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Imagina que...

Sentías el arder en tu garganta expandirse para lograr torturarte y terminar el ejercicio lo más rápido posible. Aún así, la relajante melodía de la canción que escuchabas parecía utilizarse como un jarabe para tu cuerpo, quien seguía pidiendo a gritos que descansara un poco, y debido a que hiciste tan solo una cuadra, no te lo permitirías ni un poco.

El sol se estaba poniendo y reflejaba su mejor postura. Ver el como la estrella gigante cae y deja mostrar sus rayos solares distorsionados en el agua, era una de las cosas por las que agradecías estar viva/o. Te fascinó siempre, y sigue causando la misma satisfacción que antes. Pero el sol ocultándose era una alarma natural para ti, ya que te mostraba que era tiempo de que tu entrenamiento tuviese un fin y pudieses volver a holgazanear a tu departamento.

No fue hace mucho cuando te sentaste en el borde de aquella baranda, para poder sentir a flor de piel como el sol apoyaba, de una manera horrible pero hermosa a la vez, su amarilla luz en tu cuerpo. Achinabas los ojos, y se te hacía un poco molesto, pero como la música se seguía reproduciendo en tus oídos, esto era tan solo una linda tortura.

La paz reinaba en tu ser luego de muchos tiempos de alboroto en Nueva York, para ti y tu vida personal, pero mucho más para tu rol de investigadora/o experta/o. ¿Y para Peter?, dios mío, las cosas que ha visto y sufrido. No se merece nada de eso, pero es un súper héroe, y siempre ocurren esas cosas.

No, basta. Te estás relajando, no ocupes tu mente en criminales y muertes.

El suave sentir de la melodía fusionarse con la perfecta voz recorría tu cuerpo, y el sentir el cosquilleo en los dedos de tu pie al ver como el sol se despedía de tu vista, te llevaban a un mundo desconocido. Esto pedías y querías para la mayoría de tu vida: paz interior y exterior.

Sentiste como se tambaleó suavemente tu cuerpo. La música se dejó de oír en tu oído izquierdo, y con molestia en tus ojos, te encontraste con la máscara de un arácnido de tu lado. Ya podías oír como la gente corría hacia él.

—¿Tienes tiempo para hablar de algunas cosas?—preguntó casualmente, ignorando el bullicio de gente detrás suyo. Rodeaste tus ojos por lo simple y rebelde que es. Tampoco como si tuvieses opción, de alguna manera u otra, Peter iba a convencerte.

—¿En el techo?—observaste donde su dedo índice, escondido en un rojo escarlata, señalaba—, si insistes.

Tomó tus caderas y dejó con la cara palmada de tristeza a los neoyorquinos interesados en la atención de Spiderman.

—Una entrada poco formal, a plena luz de el sol, frente a millones de personas...—compartiste con cierta molestia, una vez aterrizaras en el suelo—, cada vez me sorprendes menos.

—Necesitaba que lo sepas, antes de que te me enojaras por teléfono.

—¿Qué hiciste ahora?—bufaste, mientras oías una carcajada de Peter. Esbozaste una sonrisa.

Retomó su postura. Aún con su voz normal y delicada, se acercó a ti. Podías oír como sus mejillas se estiraban y formaban una de las más sinceras sonrisas, pero la máscara impedía tu vista completa a ella.

Tampoco eres idiota, que se sepa desde ahora.

Peter te iba a decir algo, no sabías si profundo, pero el miedo recorría tu espalda, esperando recibir la bala en medio de tu pecho. Conoces cada una de las maneras de hablar y expresar de el castaño, ya que has pasado tiempo con él desde pequeños, entonces, eso es una ventaja a la hora de buenas o malas noticias. Y aunque no eres un lobo, podías oler la resignación y el miedo que transpiraba Peter.

Tom Holland One-ShotsWhere stories live. Discover now