30.- Compartiendo placer

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Dos semanas.

Dos semanas habían pasado ya desde el día que fuimos al psiquiátrico y, desde entonces, no había visto a Owen en ningún momento ni en ningún lugar.

Él dejó de ir al instituto, incluso un día fui al bar para quizás toparme con él pero Ryan me había dicho que tampoco lo había visto desde esa noche que estuvimos juntos. Así que si, nadie sabía absolutamente nada de Owen.

Consideré ir a buscarlo a su casa o al menos espiarlo para saber si estaba bien, si había llegado a su casa después de marcharse hecho una furia, pero no iba a perseguirlo. Ya me estaba cansando de toda esa situación con Owen. Me cansé de esperarlo y de tratar de comprenderlo. Sabía que lo que había pasado con Romina era demasiado fuerte e impactante para él pero debía comprender que yo no era la culpable de que eso hubiera pasado. Él no sabía nada y, para sí mismo, debía ser él quien cargara la responsabilidad de que su madre tuviera una nueva crisis y yo la victima que fue culpada injustamente. Pero tal parecía que Owen era demasiado orgulloso y por ello no me había buscado. Quizás había subestimado los sentimientos que él tenía por mí. Quizás no estaba tan perdidamente enamorado y se dio cuenta que se estaba engañando a sí mismo y había decidido alejarse para no herirme o terminar hiriéndose él.

No lo sabía y sinceramente ya me daba igual.

Me cansé de hacer las cosas lo suficientemente ligeras para no lastimarlo o para no alejarlo. Me cansé de ir en línea recta sobre el trazo de nuestro plan. Me cansé de estar lejos de casa, de reprimir, de estar tan lejos de la persona que verdaderamente amaba.

No iba a esperar más. Si Owen no me buscaba en esa semana, tendría que hacerlo por las malas y eso implicaba secuestrarlo y llevarlo a Roma con nosotros. Porque ese siempre fue el inicio del plan: meterme en su vida, enamorarlo y luego manipularlo para que se fuera con nosotros.

Pero ya habían pasado muchas cosas innecesarias, como por ejemplo toda esa situación con Nolan, con Madeleine, con Chloe, con el Sheriff, con Anna, con Romina y con Lidia. Habían pasado tantas cosas que yo no había buscado solo por darle tiempo a Owen y que no se sintiera presionado ni invadido. Habían pasado tantas cosas solo por tratar de ser considerada y adaptarme a lo que él necesitaba. Tuve que reprimir mi usual crueldad, mi mal humor, mi antipatía por todo lo que me rodeaba solo para hacer las cosas bien pero ya había sido suficiente. No había funcionado como todos esperábamos y era hora de hacerlo a mi manera.

A mi verdadera manera de ser.

Estuve pensando esas dos semanas en todo eso y rastros de mi verdadero humor se hicieron presentes. Tan presentes que Anna inmediatamente notó un cambio en mí y se alejó un poco. Theo y Ezio habían entablado una amistad con ella solo para mantenerla distraída pero sabía que ella sospechaba que algo malo estaba sucediendo. Tampoco me esforcé en apaciguar sus dudas pues me había dejado de importar lo que Anna creyera. Lo único que quería y me importaba era que la semana se acabara pronto para largarnos de una vez de ese maldito pueblo infernal.

No podía evitar pensar que Ezio había tenido razón; tuve que darme prisa desde el principio y no jugar tanto. Tal vez, para entonces, ya hubiéramos estado en casa. Pero ya había hecho las cosas de esa manera y no había forma de corregirlas ni de enmendarlas. Además que no todo había sido tan malo.

—¿Cómo ha estado estos días? —le pregunté a Cira por el celular. Después de que nos dijera sobre lo de Donalle habíamos estado en comunicación con más frecuencia, sobretodo en esos últimos días pues la chica descarriada ya había vuelto a la mansión una semana atrás.

—Igual —soltó un suspiro cansado—. No habla con nadie ni sale de su habitación. Ni siquiera quiere hablar conmigo.

—Me está esperando.

La maldición de Venus [✔]Where stories live. Discover now