Thirteen.

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HAPPINESS


Annie dio un pequeño grito de felicidad y abrazó a Harry.

El pelinegro le regresó el abrazo con fuerza, riendo del alivio.

Habían sido absueltos, después de una sesión que parecía más bien un juicio de algún criminal, pues el Wizengamot había presenciado la sesión. Afortunadamente, Dumbledore había llegado para brindarles una mano, con argumentos válidos que avalan que sólo usaron magia para defenderse.

—¡Chicos! Dumbledore no me ha dicho nada cuando salió —dijo el señor Weasley acercándose a ellos.

—¡Absueltos! —exclamó Annie con una radiante sonrisa.

—¡Fantástico! Era obvio que no podían declararlos culpables... —comenzó a disminuir el tono de voz, ya que los miembros del Wizengamot comenzaron a salir en fila.— ¡Por las barbas de Merlín! ¿Les ha juzgado todo el tribunal?

—Al parecer —respondió Annie.

Algunos pocos magos los saludaban al pasar, otros simplemente los pasaban de largo sin siquiera dirigir una mirada, tal como es Percy.

—Vamos, los acompañaré de regreso para que les cuenten las buenas noticias —dijo el señor Weasley sin perder el toque alegre.— Aprovecharé el caso del inodoro regurgitante.

—¿Y qué tendrá que hacer con el inodoro? —preguntó Harry, sonriente. Annie comprendía a su novio. Ahora todo lo veía con positivismo y una gran sonrisa adornaba sus labios.

—Oh, bastará con un sencillo antiembrujo —dijo el señor Weasley mientras subían la escalera—, pero el problema no está tanto en tener que reparar los daños causados, sino en la actitud que hay detrás de ese acto de vandalismo. Hay magos que se divierten fastidiando a los muggles, y eso es la expresión de algo mucho más profundo y feo, y yo personalmente...

El señor Weasley se interrumpió a media frase. Acababan de llegar al pasillo de la novena planta y Cornelius Fudge estaba plantado a pocos metros de ellos, hablando en voz baja con un individuo alto que tenía el cabello rubio y lacio y el rostro pálido y anguloso.

El individuo se volvió al oír pasos y también interrumpió la conversación; entrecerró los ojos, grises y de fría mirada, y los clavó en la cara de Harry.

—Vaya, vaya... Patronus Potter y su noviecita —dijo Lucius Malfoy con descaro.

Harry colocó una mano en la espalda de Annie, sin quitar la mirada del frente.

—El ministro me estaba contando que te has librado de una buena, Potter —comentó el señor Malfoy arrastrando las palabras—. Es asombroso cómo te las ingenias para escabullirte de las situaciones comprometidas... Como una culebra, diría yo.

El señor Weasley sujetó a Harry por un hombro en señal de advertencia.

—Sí —afirmó Harry—. Es verdad, se me da muy bien escabullirme.

Lucius Malfoy miró al señor Weasley.

—¡Mira por dónde, Arthur Weasley! ¿Qué haces aquí, Arthur?

—Trabajo aquí —contestó éste en tono cortante.

—¿Aquí? —se extrañó el señor Malfoy, arqueando las cejas y mirando hacia la puerta que el señor Weasley tenía a sus espaldas—. Creía que estabas arriba, en la segunda planta... ¿No te dedicabas a llevarte artefactos muggles a escondidas y hechizarlos?

—No —se limitó a decir el señor Weasley, y clavó aún más los dedos en el hombro de Harry.

—¿Y usted qué hace aquí, por cierto? —le preguntó Harry a Lucius Malfoy.

Annie y la Orden del Fénix Where stories live. Discover now