lo intenté, pero no fue hasta que el dolor físico, el cansancio y el agotamiento mental se hicieron notorios, que me tiré en la cama, a llorar todo lo que no había podido llorar hasta el momento. 


Agoney pone su mano sobre la mía. Poder decir todo esto en voz alta, a un amigo, es cuanto menos, liberador. 

Ha escuchado atento todo lo que le he relatado, sin interrumpirme. Sin llenar mis tiempos en silencio de frases sin sentido, sin hacerme saber con gestos o palabras que me estaba escuchando, porque no hacía falta. Cuando termino de hablar y una sonrisa preocupada aparece en su rostro, es todo lo que necesito para saber que tengo su apoyo.

No necesito más, y él lo entiende cambiando de tema, sabiendo que si necesito seguir hablando del tema, seré yo quien lo haga. 

La complicidad que he llegado a tener con Agoney tras nuestro paso por Operación Triunfo aún sigue sorprendiéndome, pero me alegro totalmente de haber podido conocerlo mejor fuera. 

PROCURO OLVIDARTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora