21.- Adrenalina compartida

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¿Cuánto es el tiempo que puede durar un «para siempre»? ¿Un día, un mes, un año, una vida o un simple segundo?

La vida está formada de pequeños «para siempre». Momentos únicos y hermosos llamados «presente». Esa es la razón por la cual no nos damos cuenta de la eternidad de los momentos, pues la mayor parte de nuestra vida vivimos pensando en el futuro, pensando en si los para siempre se podrán cumplir.

Perdemos nuestra vida queriendo vivir lo que aún no llega. Por pensar y pensar en las miles de posibilidades que pueden suceder.

Hasta que lo conocí fue que me di cuenta que un «para siempre» en realidad nunca lo es.

Las reglas de la carrera eran bastantes simples: el primer corredor tenía que salir, bajarse del auto en cuanto llegara a la línea de meta, el otro corredor tenía que subirse, esperar al contrincante y salir hasta terminar la carrera. Solo eran cuatro kilómetros pero Owen me advirtió que, aunque era poca distancia, las curvas y las calles eran demasiado cerradas y estrechas como para que pudieran pasar dos autos. Lo que quería decir que si Corina me llevaba la delantera en algún momento yo no tendría oportunidad de ganarle pues no tendría el espacio suficiente para esquivarla.

Eso último también me lo había dicho Owen pero yo no estaba tan segura de no tener ninguna posibilidad si eso sucedía. Siempre encontraba la manera de salirme con la mía en cualquier situación, y una carrera no sería la excepción.

Owen ya había aparcado su auto frente a la línea de meta pero se había salido de él para estar conmigo porque Sack y Corina aún no llegaban. Al parecer, el comportamiento de ella lo había sacado de sus casillas y en ese preciso momento estaban teniendo una conversación.

Un muy terrible mal momento, por cierto.

—Son buenos —repitió Owen por décima vez. Sonaba nervioso pero no se veía así físicamente. No sabía si estaba tratando de disimular o estaba pasando algo extraño con su voz.

—Tú y yo lo somos más, Owen —suspiré—. ¿Quieres relajarte un poco?

—Es que no lo entiendes, estas son sus calles. Ellos saben cómo correr aquí.

—Owen, no importa en qué calles corras, si eres bueno, vas a ganar en cualquier lado. Y tú lo eres así que no te preocupes por eso, solo enfócate en ganar, ¿quieres?

No me iba a servir de nada un Owen nervioso. Quería al mismo egocéntrico que me había retado cuando corrimos por primera vez. Cuando él me conoció.

—Me preocupo porque no tengo mil quinientos dólares en mis manos ahora mismo —susurró para que solo yo lo escuchara. No había personas a lado de nosotros pero si había algunas lo suficientemente cerca como para poder escuchar.

—Tampoco yo —respondí de la misma forma.

Vi como abría los ojos ampliamente pero no alteró su postura. Sabía lo que nos convenía y eso me agradó.

—¿De qué hablas? ¿Venías a una carrera pero no trajiste dinero?

—Tú tampoco trajiste —alcé una ceja y él desvió la mirada—. ¿Puedo saber el por qué?

—No acostumbro a perder —masculló y yo me reí. Parecía un niño pequeño al cual le habían hecho confesar una travesura.

—¿Lo ves? Inconscientemente ya estabas seguro de que ganarías. No nos servirá de nada si estás así de nervioso.

—Sé que me serviría para tranquilizarme.

Lo miré. Estaba más cerca de mí que antes y podía ver el deseo en sus ojos. Apostaba que los míos lucían igual.

La maldición de Venus [✔]Where stories live. Discover now