18.- Mentes reales

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Owen Jones

Debí haber sabido que mi tranquilidad se iba a desvanecer una vez que Lidia llegara a casa. Ella tenía el impresionante don de estresarme y fastidiarme hasta en mi mayor momento de satisfacción como había pasado segundos atrás; estaba tan tranquilo y satisfecho después del maravilloso sexo que tuve Venus, pero solo bastó con escucharla llegar para que mi felicidad se esfumara por completo.

—¿Ves cómo nadie puede soportarte? —le dije una vez que escuché como la puerta de abajo se cerraba anunciando la usencia de Venus en casa.

—Owen, sus ojos... —insistió nuevamente en el tema y yo me tensé y me enfadé.

No me gustaba pensar en eso, de hecho, podía asegurar que esos recuerdos estaban guardados en el rincón más profundo de mi memoria, pero al ver la preocupación de Lidia, los recuerdos fueron saliendo uno a uno, golpeándome con la mayor fuerza posible y atormentándome como cuando era más pequeño.

Esos ojos grises que tanto me asustaban y con los cuales tuve pesadillas durante dos años enteros, aparecieron con bastante claridad frente a mí. Sabía que todo era producto de mi imaginación pero no pude evitar asustarme y comenzar a temblar. Di unos pasos hacia atrás para sentarme en mi cama pero ni siquiera tener soporte evitó que todo mi cuerpo se debilitara y que sintiera como si estuviera a dos segundos de desvanecerme.

Yo ya lo había notado pero quería ignorarlo. No quería asociar a Venus con ese terrible monstruo, porque aunque ella estuviera loca, no era ni mínimamente parecida a ese tipo. A excepción de esos ojos grises y de lo que había pasado en la cafetería aquella vez. En esa ocasión me había pasado algo similar a lo que me sucedía en esos momentos: los recuerdos me abrumaron.

Yo tenía como cuatro años. Me encontraba en la sala de nuestra casa tratando de pintar un dibujo que mamá me había hecho. A ella le encantaba dibujar, y mi me encantaba aún más que compartiera su pasión conmigo y permitiera que yo arruinara sus dibujos al tratar de ponerlos bonitos.

Esa noche era como cualquier otra, yo en la sala y mis padres en la cocina terminando la cena, pero de repente, comencé a sentir que algo no andaba bien. Yo no era consciente de muchas cosas pero era bastante astuto para mi edad como para darme cuenta de la tensión que estaba formándose en la casa.

Eliminé mi atención por completo de mi dibujo y los colores para concentrarme en el alrededor.

Entonces escuché gritos desde la cocina.

Me puse de pie y me acerqué lentamente tratando de hacer el menor ruido posible. En esos días, mi padre siempre evitaba que yo escuchara cualquier conversación que tuviera con mi madre, y sabía que si él se daba cuenta de que los estaba espiando, se molestaría.

Cuando llegué a la puerta de la cocina, pude ver a mis padres sentados en la mesa, gritándose. No comprendía de qué estaban hablando, solo veía como mi madre estaba gritándole a mi padre. Parecía como si tratara de hacerlo entender algo, pero se veía que a él no le interesaba en absoluto. De vez en cuando, él respondía a sus gritos con mayor rabia solo cuando le molestaba alguno de los comentarios de mamá, pero la mayor parte del tiempo estaba quieto en su lugar, no se movía tanto como mi madre mientras hablaba.

De repente todo cambió, papá se puso de pie y azotó su mano contra la mesa. Al mismo tiempo la electricidad se fue completamente y todo se quedó en silencio. Pero ese silencio no duró tanto como yo me había imaginado, porque lo siguiente que escuché fueron los alaridos de dolor de mi madre y como los puños de mi padre golpeaban algo con mucha fuerza.

Él gritaba de rabia, ella de dolor.

Preferí quedarme en mi lugar porque sabía que si me acercaba mi padre se molestaría y lo último que quería era que golpeara aún más a mamá. Esperé y esperé hasta que la luz volvió. La imagen frente a mí me aterrorizó por completo y no pude reprimir el grito que salió de mi garganta. Papá me miró y pude ver la tristeza llenar sus ojos. Trató de acercarse a mí pero corrí, esquivándolo, hasta llegar a mamá que estaba tendida en el suelo, inconsciente. La agité, abrí sus parpados con mis pequeños y débiles dedos, moví sus manos, le grité, le lloré pero nada de eso funcionaba, ella no despertaba.

La maldición de Venus [✔]Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon