Three

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OH, DEMENTORES

—¡Hey, Gran D! —Annie quiso golpearlo en ese momento. Dudley se volvió.

—¡OH! —Gruñó— Eres tú. ¿Quién es ella?

—¿Desde cuando eres Gran D? —dijo Harry.

—Cállate —gruñó Dudley, dándose la vuelta.

—Un nombre guay —dijo Harry, sonriendo de oreja a oreja y yendo al lado de su primo—. Pero tú siempre serás “Ickle Diddykins” para mí.

—¡He dicho que TE CALLES! —dijo Dudley, cuyas manos como jamones se habían cerrado en sendos puños.

—¿No saben los chicos cómo te llama tu mamá?

—Cállate la boca.

—A ella no le dices que cierre la boca. ¿Qué es de “Popkin” y “Dinky Diddydums”, los puedo usar entonces?

—Harry —musitó Annie en voz baja. Por más que le desagradara su primo por todas las cosas que le ha hecho al pelinegro, Annie no quería problemas.

Dudley reparó en ella. La miró de arriba a abajo varias veces. No estaba nada mal la chica.

Annie apretó su varita. Harry gruñó interiormente al ver la acción de su primo.

—¿Y a quién han estado pegando esta noche? —preguntó Harry,
desvaneciendo su amplia sonrisa— ¿Otro niño de diez años? Sé qué a Mark Evans hace dos noches...

—Se lo buscó —gruñó Dudley.

—¿Ah, sí?

—Fue descarado conmigo.

—¿Sí? ¿Dijo que parecías un cerdo andando sobre sus patas traseras? Eso no es grosero, Dud, eso es la verdad.

Un músculo se movió incontrolablemente en la mandíbula de Dudley.

—Harry, vámonos —dijo Annie tratando de dejar todo por la paz.

—Qué hay, muñeca. Deja a éste inútil y vamos a divertirnos —dijo Dudley.

Annie vomitó interiormente varias veces.

—Lo siento, no entendí lo que dijiste, me pareció escuchar varios "oink", ¿tú no, Harry? —dijo asqueada y comezando a molestarse.

Harry sonrió orgullosamente en su interior.

—Así que la muñeca sabe jugar, ¿no? —respondió avanzando. Annie estaba a punto de sacar su varita cuando Harry se colocó frente a ella, alzando la suya.

—No lo tienes permitido —dijo Dudley al instante—. Sé que no puedes. Serías expulsado de esa monstruosa escuela a la que vas.

—¿Cómo sabes que no han cambiado las reglas, Gran D?

—No lo han hecho —dijo Dudley pensando que no sonaba completamente convencido.

Harry se rió suavemente.

—No tienes cojones para jugar contra mí sin esa cosa, ¿no? —dijo Dudley con un gruñido.

—Considerando que necesitas cuatro tíos detrás tuyo antes de pegar a un niño de diez años, ¿sabes que el título de boxeo no puedes seguir manteniéndolo? ¿Qué edad tenía tu oponente? ¿Siete? ¿Ocho?

—Tenía dieciséis, para tu información —gruñó Dudley— y estuvo peleando veinte minutos antes de que acabara con él y era dos veces más pesado que tú. Tan sólo espera a que le cuente a papá que has sacado esa cosa...

Annie y la Orden del Fénix Where stories live. Discover now