Twelve

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IN THE MINISTRY

Se encontraban al final de un larguísimo y espléndido vestíbulo con el suelo de madera oscura muy brillante. En el techo, de color azul eléctrico, había incrustaciones de relucientes símbolos dorados que se movían y cambiaban continuamente, como un inmenso tablón de anuncios celeste. Las paredes del vestíbulo estaban recubiertas de pulida y oscura madera, y en ellas había varias chimeneas doradas. De vez en cuando, una bruja o un mago salía por una de las chimeneas de la pared de la izquierda con un débil ruido. Ante las chimeneas
de la pared de la derecha estaban formándose reducidas colas de brujas y de magos que esperaban para entrar.

Annie estaba impresionada por todo lo que veía, algunas cosas nuevas para ella.

-Por aquí -indicó el señor Weasley. Se unieron a la multitud y avanzaron entre los empleados del Ministerio, algunos de los cuales transportaban tambaleantes pilas de pergaminos; otros, por su parte, llevaban gastados maletines, y unos cuantos iban leyendo El Profeta mientras andaban. Había una fuente que tenía algunos sickles y knuts en el fondo. Annie leyó el cartel.

TODO LO RECAUDADO POR LA FUENTE DE LOS HERMANOS
MÁGICOS SERÁ DESTINADO AL HOSPITAL SAN MUNGO DE
ENFERMEDADES Y HERIDAS MÁGICAS.

Annie suspiró ya que no traía dinero consigo en ese momento, y dudaba que fuera a volver al ministerio, o eso esperaba.

-Por aquí -volvió a indicar el señor Weasley, y se separaron de la avalancha de empleados del Ministerio que iban hacia las puertas doradas. A la izquierda, sentado a una mesa, bajo un letrero que rezaba «Seguridad», había un mago muy mal afeitado y vestido con una túnica de color azul eléctrico, que levantó la cabeza al ver que se acercaban y dejó de leer El Profeta.

-Vengo escoltando a unos visitantes -indicó el señor Weasley señalándolos.

-Acérquense -ambos obedecieron y el hombre levantó una varilla larga y dorada, delgada y flexible como la antena de un coche, se las paso a ambos recorriéndoles el cuerpo.

-La varita -gruñó el hombre. Annie la sacó de su pequeño saco y se la entregó. El mago la dejó caer sobre un extraño instrumento de latón que parecía una balanza con un único platillo. El aparato empezó a vibrar, y de una ranura que tenía en la base salió un estrecho trozo de pergamino. El mago lo arrancó y leyó lo que había escrito en él:

-27 centímetros con núcleo central de pluma de fénix. Cuatro años de uso, ¿correcto?

Annie asintió y el mago dejó el pequeño papelito a su lado mientras le entregaba la varita a Harry y le daba la suya a Annie.

Realizó el mismo procedimiento.

-Veintiocho centímetros, núcleo central de pluma de fénix, cuatro años en uso. ¿Correcto?

-Sí -afirmó Harry, nervioso. Le entregó su varita.

-Un momento... -empezó a decir con lentitud el mago. Se había fijado en la chapa de plata de visitante que Harry llevaba prendida en el pecho, pero ahora le miraba la frente.

-Gracias, Eric -dijo el señor Weasley con firmeza, y los llevó lejos de la mesa.

Siguieron al señor Weasley por el pequeño vestíbulo donde habían muchos ascensores. Annie, Harry y el señor Weasley se unieron a un grupo que esperaba frente a uno de éstos.

Cerca de allí había un corpulento y barbudo mago que llevaba en las manos una gran caja de cartón que emitía unos desagradables ruidos.

-¿Va todo bien, Arthur? -preguntó el mago saludando con la cabeza al señor Weasley.

Annie y la Orden del Fénix Where stories live. Discover now