1.- Llegada lluviosa

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Forks, Washington

06 de septiembre, 2003

Dejar Roma no fue tan fácil como me había imaginado.

Una molesta melancolía me invadió cuando me subí a aquel avión porque sabía que no iba a volver en un buen rato y que cuando volviera probablemente ya nada sería igual.

Nada.

Solía viajar muy seguido, pero esa vez se sentía diferente. Esa vez no viajaría con intención de conocer alguna ciudad o ir a algún lugar turístico que me interesara. Esa vez viajaría con malas, crueles y peligrosas intenciones. Quizás fue esa la razón por la cual me sentí de aquella forma al dejar mi hogar, quizás en el fondo sabía muy bien que no saldría muy bien librada de aquello.

Cuando llegamos a Forks no me sorprendí mucho al ver el clima lluvioso ya que sabía que en aquel pueblo las lluvias eran muy comunes. Las nubes se veían completamente negras y aunque iba en un taxi, podía sentir el frío que hacía afuera.

Parecía como si el cielo le estuviera avisando a la gente de aquel pueblo que algo malo se avecinaba.

Ese algo éramos nosotros.

A mi lado, Ezio estaba plácidamente dormido. Su cabeza reposaba sobre mi hombro y un poco de baba salía de la comisura izquierda de su boca. Se veía tan tierno y tranquilo, nada en comparación a cómo iba en el avión.

Ezio no soportaba estar durante mucho tiempo encerrado en un lugar tan estrecho y le tenía pavor a las alturas. Así que durante todo el largo viaje se la pasó despierto y viendo a través de la ventana para tratar de ver algo de suelo que le asegurara estabilidad, algo que no pasó hasta muchas horas después. Y como no había descansado absolutamente nada lo dejé dormir sobre mi hombro durante todo el camino en el taxi hacia nuestra nueva casa.

—Llegamos —me anunció el taxista para después bajarse del auto y sacar nuestras maletas de la cajuela.

—Ezio —lo moví ligeramente y él despertó al instante.

—¿Llegamos? —me preguntó con una voz somnolienta y ronca gracias a que se acababa de despertar.

—Sí, y te necesito bien despierto cuando metas las maletas a la casa porque tengo cosas importantes ahí.

—Siempre tan mandona —soltó una risa divertida ante mi comentario.

Bajamos del auto y le pagamos al taxista antes de que se marchara a toda velocidad por la carretera desolada.

Frente a nosotros estaba nuestra nueva casa. Una casa que no sería habitada por nosotros durante mucho tiempo. Una casa de un color verde sombrío que la hacía lucir solitaria, casi abandonada.

No le pedí a Zac que se esmerara demasiado en buscarnos una casa muy llamativa ya que no estaríamos mucho tiempo en ese pueblo. Probablemente si no hubiera sabido las razones del porqué del estado de aquella casa, me habría molestado y me habría negado rotundamente a vivir en un lugar como ese.

—No puedo esperar a verte vivir aquí —comentó Ezio. Él sabía muy bien que estaba muy acostumbrada a los lujos de Roma.

—Tú tampoco la pasarás tan bien —le dije.

Y yo sabía muy bien que él también estaba acostumbrado a los lujos.

Cuando decidimos dejar de pelear, entramos a la casa. Y... por dentro no todo estaba tan mal. Era incluso decente.

Tenía una sala espaciosa, una cocina, tres habitaciones con baño incluido y un baño en la planta baja de la casa. Había cuadros sin significado alguno colgados en las paredes y objetos de decoración en algunos muebles. Todo era de colores neutros. No había nada llamativo pero tampoco nada muy aburrido.

La maldición de Venus [✔]Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt