Nineteen

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SIBLINGS


Después de haber salido del gran comedor por los constantes murmullos acerca de lo que Harry había hecho en clase de Umbridge, decidieron pasar el rato en la sala común, lejos de todo el colegio.

Annie se sentó en un sofá, con Harry a su lado que se recargó en su hombro, mirando a la chimenea.

—¿Cómo es posible que Dumbledore haya permitido que pase esto? —gritó de pronto Hermione, sobresaltando a sus amigos; Crookshanks pegó un brinco y bajó al suelo con aire ofendido. Hermione golpeó, furiosa, los reposabrazos de su butaca, y por los agujeros salieron trozos de relleno—. ¿Cómo puede permitir que esa mujer infame nos dé clase? ¡Y en el año de los TIMOS, por si fuera poco!

—Bueno, la verdad es que nunca hemos tenido muy buenos profesores de Defensa Contra las Artes Oscuras, ¿no? —observó Harry—. Ya sabes lo que pasa, nos lo contó Hagrid: nadie quiere ese empleo porque dicen que está gafado.

—¡Ya, pero contratar a alguien que se niega explícitamente a dejarnos hacer magia!... ¿A qué juega Dumbledore?

—Y pretende que hagamos de espías para ella —terció Ron, deprimido—. ¿Se acuerdan de que ha dicho que fuéramos a verla si oíamos a alguien decir que Quien-ustedes-saben ha regresado?

—Pues claro que está aquí para espiarnos, eso es obvio. ¿Con qué otro motivo la habría enviado Fudge a Hogwarts? —saltó Hermione.

—No peleen de nuevo, ¿si? —pidió Annie cansada.

Hermione y Ron callaron. Annie suspiró y se abrazó a Harry, quien le devolvió el abrazo mientras hundía su cara en el cuello del pelinegro.

Las personas empezaban a llegar después de la cena. Annie había cerrado los ojos, pues el aroma de Harry la hacía calmarse y más cuando acariciaba su cabello.

—Mira, lo siento, pero se han pasado de la raya —explotó Hermione, poniéndose en pie. Era evidente que estaba rabiosa, pero aún así Annie no quiso voltear—. ¡Vamos, Ron!

—Yo..., ¿qué? —dijo Ron para ganar tiempo—. ¡Vaya, Hermione, no podemos regañarlos por repartir golosinas!

—Sabes perfectamente que eso es turrón sangranarices, o pastillas
vomitivas, o...

—¿Bombones desmayo? —apuntó Harry en voz baja.

—Creo que es un nuevo invento —musitó Annie. Harry se estremeció por el contacto de los labios y el aliento de Annie en su cuello.

—¡Basta! —les dijo Hermione con ímpetu a Fred y George, que levantaron la cabeza y la miraron un tanto sorprendidos.

—Sí, tienes razón —dijo George, asintiendo—. Creo que ya hay suficiente con esa dosis.

—¡Ya se los he advertido esta mañana, no pueden probar sus porquerías con los alumnos!

—Pero ¡si les hemos pagado! —replicó Fred, indignado.

—¡No me importa! ¡Podría ser peligroso!

—No digas bobadas —repuso Fred.

—¡Cálmate, Hermione, no les pasa nada! —intentó tranquilizarla Lee.

—No pueden hacer eso. ¿Y si alguno se pusiera enfermo de verdad?

—No se van a poner enfermos porque los hemos probado nosotros mismos; esto sólo lo hacemos para ver si todo el mundo reacciona igual...

Annie y la Orden del Fénix Where stories live. Discover now