Five

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LEAVING PRIVET DRIVE

—Puedes usar a Hedwig —dijo Harry dejándose caer en su cama, agotado mentalmente.

Después de que la carta de Sirius llegara y que casi lo echaran de la casa, no sabía qué pensar.

—¿Tienes pergamino? —preguntó Annie en voz baja, no se sentía con ánimos de nada.

Harry se levantó y le dio pluma y pergamino. Annie se dispuso a escribir.

Mamá y papá

Estoy bien. Estoy en casa de Harry, hubo algunos problemas. Nos atacaron dementores (creo que papá sabe lo que son) y tuvimos que hacer magia. El señor Weasley nos dijo que debíamos quedarnos aquí, les contaré todo con más detalle cuando los vea.

Los quiere,
Annie.

Ató la carta a la patita de Hedwig mientras la acariciaba.

—A mis padres —murmuró. Ella ululó y salió por la ventana.

Suspiró. No tenía ánimos de nada, no sabía qué pensar.

Se sentó en el borde de la cama, observando las estrellas a través de la ventana. Ese no había sido un verano del todo agradable.

Hermione y Ron no le habían escrito para nada. Sirius respondía sus cartas casi con monosílabos. Acaban de atacarlos un par de dementores y por ahora estaba expulsada de Hogwarts.

Harry se acercó lentamente y la jaló recostándola a su lado. Annie colocó su cabeza en el hombro de el pelinegro.

—Lo lamento... —murmuró Harry.

—No es tu culpa.. —y era verdad. El pelinegro no tenía la culpa de que dos dementores los hayan atacado y sólo por defenderse hayan sido expulsados de Hogwarts.

Suspiró temblorosamente al recordar eso.

(...)

Pasaron alrededor de dos días encerrados en Privet Drive. Los padres de Annie quedaron un poco más aliviados al saber que estaba bien, pero también estaba el asunto de los dementores.

No salían del cuarto a menos que fuese sumamente necesario. Annie no entendía porqué ella debía permanecer ahí también, pero a la vez no le importaba pues no quería dejar solo a Harry.

Lo había visto maldecir, golpear cosas y enojarse con la pobre Hedwig. Le cedía la poca comida que les llevaban aunque Harry siempre la rechazaba y pedía que ella comiera.

—Ojalá no tuvieras que estar encerrada aquí —murmuró el azabache.

—Tu tampoco deberías.

—Yo ya estoy acostumbrado. Sé que tienes hambre —dijo tristemente.

—Estoy bien —intentó calmarlo. No quería que su tristeza aumentara, pues se la contagiaba a Annie.

Harry suspiró tristemente y la observó. En ese momento llevaba una camisa de él, (que a Annie le quedaba enorme y se veía adorable) junto a unos pantalones de pijama.

Annie, para matar el tiempo, comenzó a desenredar su cabello con sus manos. Harry la detuvo y lo comenzó a hacer él, para tener algo que hacer y si acaso despejar su mente.

Minutos después, la castaña se quedó dormida en su pecho. Los recostó a ambos, tratando de hacer lo mismo. En ese momento, entró tío Vernon a la habitación. Harry no se movió.

—Vamos a salir —Dijo. 

-—¿Perdón?

-—Nosotros, es decir, tu tía, Dudley y yo vamos a salir.

Annie y la Orden del Fénix Where stories live. Discover now