Fifteen

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TRIP TO HOGWARTS

Ron y Hermione habían tenido una agradable fiesta para celebar su nombramiento como prefectos. Había sido agradable y divertido, a la vez que a Annie le agradó pasar tiempo con Remus y Sirius, escuchando sus historias divertidas, a la vez que le parecía tierno las miradas que se dedicaban mutuamente.

Aquella mañana era todo un caos. Baúles aquí y allá, la señora Black gritándole a todo el que pasara enfrente de ella, acompañando a los gritos de la señora Weasley que iban dedicados a sus hijos, especialmente a los gemelos, que al parecer habían hechizado sus baúles para que levitaran.

Annie se colocó un conjunto algo cómodo para el viaje en tren. Ya había puesto a Maya en su jaula y terminaba de guardar sus cosas en el baúl.

Una vez que verificó que no faltara nada, tomó el baúl y salió con él al pasillo donde el ruido era mucho más evidente.

—¿Quieren bajar ahora mismo, por favor? —gritó la señora Weasley.

Annie se apresuró en bajar las escaleras, lo más rápido que su baúl le permitía.

El retrato de la señora Black lanzaba unos furiosos aullidos, pero nadie se molestó en cerrar las cortinas; de todos modos, el ruido que había en el vestíbulo la habría despertado otra vez.

—Harry, tú vienes conmigo y con Tonks —gritó la señora Weasley para hacerse oír sobre los chillidos de «¡SANGRE SUCIA! ¡CANALLAS! ¡SACOS DE INMUNDICIA!»—. Deja tu baúl y tu lechuza; Alastor se encargará del equipaje... ¡Oh, por favor, Sirius! ¡Dumbledore dijo que no!

Un perro negro que parecía un oso había aparecido junto a Harry mientras éste trepaba por los baúles amontonados en el vestíbulo para llegar a donde estaba la señora Weasley.

Annie sonrió mientras dejaba el baúl junto a los demás y también a Maya.

—En serio... —dijo la señora Weasley con desesperación—. ¡Está bien, pero allá te las compongas!

Luego abrió la puerta de la calle de un fuerte tirón y salió a la débil luz del día otoñal.

Annie siguió a Hermione. Una anciana los saludó cuando llegaron a la esquina. Tenía el cabello gris muy rizado y llevaba un sombrero de color morado con forma de pastel de carne de cerdo.

—¿Qué hay, Harry? —le preguntó guiñándole un ojo—. Será mejor que nos demos prisa, ¿verdad, Molly? —añadió mientras consultaba su reloj.

—Ya lo sé, ya lo sé —gimoteó ésta mientras daba pasos más largos—, es que Ojoloco quería esperar a Sturgis... Si Arthur nos hubiera conseguido unos coches del Ministerio... Pero últimamente Fudge no le presta ni un tintero vacío... ¿Cómo se las ingenian los muggles para viajar sin hacer magia?

En ese momento, el enorme perro negro soltó un alegre ladrido y se puso a hacer cabriolas a su alrededor, corriendo detrás de las palomas y persiguiéndose la cola.

Annie sonrió y se agachó abriendo sus brazos. Sirius corrió hasta ella y se arrojó, tirándola al suelo.

La castaña reía mientras era ayudada por Hermione.

Tardaron veinte minutos en llegar a King's Cross a pie, y en ese rato no ocurrió nada digno de mención, salvo que Sirius asustó a un par de gatos.

Una vez dentro de la estación, se quedaron con disimulo junto a la barrera que había entre el andén número nueve y el número diez hasta que no hubo moros en la costa; entonces, uno a uno, se apoyaron en ella y la atravesaron fácilmente, apareciendo en el andén nueve y tres cuartos, donde el expreso de Hogwarts escupía vapor y hollín junto a un montón de alumnos que aguardaban con sus familias la hora de partir.

Annie y la Orden del Fénix Where stories live. Discover now