PRÓLOGO

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01 de septiembre, 2002

Monti, Roma

Venus Nardi

Esa mañana abrí los ojos lentamente. Sentí mi cuerpo agotado, mis manos estaban acalambradas, las piernas adoloridas y un olor a restos de sangre entraba por mis fosas nasales. Pero había algo más, algo que yo conocía muy bien y que había experimentado al máximo la noche anterior.

Adrenalina.

Una intensa y deliciosa adrenalina corría por todo mi cuerpo haciéndome sentir excitada, eufórica.

Giré mi cabeza lentamente y sonreí al ver a mi compañero. Sus ojos estaban cerrados, sus largas pestañas reposaban sobre sus pómulos y su respiración era lenta y tranquila. Mi mirada viajó por su torso desnudo y de inmediato me invadieron los intensos recuerdos de la noche anterior.

Aunque ya habían pasado varias horas desde nuestro salvaje encuentro, aún podía recordar claramente lo bien que se sentía tenerlo dentro de mí, sus manos apretando todos los lugares de mi cuerpo, su lengua entrando en lo más profundo de mi.

Estaba a punto de meter mi mano por debajo de las sabanas para acariciarlo cuando unos ligeros golpes en la puerta de mi habitación me detuvieron. Me levanté rápidamente de la cama ya que él solía tener el sueño bastante ligero y tenía otros planes para hacerlo despertar.

Tomé mi bata para dormir, me la puse y caminé a la puerta. Cuando la abrí, pude ver a Zac. Me alegré al verlo ya que sabía que estaba ahí para darme una muy buena noticia.

—Lo encontramos —sonrió con maldad.

—Muéstrame —imité su gesto.

Me tomó de la mano y bajamos hasta el estudio de nuestra mansión.

En el camino pude ver a varias personas de servicio y algunos familiares que ya estaban listos para comenzar el día. Todos eran muy responsables y puntuales cuando se trataba de hacer deberes.

Una vez que llegamos al estudio y entramos, pude ver a Cira. Su cabello rubio estaba enredado en un moño desordenado que lucía muy bien en ella.

—Cira, cariño, muéstrale las fotografías a Venus —le pidió Zac. Ella lo obedeció y me ofreció las fotografías para que las tomara.

Las analicé una por una. Memoricé cada rasgo, cada facción y cada expresión de aquel rostro.

—Es atractivo —admití.

—Es obvio que es idéntico a su madre, su padre no es ni un poco atractivo —dijo Cira con diversión.

Ah, su padre.

—Ten algo de respeto por ese hombre, Cira. Murió ayer por la noche.

—¿Ayer? —preguntó con sorpresa.

Asentí— Sí.

Ella apretó los labios pero me dio una expresión de aceptación. Aunque tampoco me esperaba otra cosa, Cira sabía muy bien que cuestionarme o juzgarme solo traería malas consecuencias.

—Bueno, como sea —Zac hizo un desdén con su mano para restarle importancia a ese asunto—. También encontramos unas fotografías de la madre.

Él me dio las fotografías y confirmé las palabras de Cira. El chico sí era idéntico a su madre.

—¿Dónde está ella?

—En un psiquiátrico. La diagnosticaron con esquizofrenia desde hace dos años.

La maldición de Venus [✔]Where stories live. Discover now