Twenty Four

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REUNION

La mañana de la excursión a Hogsmeade amaneció despejada pero ventosa. Después de desayunar formaron una fila delante de Filch, que comprobó que sus nombres aparecían en la larga lista de estudiantes que tenían permiso de sus padres o tutores para visitar el pueblo.

—¿A dónde vamos? —preguntó Annie tomada de la mano de Harry.

—¿A las Tres Escobas? —preguntó Harry.

—No, no —repuso Hermione saliendo de su ensimismamiento—. No, siempre está abarrotado y hay mucho ruido. He quedado con los otros en Cabeza de Puerco, ese otro pub, ya lo conocen, el que no está en la calle principal. Me parece que no es... muy recomendable, pero los alumnos de Hogwarts no suelen ir allí, así que no creo que nos oiga nadie.

Bajaron por la calle principal y pasaron por delante de la tienda de artículos de broma de Zonko, donde no les sorprendió nada ver a Fred, George y Lee Jordan; luego dejaron atrás la oficina de correos, de donde salían lechuzas a intervalos regulares, y torcieron por una calle lateral al final de la cual había una pequeña posada. Un estropeado letrero de madera colgaba de un oxidado soporte que había sobre la puerta, con un dibujo de una cabeza de jabalí cortada que goteaba sangre sobre la tela blanca en la que estaba colocada. Cuando se acercaron a la puerta, el letrero chirrió agitado por el viento y los tres vacilaron un instante.

—¡Vamos! —urgió Hermione, un tanto nerviosa. Harry fue el primero en entrar.

Aquel pub no se parecía en nada a Las Tres Escobas, que era un local limpio y acogedor. Cabeza de Puerco consistía en una sola habitación, pequeña, lúgubre y sucísima, donde se notaba un fuerte olor a algo que podría tratarse de cabras. Las ventanas tenían tanta mugre incrustada que entraba muy poca luz del exterior. Por eso el local estaba iluminado con cabos de cera colocados sobre las bastas mesas de madera.

—Bastante diferente —comentó Annie detallando el lugar.

En un oscuro rincón, al lado de la chimenea, estaba sentada una bruja con un grueso velo negro que le llegaba hasta los pies. Lo único que se destacaba bajo el velo era la punta de la nariz, un poco prominente.

—No sé qué decirte, Hermione —murmuró Harry mientras avanzaban hacia la barra y miraba con desconfianza a la bruja tapada con el grueso velo—.
¿No se te ha ocurrido pensar que la profesora Umbridge podría estar debajo de eso?

Hermione echó una ojeada a la bruja, evaluándola.

—Umbridge es más baja que esa mujer —comentó en voz baja—. Además, aunque ella entrara aquí, no podría hacer nada para interferir en nuestro proyecto, Harry, porque he revisado minuciosamente las normas del colegio. No estamos fuera de los límites establecidos. Hasta le pregunté al profesorFlitwick si a los alumnos les está permitido entrar en Cabeza de Puerco, y me dijo que sí, aunque me aconsejó que lleváramos nuestros propios vasos. Y he comprobado todo lo que se me ha ocurrido sobre grupos de estudio y trabajo, y son legales. Lo único que no tenemos que hacer es pregonar lo que estamos haciendo.

—Esta bien —dijo Harry con aspereza—, sobre todo dado que lo que estamos organizando no es precisamente un grupo de estudio, ¿verdad?

El camarero salió de la trastienda y se les acercó con sigilo. Era un anciano de aspecto gruñón, con barba y una mata de largo cabello gris. Era alto y delgado.

—¿Qué quieren? —gruñó.

—Cuatro cervezas de mantequilla —contestó Hermione.El camarero metió una mano bajo la barra y sacó tres botellas sucias y cubiertas de polvo que colocó con brusquedad sobre la barra.

Annie y la Orden del Fénix Where stories live. Discover now