Fourty eight

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RESCUE MISSION

-Esto ha sido de las cosas más raras que he hecho -sentenció Annie algo temblorosa mientras Harry la ayudaba a bajar del Thestral.

-Confirmo -dijeron unas cuantas voces a sus espaldas. Habían llegado al Ministerio gracias a los Thestrals. No era muy bonito estar volando sobre algo que no puedes ver, pero aún así a Annie le había parecido emocionante.

-¿Ahora qué hacemos? -preguntó Theo abrazando a Hermione.

-Por aquí -indicó Harry mientras los demás lo seguían. Annie sabía que iban a la cabina telefónica de la entrada de visitantes. Abrió la puerta y entró, seguido de Annie.

Los demás se hicieron lugar como pudieron. Annie se sentía aplastada como sardina.

-¡El que esté más cerca del teléfono, que marque seis, dos, cuatro, cuatro, dos! -ordenó. El que estaba más cerca era Ron, así que levantó un brazo y lo inclinó con un gesto forzado para llegar hasta el disco del teléfono. Cuando el disco recuperó la posición inicial, una fría voz femenina resonó dentro de la cabina.

-Bienvenidos al Ministerio de la Magia. Por favor, diga su nombre y el motivo de su visita.

-Harry Potter, Annie Roberts, Ron Weasley, Hermione Granger -dijo Harry muy deprisa-, Daphne Greengrass, Neville Longbottom, Luna Lovegood, Theodore Nott, Blaise Zabini... Hemos venido a salvar a una persona, a no ser que el Ministerio se nos haya
adelantado.

-Gracias -replicó la voz-. Visitantes, recojan las chapas y colóquenselas en un lugar visible de la ropa.

Unas nueve chapas se deslizaron por la rendija. Hermione les pasó la suya y de Harry a Annie.

«Harry Potter, Misión de Rescate.»

Como Annie tenía a Harry frente a ella, como pudo le colocó la chapa en su camisa.

-Visitantes del Ministerio, tendrán que someterse a un cacheo y entregar sus varitas mágicas para que queden registradas en el mostrador de seguridad, que está situado al fondo del Atrio.

-¡Muy bien! -respondió Harry en voz alta, y volvió a notar otra punzada en la cicatriz-. ¿Ya podemos pasar?

El suelo de la cabina telefónica se estremeció y la acera empezó a ascender detrás de las ventanas de cristal; los thestrals, que seguían hurgando en el contenedor, se perdieron de vista; la cabina quedó completamente a oscuras y, con un chirrido sordo, empezó a hundirse en las profundidades del Ministerio
de la Magia.

Una franja de débil luz dorada les iluminó los pies y, tras ensancharse, fue subiendo por sus cuerpos.

Annie tuvo miedo. Con tantas personas dentro, sentía cómo el aire comenzaba a faltarle un poco. Harry obviamente lo notó.

-Amor, mírame. -le pidió Harry tomando su rostro. La gryffindor observó los hermosos ojos de Harry, que la tranquilizaron. El ojiverde juntó sus frentes. Estaba asustado. Voldemort estaba por ahí cerca, y Harry tenía miedo de que le hiciera algo a Annie.

-El Ministerio de la Magia les desea buenas noches -dijo la voz de mujer. La puerta de la cabina telefónica se abrió y todos salieron a trompicones.

Todos se quedaron contemplando el amplio atrio que en esos moentos estaba vacío. Lo único que se escuchaba era el sonido del agua proveniente de la fuente y las pisadas de ellos.

-Vamos.

Harry guió a los demás hasta los ascensores. Presionó un botón y esperaron pacientemente (Harry no tanto) a que llegara. La reja dorada se abrió produciendo un fuerte ruido metálico, y los chicos entraron precipitadamente en el ascensor. Harry pulsó el botón con el número nueve; la reja volvió a cerrarse con estrépito y el ascensor empezó a descender, traqueteando y tintineando de nuevo. Annie se recargó en una pared, intentando ordenar sus pensamientos.

Annie y la Orden del Fénix Where stories live. Discover now